Ramon Mercader no pudo cumplir su anhelo de pasar los últimos años
de su vida en su Catalunya natal. En 1977 se lo pidió en Moscú a
Santiago Carrillo,pero éste le puso como condición que escribiera sus
memorias contando quién le encargó el asesinato de Trotsky. Mercader
lo rechazó de plano diciendo:“A los míos nunca los voy a traicionar”.
Es una de las revelaciones del libro El grito de Trotsky
(Debate),de José R. Garmabella, considerada la biografía más completa
del comunista catalán que mató al líder revolucionario ruso. Según
Garmabella, Carrillo pretendía que las memorias de un estalinista
como Mercader fueran el “testimonio
sobrecogedor” que permitiera la justificación de la ruptura con la URSS.
Siempre disciplinado, Mercader hizo otro intento con la Pasionaria
con el fin de regresar a España con la bendición del Partido Comunista.
Escribió una carta a Irene Falcón, secretaria de Dolores Ibarruri,
en la que decía: “Dolores llegará a Madrid con todos los
camaradas...,pero sin mí.¿Es posible que ahora, cuando ya estamos tan
cerquita, mis huesos se queden en tierras lejanas?”.
Garmabella
revela que aunque hasta 1950 no se supo oficialmente la identidad del
asesino de Trotsky, en México eran muchos los que conocían que el
enigmático personaje que el 20 de agosto de 1940 clavó el piolet en
el cráneo del famoso revolucionario era el catalán Ramon Mercader.
El editor Bartomeu Costa Amic, militante del POUM,
había conocido a Mercader en Barcelona.
Cuando vio su foto en los periódicos al
día siguiente de la muerte de Trotsky no tuvo duda
de que se trataba del joven comunista catalán. Garmabella cuenta
que Costa-Amic le dijo que un día se topó con una manifestación del
Partido Comunista Mexicano, en
la que participaba Caridad Mercader, madre de Ramon.Al verla, el editor le
dijo: “Tú, cabrona, has venido a México a organizar la
muerte de Trotsky”. Ella contestó con una carcajada. Agustí Puértola,
fotógrafo de prensa catalán, también vio en la
prensa la imagen del desconocido asesino; lo reconoció de inmediato pese a
que las vendas le tapaban la mitad del rostro. Según
Garmabella, después de revisar el archivo que pudo sacar de
España, Puértola dio con la foto de Ramon Mercader, un militante del PSUC
que se distinguió en los
combates callejeros al día siguiente de la insurrección franquista en
Barcelona. Era lamisma cara que salía en los diarios. En opinión de
Garmabella, un presidente tan bien informado como Lázaro
Cárdenas(1934-1940) debía saber bien quién era el autor del atentado
que se hacía pasar como un diplomático belga llamado Jacques
Mornard. Según Garmabella, hubo un pacto de silencio para no
perjudicar a los miles de
exiliados españoles.“Los mexicanos no aceptaban a los republicanos por revolucionarios.
Mucha gente era pro nazi, quizás más por antinorteamericanismo que por simpatía real hacia Alemania .Además, la mayoría de los españoles afincados en México apoyaba a Franco.
La gran prensa, Excelsior, El Universal, eran muy de derechas; decían
que por influencia de los exiliados Cárdenas conducía a México al
comunismo”, señala el biógrafo. En opinión de Garmabella, si en
1940 se hubiera sabido que un comunista español era
el asesino de Trotsky, habría aumentado el rechazo al exilio,creando una situación muy incómoda a Cárdenas, que seguía reconociendo
a la República. Porello, los catalanes que conocían a Mercader no habrían
revelado su identidad. Garmabella comenta que le interesó la figura de
Mercader por su amistad con Alfonso
Quiroz Cuarón, el criminalista que hizo el estudio de la personalidad del
asesino y que
años después comprobaría su verdadera identidad. “Quiroz fue a Barcelona en 1950–cuenta Garmabella– para averiguar quién era Mornard. Sospechaba que era un comunista catalán.
A todas las preguntas que le hicieron, Mercader contestaba: ‘No sé,
no recuerdo.
Soy
un trotskista desilusionado. Me llamo Jacques Mornard’. No
sacaron nada más. Jamás reconoció que era Mercader”".
Quiroz se entrevistó en Barcelona con el excomisario
Carlos Polo Borreguero, quien por las fotos del autor del atentado que en
su momento publicó LaVanguardia intuía que se trataba del hijo de una
famosa comunista, Caridad Mercader. “El asesino se llama Ramon
Mercader, y en los archivos debe existir su huella porque yo le
detuve en 1935”, dijo Polo Borreguero a Quiroz, quien se había traído
de México una huella dactilar del falso Mornard.
Trotsky gritó cuando Mercader le clavó el piolet en la cabeza. Por
eso el libro de Garmabella se titula El grito de Trotsky. “Más que grito
–dice el autor– fue un
alarido de dolor y sorpresa. Trotsky luchó con Mercader, con un mordisco le hizo tirar el piolet. Mercader
nunca olvidó el grito de Trotsky.
La idea era matar a Trotsky de forma fulminante, sin hacer ruido para facilitar
la huida. Se escogió el piolet como arma más efectiva. El propio
Mercader le recortó el mango y lo escondió debajo de la gabardina”.
Mercader estuvo 20 años en la cárcel sin abrir la boca. A los 47
años salió envejecido. Fue fiel a su ideal estalinista hasta el
final. Garmabella dice que Mercader estaba convencido de que hizo bien en
matar a Trotsky porque
estorbaba la política de la URSS en plena guerra mundial. “Fue producto de una época. Se sacrificó por una ideología. Evolucionó
hasta el extremo de condenar la invasión soviética de
Checoslovaquia en 1968”. Mercader murió en 1978 en Cuba; sus
cenizas fueron depositadas en el cementerio Kuntsevo de Moscú, en el
lugar reservado a los héroes de la URSS.
Fue profundamente catalán, y siempre conservó su lengua natal. Tuvo dos grandes desilusiones: no poder regresar a Barcelona y sentir
que muchos amigos rompieron con él.
También le amargó asumir todo el peso de la
muerte deTrotsky sin que nadie tomara alguna responsabilidad. “Al final
–plantea Garmabella– debió de preguntarse si el precio que pagó
fue demasiado alto”.
Ficha de Ramon Mercader |