LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Excesiva dispersión de fuerzas
El mariscal Rundstedt, con sesenta divisiones, ostentaba él mando de toda la «muralla del Atlántico», desde los Países Bajos hasta ei Golfo de Vizcaya, y desde allí a lo largo de la costa meridional francesa. Rommel, a las órdenes de aquél, tenía bajo su mando la zona costera comprendida entre Holanda y el Loira, Su XV Ejército, con diecinueve divisiones, guarnecía el sector Calais-Boulogne, y su VII Ejército tenía nueve divisiones de infantería y una acorazada en Normandía.
Las diez divisiones blindadas de todo el. frente occidental estaban diseminadas entre Bélgica y Burdeos. Es realmente curioso que los alemanes, a la defensiva en aquella sazón, cometieran el mismo error que los franceses en 1940 y tuviesen dispersada su arma más poderosa de contraataque. Cuando Rommel se hizo cargo de su mando a fines de enero, se mostró disconforme con el sistema de defensas que encontró y dedicó toda su energía a mejorarlo en gran manera.
A lo largo de la costa había una linea de fortificaciones de hormigón con excelentes defensas, muchas minas y obstáculos de diversas clases, especialmente debajo de la línea de ¡a pleamar. Había cañones, fijos que apuntaban hacia el mar, y las playas, estaban cubiertas de artíllería de campaña. En tanto que no había una segunda línea completa de defensa, los pueblos de la retaguardia estaban vigorosamente fortificados. Rommel no se sentía satisfecho con las mejoras logradas hasta principios de junio, y si hubiese tenido más tiempo, nuestra tarea habría sido más difícil.
Frutos de la "Guerra mágica"
Nuestro bombardeo, inicial por aire y por mar no destruyó muchas de las fortificaciones de hormigon, pero al aturdir a sus defensores redujo notablemente su fuego e inutilzó prácticamente su «radar». .
El sistema alemán de señales babía quedado totalmente paralizado. Desde Calais hasta Guernsey los alemanes tenían no menos de ciento veinte grandes aparatos de, «radar» para localizar nuestros convoyes y orientar el fuego de sus baterías costeras.
Dichos aparatos estaban agrupados en cuarenta y siete estaciones. Las descubrimos todas y nuestros aviones las atacaron con tanto éxito por medio de proyectiles-cohete, que la víspera del día «D» apenas si funcionaba una sexta parte de ellas. Las que continuaban en servicio fueron inutilizadas en la práctica mediante el ingenioso sistema de tiras de papel de estaño (sistema conocido con el nombre de «ventana» y del que ya he hablado en uno de los anteriores volúmenes de esta obra), que simulaban un convoy con rumbo al este de Fecamp, cerca de El Havre, con lo cual no detectaron los desembarcos, auténticos. Uno de los aparatos de «radar» situado cerca de Caen logró seguir funcionando correctamente y descubrió la proximidad de las unidades navales británicas, pero en la estación central hicieron caso omiso de sus señales porque éstas no fueron corroboradas por ninguna de las otras estaciones. No fue ésta la única amenaza que quedó eliminada.
Estimulado por el éxito que alcanzó dos años antes el conseguir que nuestros servicios de señales no advirtieran el paso por el Canal de la Mancha del «Scharnhorst» y el «Gneisenau», el enemigo había construido muchas más estaciones de desorientación electromagnética para frustrar los esfuerzos tanto de los buques que guiaban a nuestros, cazas nocturnos como de los haces de «radar» de los cuales dependían muchos de nuestros aviones para aterrizar debidamente sin visibilidad.
Pero también dichas estaciones fueron descubiertas, y los aparatos de bombardeo realizaron varias incursiones en masa contra ellas. Todas quedaron destruidas, y nuestros servicios auxiliares de radio y «radar» pudieron funcionar sin inpedimentos.
Es verdaderamente notable el
hecho dé que el gran asalto, planeado durante tanto tiempo,
constituyera para el enemigo una sorpresa lo mismo en el tiempo
que en el espacio.
El Alto Mando alemán había sido informado de que durante el día «D» las condiciones meteorológicas serían demasiado desfavorables para realizar operaciones anfibias, y no había recibido informes recientes de los aviones de reconocimiento respecto a la concentración de nuestros millares de buques a lo largo de la costa inglesa. El 5 de junio, a primera hora, Rommel abandonó su Cuartel General para ir a entrevistarse con Hitler en Berchtesgaden. Sé hallaba, por lo tanto, en Alemania cuando nosotros descargamos el golpe.
En el seno del Alto Mando alemán había habido largas discusiones acerca del frente en que atacarían los aliados. Rundstedt había creído siempre que nuestro ataque principal sería a través del estrecho de Dover, dado que éste era el camino más corto por mar y constituía el acceso más directo al corazón de Alemania.
Rommel estuvo plenamente de acuerdo on él. Sin embargo, parece ser que Hitler y su Estado Mayor habían recibido informes en el sentido de que el campo de batalla principal sería la región de Normandía. Incluso después del desembarco aliado prosiguió la incertidumbre. Hitler perdió todo un día — grave pérdida en aquellos momentos— antes dé decidirse a enviar las dos divisiones blindadas más próximas a reforzar el frente. El Servicio de Información alemán se excedió ampliamente en sus cálculos respecto al número de divisiones y de buques disponibles en Inglaterra.
A su juicio había aún recursos suficientes para efectuar un segundo desembarco en gran escala. Por consiguiente, el de Normandía era a buen seguro no más que un desembarco preliminar y marginal. El 19 de junio Rommel informaba a Von Rundstedt: «...es de temer un desembarco en gran escala en el frente del Canal a ambos lados del cabo Gris Nez (en el estrecho de Dover) o entre el Somme y El Havre», y repitió la advertencia una semana más tarde.
Asi, pues, hasta la tercera semana de julio, o sea seis semanas después del día «D» los alemanes no enviaron reservas del XV Ejército hacia el Sur, procedentes del Paso de Calais, para.que tomasen parte en la batalla. Nuestras medidas de desorientación, lo mismo antes, que después del día «D» habían tendido a crear aquella confusión de ideas. Él éxito de las mismas fue admirable e inflluyó grandemente en el resultado de la batalla.
El Alto Mando alemán había sido informado de que durante el día «D» las condiciones meteorológicas serían demasiado desfavorables para realizar operaciones anfibias, y no había recibido informes recientes de los aviones de reconocimiento respecto a la concentración de nuestros millares de buques a lo largo de la costa inglesa. El 5 de junio, a primera hora, Rommel abandonó su Cuartel General para ir a entrevistarse con Hitler en Berchtesgaden. Sé hallaba, por lo tanto, en Alemania cuando nosotros descargamos el golpe.
En el seno del Alto Mando alemán había habido largas discusiones acerca del frente en que atacarían los aliados. Rundstedt había creído siempre que nuestro ataque principal sería a través del estrecho de Dover, dado que éste era el camino más corto por mar y constituía el acceso más directo al corazón de Alemania.
Rommel estuvo plenamente de acuerdo on él. Sin embargo, parece ser que Hitler y su Estado Mayor habían recibido informes en el sentido de que el campo de batalla principal sería la región de Normandía. Incluso después del desembarco aliado prosiguió la incertidumbre. Hitler perdió todo un día — grave pérdida en aquellos momentos— antes dé decidirse a enviar las dos divisiones blindadas más próximas a reforzar el frente. El Servicio de Información alemán se excedió ampliamente en sus cálculos respecto al número de divisiones y de buques disponibles en Inglaterra.
A su juicio había aún recursos suficientes para efectuar un segundo desembarco en gran escala. Por consiguiente, el de Normandía era a buen seguro no más que un desembarco preliminar y marginal. El 19 de junio Rommel informaba a Von Rundstedt: «...es de temer un desembarco en gran escala en el frente del Canal a ambos lados del cabo Gris Nez (en el estrecho de Dover) o entre el Somme y El Havre», y repitió la advertencia una semana más tarde.
Asi, pues, hasta la tercera semana de julio, o sea seis semanas después del día «D» los alemanes no enviaron reservas del XV Ejército hacia el Sur, procedentes del Paso de Calais, para.que tomasen parte en la batalla. Nuestras medidas de desorientación, lo mismo antes, que después del día «D» habían tendido a crear aquella confusión de ideas. Él éxito de las mismas fue admirable e inflluyó grandemente en el resultado de la batalla.