dimecres, 22 de novembre del 2017

Mercader, el asesino de Trotsky



Ramon Mercader no pudo cumplir su anhelo de pasar los últimos años de su vida en su Catalunya natal. En 1977 se lo pidió en Moscú a Santiago Carrillo,pero éste le puso como condición que escribiera sus memorias contando quién le encargó el asesinato de Trotsky. Mercader lo rechazó de plano diciendo:“A los míos nunca los voy a traicionar”. Es una de las revelaciones del libro El grito de Trotsky (Debate),de José R. Garmabella, considerada la biografía más completa del  comunista catalán que mató al líder revolucionario ruso. Según Garmabella, Carrillo pretendía que las memorias de un estalinista como Mercader fueran el “testimonio sobrecogedor” que permitiera la justificación de la ruptura con la URSS.

Siempre disciplinado, Mercader hizo otro intento con la Pasionaria con el fin de regresar a España con la bendición del Partido Comunista. Escribió una carta a Irene Falcón, secretaria de Dolores Ibarruri, en la que decía: “Dolores llegará a Madrid con todos los camaradas...,pero sin mí.¿Es posible que ahora, cuando ya estamos tan cerquita, mis huesos se queden en tierras lejanas?”.
Garmabella revela que aunque hasta 1950 no se supo oficialmente la identidad del asesino de Trotsky, en México eran muchos los que conocían que el enigmático personaje que el 20 de agosto de 1940 clavó el piolet en el cráneo del famoso revolucionario era el catalán Ramon Mercader. El editor Bartomeu Costa Amic, militante del POUM, había conocido a Mercader en Barcelona.

Cuando vio su foto en los periódicos al día siguiente de la muerte de Trotsky no tuvo duda de que se trataba del joven comunista catalán. Garmabella cuenta que Costa-Amic le dijo que un día se topó con una manifestación del Partido Comunista Mexicano, en la que participaba Caridad Mercader, madre de Ramon.Al verla, el editor le dijo: “Tú, cabrona, has venido a México a organizar la muerte de Trotsky”. Ella contestó con una carcajada. Agustí Puértola, fotógrafo de prensa catalán, también vio en la prensa la imagen del desconocido asesino; lo reconoció de inmediato pese a que las vendas le tapaban la mitad del rostro. Según Garmabella, después de revisar el archivo que pudo sacar de España, Puértola dio con la foto de Ramon Mercader, un militante del PSUC que se distinguió en los combates callejeros al día siguiente de la insurrección franquista  en Barcelona. Era lamisma cara que salía en los diarios. En opinión de Garmabella, un presidente tan bien informado como Lázaro Cárdenas(1934-1940) debía saber bien quién era el autor del atentado que se hacía pasar como un diplomático belga llamado Jacques Mornard. Según Garmabella, hubo un pacto de silencio para no perjudicar a los miles de exiliados españoles.“Los mexicanos no aceptaban a los republicanos por revolucionarios. Mucha gente era pro nazi, quizás más por antinorteamericanismo que por simpatía real hacia Alemania .Además, la mayoría de los españoles afincados en México apoyaba a Franco. La gran prensa, Excelsior, El Universal, eran muy de derechas; decían que por influencia de los exiliados Cárdenas conducía a México al comunismo”, señala el biógrafo. En opinión de Garmabella, si en 1940 se hubiera sabido que un comunista español era el asesino de Trotsky, habría aumentado el rechazo al exilio,creando una situación muy incómoda a Cárdenas, que seguía reconociendo a la República. Porello, los catalanes que conocían a Mercader no habrían revelado su identidad. Garmabella comenta que le interesó la figura de Mercader por su amistad con Alfonso Quiroz Cuarón, el criminalista que hizo el estudio de la personalidad del asesino y que años después comprobaría su verdadera identidad. “Quiroz fue a Barcelona en 1950–cuenta Garmabella– para averiguar quién era Mornard. Sospechaba que era un comunista catalán. A todas las preguntas que le hicieron, Mercader contestaba: ‘No sé, no recuerdo.


Soy un trotskista desilusionado. Me llamo Jacques Mornard’. No sacaron nada más. Jamás reconoció que era Mercader”". Quiroz se entrevistó en Barcelona con el excomisario Carlos Polo Borreguero, quien por las fotos del autor del atentado que en su momento publicó LaVanguardia intuía que se trataba del hijo de una famosa comunista, Caridad Mercader. “El asesino se llama Ramon Mercader, y en los archivos debe existir su huella porque yo le detuve en 1935”, dijo Polo Borreguero a Quiroz, quien se había traído de México una huella dactilar del falso Mornard. Trotsky gritó cuando Mercader le clavó el piolet en la cabeza. Por eso el libro de Garmabella se titula El grito de Trotsky. “Más que grito –dice el autor– fue un alarido de dolor y sorpresa. Trotsky luchó con Mercader, con un mordisco le hizo tirar el piolet. Mercader nunca olvidó el grito de Trotsky. La idea era matar a Trotsky de forma fulminante, sin hacer ruido para facilitar la huida. Se escogió el piolet como arma más efectiva. El propio Mercader le recortó el mango y lo escondió debajo de la gabardina”. Mercader estuvo 20 años en la cárcel sin abrir la boca. A los 47 años salió envejecido. Fue fiel a su ideal estalinista hasta el final. Garmabella dice que Mercader estaba convencido de que hizo bien en matar a Trotsky porque estorbaba la política de la URSS en plena guerra mundial. “Fue producto de una época. Se sacrificó por una ideología. Evolucionó hasta el extremo de condenar la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968”. Mercader murió en 1978 en Cuba; sus cenizas fueron depositadas en el cementerio Kuntsevo de Moscú, en el lugar reservado a los héroes de la URSS. Fue profundamente catalán, y siempre conservó su lengua natal. Tuvo dos grandes desilusiones: no poder regresar a Barcelona y sentir que muchos amigos rompieron con él. También le amargó asumir todo el peso de la muerte deTrotsky sin que nadie tomara alguna responsabilidad. “Al final –plantea Garmabella– debió de preguntarse si el precio que pagó fue demasiado alto”.
Ficha de Ramon Mercader

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