dilluns, 1 de maig del 2017

Polaris (IV)

HISTORIA Y REALIDAD DE LOS «POLARIS»


CADA PROYECTIL CUESTA 750.000 DOLARES LOS SUBMARINOS PORTADORES DEL ARMA NAVEGAN SIN REFERENCIAS ÓPTICAS NI RADIADAS o BLANCO EN UN OBJETIVO DE 800 METROS DE DIÁMETRO DESDE 5.000 KILÓMETROS DE DISTANCIA


Lo que constituye el gran secreto de los submarinos armados con «Polaris» es un complicado aparato que se llama «Sins», por las Iniciales de las palabras «Ship Inertial Navigation System». El «Sins» es la respuesta a los técnicos que en la fase inicial del proyecto negaron que se pudiese disparar un cohete balístico desde una plataforma en movimiento y, además, sometida al cabeceo y al vaivén provocado por el mar. Con el «Sins», en efecto, el submarino puede navegar en inmersión sin referencias ópticas ni de radio y alcanzar, con extrema precisión, la localidad fijada para el lanzamiento. Latitud y longitud son determinadas con precisión matemática. Otros instrumentos, siempre conectados al «sistema de navegación inercial» miden el cabeceo y el vaivén del buque, y las desviaciones provocadas por las corrientes marinas. Todos estos datos, minuciosamente elaborados, son introducidos a continuación en el cerebro electrónico del cohete, comprendidos los momentos en que el submarino se encuentra fondeado para aprovisionarse o, después de dos años de actividad ininterrumpida, para reponer la carga de uranio que desarrolla una potencia de 31 millones de caballos de vapor por hora.
Raborn

FRACASO INICIAL Y DESQUITE El cohete «Polaris» estuvo listo el 24 de septiembre de 1958 y fue probado «en seco» en el polígono de Cabo Cañaveral. El lanzamiento falló, y después de aquella prueba fallaron también otras. El cohete partía regularmente, pero apenas estaba en el aire, «se volvía loco», o sea, escapaba a las órdenes y había que destruirlo en vuelo. El aparato volvió al taller y, después de investigaciones y experimentos estáticos, se descubrió que cuando el «Polaris» superaba la barrera del sonido, la corriente de aire absorbía el ardor de la descarga, el cual quemaba los mandos del cohete. Pocos kilos de aislante bastaron para eliminar el inconveniente. Las críticas contra Burke y Raborn fueron ásperas; muchos volvieron a habiar del «Júpiter» como de una esperanza arrinconada; hasta el presidente Eisenhower hizo saber a los dos almirantes que censuraba su testarudez. Pero Burke no se dio por vencido y defendió a Raborn, amenazando con una ruidosa dimisión. El desquite se produjo a siete meses de distancia; en efecto, el 20 de abril de 1959. después de 85 disparos en parte negativos, se efectuó el lanzamiento desde el fondo, que compensó de todas sus fatigas a dos hombres que habían creído en la eficacia del «Polaris». El 20 de julio de 1960, se verificó la prueba desde el
sumergible «George Washington», a profundidad de 30 metros, frente a las costas de Florida. A bordo del buque estaba Raborn. Burke, ansioso, se había quedado en Washington. Acabado el experimento, Raborn, con la radio de a bordo, mandó un mensaje a su superior. Decía: «El bautismo del «Polaris» se ha verificado con el agua limpia de los abismos marinos».

UN SUBMARINO POR DENTRO He visto en Groton un submarino lanzacohetes. He entrado en el buque cuyas dimensiones recuerdan la idea de un monstruo. En el centro están los 16 tubos verticales, pintados de un color verde pálido, que contienen otros tantos artefactos de fuerza diabólica. Bajo los tubos hay una esfera de acero que contiene el aire comprimido necesario para el lanzamiento. El «Polaris» es un cohete de dos fases bien visible. Entre la cabeza nuclear y el segundo estadio se nota un pequeño disco de metal con una minuscula cerradura en el centro. La llave está en manos del comandante. Es la llave que slrve para poner la espoleta a la bomba. De regreso de Groton tuve ocasión de hablar largamente con el almirante Raborn. Me dijo que el acoplamiento del sumergible atómico ton el cohete «Polaris» constituía el acontecimiento más importante en el campo de la ciencia militar. Hablamos luego de la potencia y de la precisión del proyectil. Me dijo: «En cuanto a la precisión, recuerde que el «Polaris», en numerosas pruebas, a 2.500 kilómetros de distancia alcanzó un objetivo de 800 metros de diámetro. Con la tercera versión, el «A-3», actualmente el proyectil realiza una trayectoria de casi 5.000 kilómetros. Basta mirar un mapamundi para comprender la importancia de esta arma y ver los puntos que puede alcanzar. No existe rincón del mundo, desde el corazón de la Sibéria a la localidad más remota de China, que no sea alcanzable con los «Polaris». En cuestión de potencia, es lo mismo. Pensemos en la segunda guerra mundial. Berlín fue alcanzada por más de 100.000 bombas, pero no fue borrada del mapa. Con un «Polaris» no habría quedado huella. La cabeza nuclear de este proyectil es más potente que todas las bombas lanzadas durante el pasado conflicto, comprendiendo las dos atómicas que estallaron sobre el Japón». Pregunté en cuánto tiempo un «Polaris» alcanza el objetivo. «En recorrer 3.500 kilómetros —me contestó Raborn— emplea exactamente 17 minutos y desde un submarino puede dispararse uno cada minuto. En mi opinión, hoy, un submarino de la clase «Polaris» equivale a lo que fue la bomba atómica en 1945». Luego afirmó que el submarino «Polaris» tiene como campo de maniobra 150 millones de kilómetros cuadrados de océano, que cada buque submarino puede navegar en inmersión por tiempo indeterminado, que el cohete, por sí sólo, cuesta 750.000 dólares, que en 1965 los submarinos lanzacohetes serán 45, que son construidos 12 al año y que toda la escuadra costará 6.600 millones de dólares, mientras que en los experimentos se han gastado 2.000 millones. Después de una pausa, durante la cual estudió mis reacciones, añadió: «Los «Polaris» que usted ha visto en Groton eran de dos fases, ¿verdad?» Le mire asombrado. El se reía. «De dos fases» — contesté, seguro. «Se equivoca —replicó Raborn—, eran de tres fases, porque la primera, movible y veloz, está representada por el submarino». FIN

La Vanguardia 16-04-1963

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