En
la provincia de Barcelona, en hermosísimo valle que se extiende no
lejos de la pintoresca población de San Felíu de Codinas, unida con
Caldas de Montbuy, estación del ferrocarril, por espléndida
carretera, se halla una de las llamadas «maravillas de Cataluña»,
la hermosa cascada de San Miguel del Fay, espléndido salto de agua
próximo a desaparecer.
Pero
la desaparición de maravilla tan importante no ha de perjudicar a paraje tan hermoso ni ha de privar a los muchos turistas que acuden a San Miguel de la contemplación del espectáculo imponente quo
produce la caída de enorme masa de agua desde elevada altura,
después de producir hermosos saltos y grandes combinaciones de luz.
El
espíritu fabril catalán pensó no ha mucho en utilizar tan
importante mole para
Es
imposible describir lo espléndido del valle donde está enclavada la
cascada de San Miguel.
Entre
las formidables peñas que se levantan a su entrada, sólo una,
abierta de arriba á abajo, ofrece paso. Por la rendija del peñal se
ofrece hermoso panorama a lo lejos, descubriéndose la hermosa
comarca del Valles.
Al
atravesar la zona, se presenta de improviso el conjunto de las
bellezas del «Fay», la antigua casa, espléndida mansión
feudal, construida encima de la roca viva, suspendida sobre el abismo;
la ermita, abierta en un peñasco, teniendo por techumbre la dura
roca, y no muy lejos la hermosa cascada del rio Tenes y otros saltos
de agua.
El
nombre de «Fay» equivale a Fall en la antigua lengua céltica, que
es equivalente a «salto de agua». Otras opiniones manifiestan que
se origina de los muchos árboles llamados en catalán faigs que
existían junto al salto de agua.
Dice
la tradición que en el lugar de que tratamos se halló una imagen de
San Miguel. El pastor que la descubrió le construyó una capilla, en
cuyo recinto, ampliado, se fundó más tarde un convento.
Agrega
la leyenda que en este cenobio, más tarde, el hijo de Berenguer
Ramón I, renunciando a su condado de Ausona y a todas cuantas
riquezas lo correspondían, refugióse en él.
Siglos
después se convirtió el antiguo convento en otro de monjas,
bellísimas, por cierto, de ser exacta la tradición, y de seguir
ésta, las siervas del Señor no eran nada escrupulosas.
Era
tanta la fama de su belleza y de su desenvolvimiento, que muchos
señores de la nobleza catalana, alegando ir de cacería, se corrían
hasta San Miguel del Fay para «cazar en vedados» o «en convento».
En
cierta ocasión, en que, según la leyenda, nobles y monjas andaban
de juerga, celebrando en la religiosa mansión una de las mejores
francachelas, se desencadenó furiosa tormenta.
Rugió
el trueno, la tempestad arreció y un rayo vengador arrancó de cuajo
el convento, sepultando en el abismo a monjas, caballeros, pajes y a
cuantos se hallaban en la funesta mansión del festín.
Actualmente,
en San Miguel del Fay, en la antigua casa señorial, que se erigió
muchos años después de esta leyenda, existe una buena hospedería.
Seguramente
no hay tantas comodidades como las que obtuvieron los legendarios
nobles; pero el excursionista halla excelente confort.
En
determinadas épocas del año son en gran número los vecinos do
Barcelona que se trasladan á San Miguel del Fay, y es locución
vulgar en Barcelona, después de un período lluvioso, exclamar:—¡Bon
dia pera anar a Sant-Miquel!
Porque,
en efecto, después de una época de lluvias resulta espectáculo
grandioso la contemplación de los imponentes saltos de agua entre
aquella vegetación asombrosa y esmaltada por las mil variedades de
florecillas que encuadran panorama tan hermoso.
José
Reig.