HISTORIA Y REALIDAD DE LOS «POLARIS»
BODAS DEL SUBMARINO CON EL COHETE ESCUADRAS INMENSAMENTE POTENTES PUEDEN ESCONDERSE BAJO LOS MARES • EL LANZAMIENTO DEL PRIMER «SPUTNIK» RUSO DIO EL IMPULSO DEFINITIVO A LA CONSTRUCCIÓN DE LOS «POLARIS» • UNA OPERACIÓN DE «ALTA CIRUGÍA MECÁNICA» • ASI NACIÓ EL SUBMARINO «GEORGE WASHINGTON.
El almirante William Francis
Raborn, con quien hablé de la historia del «Polaris» durante una
entrevista en el Pentágono, me dijo. —No teníamos otra opción
en aquella época. O el «Júpiter» o nada, y antes que permanecer
cruzados de brazos la Marina creó un centro de estudios con el fin
de modificar, si era posible, el cohete del Ejército o bien crear
uno nuevo, más adaptado a nuestra técnica bélica y a nuestros
medios de ataque. Así nació el Departamento de Proyectos
Especiales, pero se consiguió ponerlo en pie solamente porque estaba
el almirante Arleigh Burke como jefe del Estado Mayor de la Marina.
Burke queria a toda costa los desposorios verdaderos entre el
sumergible y el cohete, mientras que antes se habían contentado con
una especie de matrimonio blanco porque los lanzamientos desde la
superficie quitaban cualquier eficacia, digamos «viril», al buque
submarino. Burke escogió a Raborn y la elección no le decepcionó.
Se trataba de un lobo de mar, de talla atlética, de cabellos rojos,
hasta tal punto, que en el Pentágono le llamaban «Raborn el rojo».
Procedía de Tejas y vio el mar por primera vez cuando a los 18 años,
junto con otros cuatro muchachos de su ciudad, Marlow. había entrado
en la Academia Naval. En cuanto Raborn pudo estudiar y analizar el
«Júpiter», declaró a los colegas del Departamento de Proyectos
Especiales que se le debía descartar, y se atrevió, incluso, a
«meterse» con el famoso científico Edward Teller, el padre de la
bomba de hidrógeno, que defendía el «Júpiter» y apoyaba la tesis
de los que gritaban: «Hundamos la Marina y reforcemos la Aviación y
los cohetes».
LAS ESCUADRAS NAVEGAN BAJO LOS MARES Aquel día, William Raborn, que descendía de una familia de predicadores baptlstas, hizo su mejor predicación. Dijo: . «Los mares ofrecen una potencia defensiva y ofensiva casi ilimitada en caso de guerra nuclear, aunque todos sientan la acuciante necesidad de afirmarse en la estrategia del espacio. Si queremos seguir siendo libres, debemos continuar perfeccionándonos en todos los sectores. Pero mientras bajo el mar pueden esconderse flotas inmensamente potentes, los navios espaciales, comprendidos los más pequeños, serán siempre visibles. No queremos que esas notas sean dirigidas y gobernadas desue cualquier refugio oculto bajo las rocas en cualquier parte de los Estados Unidos, porque también ese refugio podría ser fácilmente destruido.» La tenacidad con que Raborn insistía en tener un artefacto potente y al mismo tiempo invulnerable, le valió por parte de una secta religiosa llamada de la no violencia», el singular sobrenombre de «sacerdote de la violencia».
UN CRÉDITO OPORTUNO Al principio, los fondos a disposición del «grupo de estudio» fueron pocos, pero cuando los soviéticos lanzaron el primer «Sputnik», el Pentágono se despertó y el Gobierno transmitió a Raborn un crédito suplementario de 350 millones de dólares para que acelerase las investigaciones y concluyese los experimentos dentro del plazo fijado, que era 1965. Raborn se consideró salvado. Corrió al lado de Burke y le aseguró que el cohete estaría dispuesto con cinco años de anticipación, pero añadió que, dada la prisa, habría que contentarse con un cohete de 1.900 kilómetros de alcance, en lugar de los 2.400 que se pedían. El jefe del Estado Mayor aceptó y aprobó los planos de la Lockeed Aircraft de un cohete de casi nueve, metros de longitud por 1'37mts de diámetro, de 15 toneladas y derivado de un mosaico de 15.000 elementos, Sesenta fábricas distribuidas por territorio norteamericano se pusieron al trabajo como en tiempo de guerra; el comandante Levermg Smih, experto en carburantes sólidos, sirviéndose de los medios existentes en el establecimiento de Inyokera, había conseguido, entre tanto, fabricar un propelente en forma de pasta más eficaz que el propergol empleado en los cohetes «Júpiter». También echó una mano al almirante .Raborn el secretario de Defensa, Charles E. Wilson, el cual, rompiendo las discusiones con una circular secreta ordenó a la Marina dedicar todos los fondos, para la creación de un arma que, aunque no estaba todavía definida, debía revolucionar la técnica de la guerra bajo los mares.
HOMENAJE A LA ESTRELLA POLAR Un día, hablando con Burke, el almirante Raborn dijo que había encontrado: también el nombre para el nuevo cohete: «Lo llamaremos "Polaris" en homenaje a la estrella polar que ha guiado a generaciones de marinos y también porque existe, desde abril de 1947, una circular que prescribe que los cohetes superficie-superficie deben llamarse con el nombre de una constelación o, cuanda menos, con nombres existentes en el vocabulario astronómico». —Está bien, «Polaris» —contestó Burke. —Recuerde, Raborn, que estamos comprometidos hasta el cuello. Tenemos que triunfar aunque sea a cabezazos. Mientras, por una parte, los científicos especialistas en cohetes trabajaban en torno a un prototipo muy semejante a la versión que luego se convirtió en definitiva, en Groton (Connectliut), en los talleres de la «Electric Boal División», la «General Dynamics Corporation» realizaba los planos de un submarino de nueva concepción capaz de embarcar 16 Polaris». Estaba ya lista la nave submarina «Scorpión», de la clase Skipjatk, con motores atómicos pero de dimensiones inferiores a las exigidas para un submarino lanzacohetes, cuyo desplazamiento debía centrarse alrededor de las 5.600 toneladas.
LITERALMENTE, CORTAR POR LO SANO Para abreviar las etapas se decidió una operación de «alta cirugía mecánica». El buque fue cortado por la mitad y cada una de las dos partes constituyó la proa y la popa de la nueva unidad. En el centro se insertó una sección especial de 76 metros de largo y 9 de ancho, en la que se instaló el depósito de los 16 «Polaris» con otros tantos tubos de lanzamiento. A popa se instaló el aparato propulsor y a proa los alojamientos para las dos tripulaciones y las cámaras de disparo de los torpedos de defensa, . provistas de un instrumento que permite la localización del objetivo. El buque recibió el nombre de «George Washington» y, una vez terminados loa trabajos, vino a costar 100 millones de dólares. Buena parte de estos 100 millones se gastó en aparatos de navegación y lanzamiento, constituidos por calculadoras electrónicas, aparatos de puntería y registradores cuya exactitud alcanza la milésima de segundo.