dijous, 1 de juny del 2017

Memorias de Winston S. Churchill XXXI

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


La capitulación de Alemania
(El 24 de abril de 1945, por la noche, los representantes diplomáticos británico y norteamericano  en Estocolmo se reunieron en el Ministerio de Asuntos Exteriores turco con el conde Bernadotte, Este les comunicó la oferta de Himmler de capitular en todo el frente occidental, pero no en el frente oriental.)
Yo recibí esta noticia, ei 25 de abril, por la mañana, Y convoqué inmediatamente al Gabinete de Guerra,

El intento de rendición separada
Nuestra reacción queda expuesta en el telegrama que cursé al presidente Truman:
«Seguramente habrá recibido usted hace algunas horas desde Estocolmo el informe de su embajador acerca de las conversaciones Bernadotte-Himmler.
Yo convoqué en seguida al Gabinete de Guerra, el cual, aprobó el texto del telegrama que enviamos al mariscal Stalin y que transmitimos igualmente a usted por los conductos habituales. Esperamos que le será a usted posible telegrafiar al mariscal Stalin y a nosotros en el mismo sentido.
Dado que Himmler habla evidentemente en nombre del Estado alemán, tanto como pueda hacerlo el que más, la respuesta que debe dársele por mediación del Gobierno sueco es en principio un asunto que incumbe a las tres potencias, ya que ninguno de nosotros puede entablar negociaciones separadas. Este hecho, sin embargo, no anula en modo alguno la autoridad del general Eisenhower o del mariscal Alexander para aceptar rendiciones locales a medida que se produzcan.»
Bedell Smith
.. En vista de la importancia de aquella oferta alemana de paz y teniendo en cuenta, la experiencia de los recelos rusos a propósito de los contactos en Berna que precedieron a la capitulación de los alemanes en Italia, considero oportuno dejar constancia detallada de nuestra, actitud.

Informe directo a Truman
Aquella noche telefoneé al Presidente y luego dicté la nota que se transcribe a continuación para la subsiguiente reunión del Gabinete;
«Hablé con el presidente Truman a las 8'1O de la noche.
No sabía nada de lo que había ocurrido en Estocolmo. Al preguntarme a qué obedecía mí llamada telefónica, me referí al importante telegrama procedente de la capital sueca. El no había recibido ningún informe del embajador norteamericano allí. Por consiguiente, le leí el texto completo del telegrama de Mallet (el ministro británico en Estocolmo).
Le dije también que estábamos convencidos ele que la capitulación había de ser incondicional y efectuada simultáneamente respecto a las tres grandes potencias. Se mostró plenamente de acuerdo con esto.
Luego le leí el telegrama que yo había enviado, de conformidad con la decisión del Gabinete, al mariscal Stalin, y expresó también su absoluta conformidad con dicha comunicación. Me pidió que se la leyera de nuevo a fin de tomar nota y enviar él en seguida un telegrama parecido a los rusos.

Le comuniqué asimismo los puntos esenciales de la nota que yo había preparado como complemento de nuestro telegrama a Stalin y que va adjunta a la presente. Una hora y media antes de esta conversación yo le había enviado tanto el telegrama dirigido a Stalin; como mi nota complementaria, a fin de que dispusiese del texto escrito.
Me dijo también que esperaba verme pronto, a lo cual le contesté que íbamos a telegrafiarle proponiendo una reunión, de preferencia aquí.
Le dije asimismo que aprobábamos decididamente la actitud que estaba adoptando en cuanto al problema polaco. Esta fue, en esencia, nuestra conversación.»

Correspondencia con Stalin
He aquí él texto de mí nota complementaria dirigida a Stalin:
Del primer ministro británico al mariscal Stalin,
«25 de abril de 1945 El presidente de los Estados Unidos conoce también la noticia. Por lo que al Gobierno de Su. Majestad se refiere, no cabe otra cosa que una rendición incondicional simultánea a las tres grandes potencias.
Creemos debe decirse a Himmler que las fuerzas alemanas, lo mismo individualmente que como unidades armadas, habrán de rendirse en todos los frentes a las tropas o a los representantes aliados en el lugar en que se encuentren.
Hasta que esto ocurra, el ataque de los aliados contra ellas proseguirá con el máximo vigor en todos los puntos y en todos los sectores en que continúe la resistencia.»
Su respuesta fue el mensaje más cordial que recibí nunca de él.
Del mariscal Stalin al primer ministro británico.
«25 de abril, de Gracias por su comunicación del 23 de abril, relativa. a las intenciones de Himmler de capitular en el frente occidental.
Considero que su propuesta de presentar a Himmler una petición de rendición incondicional en todos los frentes, incluyendo el frente soviético, es la única propuesta adecuada. Conociendole a usted no tenia duda alguna de que actuaria en esta forma. Le ruego actúe como queda indicado en su propuesta. Entre interés de nuestra causa común»

Yo contesté en los siguientes términos;
Del primer ministro británico al mariscal Stalin.
«27 de abril de 1945. Me complace vivamente saber que no tenía usted dudas acerca de cómo actuaría y actuaré yo siempre respecto a su gloriosa país y respecto a usted mismo.
La actuación británica y estoy seguro de que también la norteamericana, se atendrá a las lineas por usted aprobadas y nosotros tres seguiremos manteníéndonos informados mutuamente en todo momento.»
Himmler

El trágico fin de Himmler
El conde Bernadotte regresó a Alemania para comunicar a Himmler nuestras intenciones. No se supo nada más del jefe nazi hasta el 22 de mayo, en que fue detenido por los soldados de un puesto británico de control en Bremervorde.
Iba disfrazado y no se le reconoció; pero sus papeles inspiraron, sospechas a los centinelas y fue conducido a un campo de concentración cerca del cuartel general del II Ejército.
Allí reveló al comandante su identidad. • • • . Fue colocado bajo la custodia de una guardia, armada, se le. desnudó y un médico le registró para asegurarse de que no llevaba veneno encima.
Durante la fase final del examen, Hímmler mordió una ampolleta de cianuro que al parecer llevaba oculta en la boca desde hacia algunas horas. Murió casi instantáneamente.
El hecho se produjo el miércoles 23 de mayo, a las once de la noche,
En el Noroeste el drama terminó menos sensacionalmente. El 2 de mayo llegaron noticias de la capitulación en Italia.
Aquel mismo día nuestras tropas ocuparon Lübeck, en el Báltico, estableciendo contacto con los rusos y aislando a todas las fuerzas alemanas acantonadas en Dinamarca y Noruega. El 3 de mayo entramos en Hamburgo sin encontrar resistencia y la guarnición se rindió incondicionalmente.
Una delegación alemana se presentó en el cuartel general de Montgomery, instalado en el bosque de Luneberg. La presidía el almirante Friedeburg, emisario de Boenite, el cual trató de obtener un acuerdo de capitulación que englobase a las tropas alemanas del sector septentrional, incluyendo a las que se hallaban frente a los rusos.
La propuesta fué rechazada por el comandante del grupo de ejércitos (Montgomery), quien declaró que él sólo tenia facultades para aceptar la rendición de las fuerzas directamente opuestas a las suyas.
Friedeburg
Al día siguiente, después de recibir nuevas instrucciones de sus superiores, Friedeburg firmó la capitulación de todas las fuerzas alemanas que se hallaban en el noroeste de Alemania, en Holanda, en las islas, en Schleswig-Holstein y en Dinamarca.
El 6 de mayo, Friedeburg se trasladó al cuartel general de Eisenhower, en Reims, adonde llegó poco después el general Jodl. Hicieron lo posible para ganar tiempo con objeto de que el mayor número posible de soldados y de refugiados pudiesen substraerse a la acción de los rusos y entregarse a los aliados occidentales.
Después trataron de capitular únicamente en el frente occidental. Eisenhower fijó un plazo para que contestaran y exigió una rendición general.
El acta de capitulación total e incondicional fue firmada por el general Bedell Smith y el general Jodl, ante oficiales rusos y franceses como testigos, el 7 de mayo, a las 2'41 de la madrugada.
En virtud de aquella, todas las hostilidades cesaron el 8 de mayo, a medianoche. La ratificación oficial por el Alto Mando alemán se efectuó en Berlín, donde los rusos habían tomado todas las disposiciones necesarias para ello, en la madrugada del 9 de mayo.
El mariscal jefe de aviación Tedder firmó en nombre del general Eisenhower, el mariscal Zukof por los rusos y el mariscal Keitel por Alemania.


Para «tomar la delantera a los rusos»
En un telegrama de fecha 5 de mayo dirigido a Mr. Eden, que estaba en San Francisco, yo le decía:
«En el Norte, Eisenhower envió con gran habilidad un cuerpo de ejército norteamericano para ayudar a Montgomery en su avance sobre Lübeck. Nuestras fuerzas combinadas llegaron allí con doce horas de margen. Se recibieron indicaciones del agregado naval británico en Estocolmo en el sentido de que, según noticias de origen sueco, los rusos habían lanzado paracaidistas a pocos kilómetros al sur de Copenhague y que se había registrado allí actividad comunista.
Luego ha resultado que los paracaidistas eran sólo dos. Procedemos ahora a enviar unos cuantos destacamentos de tropas a Copenhague por vía aérea, y el resto de Dinamarca está siendo ocupado rápidamente por nuestras columnas acorazadas móviles. Creo, por lo tanto, que también allí les tomaremos la delantera a nuestros amigos los rusos...»


Felicitaciones mutuas
En aquella hora de victoria abrumadora yo tenía plena conciencia de las dificultades y peligros que ante nosotros se alzaban; pero hubo por lo menos un breve paréntesis de regocijo.
El Presidente me envió un telegrama de felicitación en el que hacía constar el vivo agradecimiento de su Gobierno por nuestra contribución a la victoria. Yo contesté:
Del primer ministro británico al presidente Truman:
«9 de mayo de 1945 Su mensaje es altamente apreciado por la nación británica, y todas las fuerzas armadas de Su Majestad, de todas las razas  y todas las tierras, lo considerarán como si fuese una distinción ganada en el campo de batalla. Esto será particularmente cierto por lo que se refiere a los grandes ejércitos que han luchado juntos en Francia y Alemania a las órdenes del general Eisenhower y en Italia bajo el mando del mariscal Alexander.
En todos los escenarios de la guerra los nombres de nuestros dos países han sido hermanos de armas...
Permítame decirle lo que ha significado el general Eisenhower para nosotros. En él hemos tenido al hombre que estableció la unidad de los ejércitos aliados por encima de todas las consideraciones de carácter nacional... La unidad llegó a un punto tal, que las tropas británicas y norteamericanas podían ser mezcladas en la línea de fuego y era posible transferir grandes masas de hombres de un mando a otro sin la más mínima dificultad.
En ningún momento de la Historia el principio de alianza entre razas nobles ha sido aplicado y mantenido en tan alto grado. En nombre del Imperio británico y de la Commonwealth expreso a usted nuestra admiración por las dotes de firmeza y clarividencia del general Eisenhower...»



Al salir del «Valle de las Tinieblas».,.
Mi esposa estaba en Moscú por aquellos días. Le pedí, por consiguiente, que transmitiese desde allí mi mensaje.
Del primer ministro a Mrs. Churchill (Moscú):
«8 de mayo de 1945 Convendría que te dirigieses por radio al pueblo ruso mañana miércoles, siempre que el Kremlin de su conformidad. En tal caso, podrías transmitirles de mi parte el siguiente mensaje, respecto al cual, naturalmente, nuestra Embajada debería obtener autorización previa:
«Del primer ministro británico al mariscal Stalin, al Ejército rojo y al pueblo ruso: En nombre de la nación británica os envió las más cordiales felicitaciones por las espléndidas victorias que habéis logrado al rechazar al invasor de vuestro suelo y al aplastar al tirano nazi.
Estoy firmemente convencido de que el porvenir de la humanidad depende de la amistad y la comprensión entre los pueblos británico y ruso. Aquí, en nuestra isla, pensamos mucho en todos vosotros y desde lo hondo de nuestro corazón os enviamos nuestros votos de bienestar y prosperidad, deseando que después de todos los sacrificios y sufrimientos que hemos experimentado juntos en el Valle de las Tinieblas, podamos avanzar bajo el gran sol de la paz victoriosa en un clima de leal camaradería y unión. He rogado a mi esposa que os dirija a todos vosotros estas breves palabras de amistad y admiración.» Comunícame lo que piensas hacer. Con todo mi cariño, W.»
En aquella atmósfera de cordialidad general llegó la respuesta de Stalin. Del mariscal Stalin al primer ministro británico.
«10 de mayo de 194S
MENSAJE DE LOS PUEBLOS DE LA UNION SOVIÉTICA A LAS FUERZAS ARMADAS Y A LOS PUEBLOS DE LA GRAN BRETAÑA
Os envío mi saludo personal, valientes fuerzas armadas británicas y pueblo británico entero, y os felicito de todo corazón por la gran victoria alcanzada sobre nuestro enemigo común: el imperialismo alemán. Esta histórica victoria ha sido lograda por la acción conjunta de los ejércitos soviéticos, británicos y norteamericanos, luchando para liberar a Europa.
Expreso mi confianza en el desarrollo fecundo y dichoso, en la posguerra, de las relaciones amistosas que han cobrado vigor entre nuestros países en el período del conflicto bélico. He encargado a nuestro embajador en Londres que os transmita a todos vosotros mis felicitaciones por la victoria que hemos logrado y que os exprese mis mejores deseos.»

Zukof


La más alta ds las Bendiciones
La rendición incondicional de nuestros enemigos dio la señal para la explosión de júbilo más grande que registra la historia de la humanidad. La segunda guerra mundial había sido librada hasta el último extremo en Europa. Los vencidos tanto como los vencedores experimentaron un alivio indecible.
Mas para nosotros, en la Gran Bretaña y en el Imperio británico, que habíamos sido los únicos en luchar desde el primer día hasta el último, jugándonos la existencia misma en la terrible lid, el fin de las hostilidades tenía una significación mucho más profunda que para nuestros poderosísimos y valientes aliados.
Jadeantes y extenuados, empobrecidos, pero siempre impávidos y ya triunfantes, conocimos un momento de sublime grandeza. Dimos gracias a Dios por la más alta de todas sus bendiciones: el sentimiento de que habíamos cumplido con nuestro deber.

La Vanguardia  15-12-1953


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