dissabte, 29 d’abril del 2017

Polaris (II)

HISTORIA Y REALIDAD DE LOS «POLARIS»

EN BUSCA DE UN ARMA EXTRAORDINARIA CUANDO TUVIERON EL «NAUTILUS», LOS NORTEAMERICANOS DECIDIERON BUSCAR UN COHETE ADECUADO AL NUEVO BUQUE « LA MARINA DE LOS ESTADOS UNIDOS HABÍA CALIFICADO A LOS COHETES SUBMARINOS COMO «HECHICERÍAS DE HITLER» • TAMBIÉN EL ALMIRANTE RAEDER HABÍA RECHAZADO EL PROYECTO


Nautilus


Los servicios de información de los Estados Unidos saben que los soviéticos disponen actualmente de cohetes submarinos derivados del «Borsig» alemán, emplazados en buques sumergibles o bien, en plataformas flotantes de cuarenta metros de largo por 25 de alto. Muy semejantes a las proyectadas hace 20 años por la Marina alemana. El peso de las «almadías» soviéticas para el lanzamiento de proyectiles debe de ser de unas 70 toneladas, en cuyo interior deben de situarse una central de tiro y depósitos para el carburante. La inmovilidad de la plataforma estaría garantizada por un p
articular sistema de estabilizadores que garantizarían asi la eficacia del tiro. Las plataformas flotantes serían arrastradas por sumergibles y colocadas en posición de disparo en el transcurso de 30 minutos después de que ios técnicos abandonaran la almadía y regresaran a bordo del submarino dispuesto a patrullar en las proximidades. Los «cajones» inventados por los alemanes se llamaban «Scliwimmweste» y «Teststand 12», y, según su empleo, eran equipados para el lanzamiento de «V-2» o bien cohetes «Borsig» reunidos en grupos de seis.

«PRISIONEROS DE PAZ» Como había sucedido con las armas teledirigidas que Hitler al principio consideró «locuras de visionarios», también el «Borsig», a pesar de la eficacia demostrada durante las numerosas pruebas, fue enviado al archivo. El  gran almirante Raeder y sus consejeros sostenían que la función del sumergible era la de atacar al buque enemigo y no la de sustituir a la artillería de gran alcance, la cual, con las bombas volantes, había ampliado su alcance. Fueron los tres inventores del proyectil submarino, Steinhoff, Von Braun y Dornberger, los que después de la guerra, llevados a Norteamérica como preciados «prisioneros de paz», contaron que habían disparado con éxito, en las aguas del Báltico, una veintena de «Polaris» de entonces. La historia tenía, sin duda, gran, interés. Algún almirante norteamericano !a escuchó con sorpresa, pero la mayor parte de los altos oficiales del Pentágono, apenas oyeron hablar de cohetes y de científicos alemanes, movieron la cabeza diciendo que las brujerías de Hitler merecían solo la hoguera. En verdad, en cuestión de cohetes, la Marina norteamericana tenía ya algo en preparación, pero se trataba de artefactos de poca monta, fabricados a toda prisa con el fin de contestar con cierta eficacia a los mortíferos ataques de los pilotos suicidas japoneses.

PERIODO DE LETARGO Pero terminada la guerra, la industria de los cohetes en Norteamérica entró en letargo porque los hombres de Washington estaban convencidos de que la palabra guerra había sido esta vez borrada del vocabulario de los supervivientes. En alguna base remota y mal equipada se realizaban pruebas con cohetes bastante modestos, como el «Bat», el «Gorgon», el «Lark» y el «Loon». Este último, a los efectos de la estrategia naval, era el más importante porque fue el único que, en febrero de 1947, los técnicos norteamericanos consiguieron disparar desde un sumergible. Se trataba de un cohete «superficie-superficie», como se dice en la jerga técnica, muy semejante a la «V-l» alemana, disparado desde la superficie después de una preparación bastante larga y fatigosa. El submarino que sirvió para esta prueba fue el «Cusk», cuya tripulación, después de un intenso entrenamiento, el 3 de mayo de 1950, ejecutó un lanzamiento e inmediatamente se sumagió, acortando notablemente los tiempos del disparo.

SUMERGIBLES Y ARMAS EXCEPCIONALES Al cohete «Loon» siguió el «Regulus I», provisto de alas y accionado por un turborreactor semejante al de los aviones. Con el submarino «Tunny», equipado para servir de plataforma al «Regulus», la Marina norteamericana consideró realizado un proyecto que algunos definieron como revolucionario mientras que, en efecto, el acoplamiento submarino-cohete resultó un tanto híbrido y poco eficaz.
La historia fantástica de Von Braun y de Steinhoff se había introducido, sin embargo, en el cerebro de algunos almirantes, los cuales la desempolvaron cuando su colega Rickover, después de muchas peleas y de estériles discusiones, consiguió realizar el primer submarino atómico. Con el «Nautilus» el  término «Submarino» cambiaba de significado porque la nueva nave sumergible, a diferencia de las convencionales obligadas a volver a la superficie muchas veces para cargar los acumuladores y para aprovisionarse, podía navegar en inmersión y permanecer en el fondo del mar durante meses y aun años. Existiendo el submarino excepcional había que encontrarle un arma tambien excepcional tanto en la estructura como en la eficacia. En otras palabras, un medio como el «Nautilus» necesitaba un cohete submarino. Hacer digerir semejante idea a los de la Aviación y del Ejército fue tan difícil como convencerlos de que era de noche a mediodía. Decían éstos: «Los peores quebraderos de cabeza acerca de los cohetes los hemos tenido con los sistemas de puntería y dirección. Un error imperceptible puede provocar errores catastróficos. Entre otras cosas, para alcanzar un objetivo a miles de kilómetros de distancia hay que saber, ante todo, dónde está exactamente el Norte. La empresa es ya problemática sobre tierra firme; imaginémosla en el mar y, encima, en un buque zarandeado por las olas. Son locuras, nada más que locuras».

TENTATIVAS EN SERIO El 8 de noviembre de 1955, la Marina y el Ejército decidieron trabajar juntos para realizar un cohete de alcance medio, nuevo respecto a los modélos creados por los alemanes durante la guerra. El trabajo se verificó en el «Redstone Arsenal», de Huntsville, en Alabama, por un grupo de técnicos encabezados por Von Braun, convertido entretanto, junto con otros colaboradores de Peenemunde, en ciudadano norteamericano. De aquí salió el «Júpiter», de combustible líquido, muy espectacular, pero de mecanismo sencillo y i muy práctico. La Marina lo examinó,  pero, tal como había sido ideado, el: «Júpiter» presentaba muchos defectos para su empleo a bordo de submarinos.  Ante todo a causa del propelente ; dado que el oxígeno líquido se evaporaba fácilmente y con la misma facilidad se prendía fuego. El ideal hubiera sido un ingenio de carburante sólido, ¡ pero en 1955, en cuestión de esta clase i de combustibles, Norteamérica estaba todavía en el grado elemental, mientras sus rivales, los rusos, parecía que estaban ya en la Universidad.
Luigi ROMERSA.

La Vanguardia 12-04-1963


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