divendres, 28 d’abril del 2017

Polaris (I)

HISTORIA Y REALIDAD DE LOS "POLARIS"

EL EQUILIBRIO DEL TERROR EL ARMA NUCLEAR MAS POTENTE DEL DISPOSITIVO ATLÁNTICO CON EL NOMBRE DE «BORSIG», LOS PROYECTILES DISPARADOS DESDE SUBMARINOS FUERON CREADOS POR LOS ALEMANES EN 1942  SU OBJETIVO: ATACAR LAS CIUDADES COSTERAS NORTEAMERICANAS O SEGÚN HITLER, NUEVA YORK ERA OBJETIVO IDEAL PARA UN BOMBARDEO.

Peenemunde


La voz era siempre la misma. Evidentemente, en Cabo Cañaveral, el encargado de la «cuenta atrás» durante el lanzamiento de los cohetes, sean «Júpiter», «Kedstone», «Atlas»,  «Titán»,  o «Saturno», es : siempre el mismo. Un especialista de  timbre metálico que marca el paso: de los minutos como si recitara jacúlatorias. ; Aquella vez entraba en escena un aparato completamente nuevo, el «Polaris», el arma que acopiada al submarino atómico constituye, según los técnicos norteamericanos, la fuerza disuasoria absoluta. Los últimos segundos fueron los más lentos. «Cinco, cuatro, tres, dos, uno... fuego...» La voz del «contador» falló levemente. Siguió un instante de  silencio. Los ojos, de todos se dirigían al mar. Era un mar tranquilo y caliginoso. De pronto, a pocos kilómetros de la orilla, el agua comenzó a burbujear y a inflarse. Se abrió una basta vorágine: el maelstrom descrito por Poe era una broma en comparación con aquello. Del embudo de agua salió un surtidor blanco, una especie de botella con un tapón ahusado. —¡Va! —dijo uno que estaba a mi lado. El proyectil vaciló, se inclinó, permaneció unos instantes suspendido en el aire; luego, en su extremidad, se formó una corona de fuego. Se había puesto en marcha el motor dé la primera fase. El cohete se enderezó y comenzó su carrera hacia el cielo para alcanzar un objetivo constituido por una almadía situada a 2.000 kilómetros de distancia.



DISPARO DESDE CIEN METROS DE PROFUNDIDAD El proyectil que habíamos visto brotar potentemente del agua medía nueve metros y pesaba 15 toneladas. Lo había disparado desde 100 metros de profundidad el submarino atómico «George Washington». Una especie de monstruo marino de 125 metros de eslora. El cohete se elevaba recto en el cielo, dejando detrás una estela blanca. Debajo, el mar había recuperado su calma. Fuera de nuestra vista se produjo el despegue de la primera fase y la puesto en marcha de la segunda. El «Polaris» viajaba a 30.000 kilómetros por hora a altura estratosférica, que hipotéticamente llevaba una carga nuclear más potente que todas las bombas, comprendidas las dos atómicas, lanzadas por la aviación norteamericana durante la segunda guerra mundial. «El lanzamiento —me contó el comandante Kenneth W. Wade, jefe del Estado Mayor del almirante Radborn, director a su vez de la operación "Polaris"— se habia producido mediante la simple presión sobre un botón. Un equino de aire comprimido ha provocado la salida del cohete, cuyos motores han entrado en funcionamiento a 25 metros de la superficie del mar. El sumergible ha sentido una oscilación, pero ni la oscilación del sumergible ni el esfuerzo realizado por el cohete para vencer la resistencia del agua han influido en la precisión de su trayectoria. Hoy el "Polaris" es el arma más mortífera, más segura y más misteriosa que existe. Es una terrible arma de acecho.»

ORIGEN ALEMÁN A decir verdad, hace casi 20 años que existe el «Polaris». Hace dos decenios se le llamaba de una manera diferente, era de otras dimensiones y tenía otra nacionalidad. Su nombre era «Borsig» y no hay ni que decir que formaba parte del arsenal de armas secretas producidas por Alemania cuando la guerra estaba casi terminando. Durante los veinte años transcurridos, el cohete submarino alemán se ha transformado, como es natural, ha crecido en dimensiones y potencia, pero, en resumidas cuentas, los sistemas de lanzamiento y de puesta en marcha fuera del agua son los mismos: aire comprimido para la salida del sumergible y electricidad para la puesta en marcha de los motores. Hoy el «Polaris», alrededor del cual han surgido recientes polémicas a «alto nivel», sirve, según los planes estratégicos de Occidente, para mantener intacto el equilibrio del terror y, por consiguiente, para alejar las probabilidades de una guerra, mientras que ayer debía servir a Hitler para atacar por sorpresa las costas norteamericanas y, de manera particular, Nueva York, que, según el jefe del III Reich, «era una ciudad construida ex profeso para ser bombardeada».

ENTRE LAS BRUMAS DE PEENEMUNDE La historia del «Polaris» recuerda un poco a una novela, al menos por el hecho de que se inicia en un período en que los servicios secretos aliados estaban en agitación por la actividad científica que se desarrollaba en la misteriosa base de Peenemunde, en el mar Báltico. Los ingleses y los norteamericanos sabían poco o nada de lo que sucedía detrás de la pantalla de espesas nieblas del Norte, en una zona rica en canales y pantanos, vigilada por una difusa red de armas automáticas, cañones y aviones de caza. En Peenemunde nacían con gran secreto las armas del futuro, las bombas Volantes y los ingenios teledirigidos que hoy, naturalmente perfeccíonados, constituyen el terrorífico arsenal de Norteamérica y de Rusia. En Peenemunde han cosechado un poco todos los beligerantes, pero de manera particular los soviéticos, los cuales, después de la ocupación de la base de Hitler, han conseguido lanzar una serie de armas teledirigidas derivadas de los prototipos y de los diseños encontrados en los sótanos de aquel centro alemán de investigación de proyectiles autopropulsados. El «Borsig», progenitor del «Polaris», nació en la época en que el Ejército alemán presionaba sobre Stalingrado con la esperanza de hacer saltar la última bisagra de la defensa soviética.

VON BRAUN, UNO DE LOS INVENTORES Era el otoño de 1942. A la altura de Peenemunde cruzaba un submarino que llevaba a bordo un torpedo de nuevo género estudiado para ser lanzado en inmersión. El submarino descendió a 30 metros de profundidad y disparó un pequeño proyectil autopropulsado que después de una rapidísima carrera dio en un blanco a cuatro kilómetros de distancia. Era la primera vez en el mundo que se realizaba tal experimento. Los inventores del aparato eran el científico Ernst Stelnlioff, el «mago de los cohetes» Von Braun y el general del Ejército Walter Dornberger, comandante militar de Peenemunde. El proyectil había sido creado para ser disparado desde el mar sobre los grandes centros de las costas norteamericanas. Los «Borsig» estaban colocados a bordo del submarino de dos maneras diferentes: colocados en jaulas, sobre el puente, o bien introducidos en especiales tubos de lanzamiento dispuestos en el interior de la nave submarina. Una tercera solución era la de las «plataformas submarinas» remolcadas por sumergibles hasta la zona de lanzamiento y luego ancladas en el fondo como ciudadelas submarinas fijas. El «Borsig» tenía un diámetro de 200 milímetros y utilizaba la fuerza de un motor de combustible sólido, considerado desde entonces como mas seguro y menos molesto que el líquido, a base de oxígeno a temperaturas glaciares.
Luigi ROMERSA

La Vanguardia 11-04-1963

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