dilluns, 8 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill (VII)

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En torno a la operación «Yunque»

(En la Conferencia de Teherán, en noviembre de 1943, se habla decidido destilar la resistencia alemana ante la operación «Overlord» — desembarco aliado en la costo de Normandía — mediante un desembarco casi simultáneo en él sur de Francia que habia de recibir el nombre de operación «Yunque».
No era posible, sin embargo, retirar fuerzas de Italia para destinarlas a esta última acción antes de que cayese Roma. Cuando se produjo este acontecimiento, el 4 de junio de 1944, hubo que estudiar de nuevo la situación en su conjunto.)
En Teherán habíamos confiado seriamente en que llegaríamos a Roma a principios de la primavera. Pero en la práctica esto resultó imposible.
Dificultades y aplazamientos
El importante desembarco efectuado en Anzio con objeto de precipitar la caída de la capital italiana había substraído de ocho a diez divisiones alemanas del escenario bélico principal; es decir, más de lo que se esperaba conseguir con la operación «Yunque».
En realidad la acción de Anzio había reemplazado a esta última al lograr la finalidad que con ella se perseguía. A pesar de todo, el proyecto de desembarco en la Riviera siguió adelante como si nada hubiese ocurrido.
La dura lucha registrada había inmovilizado, desde luego, importantes reservas enemigas que de otro modo podían haber ido a Francia, y evidentemente constituyó una ayuda indirecta para la operación «Overlord» en su fase inicial; pero nuestro avance en Italia había sufrido un grave retraso. Otro obstáculo era la escasez de unidades de desembarco. Muchas de ellas habían sido enviadas a Inglaterra para intervenir en la operación «Overlord». No era posible montar la operación «Yunque», hasta que dichas unidades regresaran, y esto dependía de los acontecimientos de Normandía.
Los hechos apuntados habían sido previstos con gran antelación. Ya el 21 de marzo el, general Maitland-Wilson, comandante supremo aliado en el Mediterráneo, señaló que no cabía pensar en iniciar la operación «Yunque» antes de fines de julio. Más adelante aplazó la fecha hasta mediados de agosto y declaró que el mejor medio de contribuir al éxito de «Overlord» era abandonar la idea de atacar por la Riviera y concentrar, en cambio, los esfuerzos en Italia.
Poco después del día «D» llegó a Inglaterra el general Marshall y expuso su preocupación acerca de otro problema. En los Estados Unidos se estaban acumulando enormes contingentes de fuerzas que era preciso mandar cuanto antes al campo de batalla. En aquel entonces no teníamos en nuestro poder más que unas cuantas bahías y puertos menores a lo largo de la costa francesa del canal de la Mancha, y aun cuando Eisenhower tenía intención de conquistar Brest y era de esperar que cayesen también en nuestras manos otros puntos de desembarco en el golfo de Vizcaya si todo iba bien, no podíamos tener la seguridad de ocuparlos, y menos aún acondicionarlos en tiempo útil.
La solución que proponía el general Marshall consistía en conquistar nuevas bases en el Oeste o en el sur de Francia, de preferencia en el Oeste, porque se podía llegar allí con más rapidez desde Norteamérica.
Un proyecta abicioso



Yo comprendía perfectamente todo esto, y durante algün tiempo había pensado en proponer un desembarco en la costa del golfo de Vizcaya partiendo de África del Norte, si bien esto no se podía hacer antes de fines de julio o principios de agosto. Pero me preocupaba igualmente la conveniencia de no frustrar la victoria de Alexander en Italia.
A mi entender lo mejor era no excluir ninguna de las posibilidades indicadas y hacer todos los preparativos necesarios con objeto de actuar en un momento dado en el sentido que se considerase más oportuno. El 14 de junio el Comité Mixto de Jefes de Estado Mayor decidió preparar en el Mediterráneo una operación anfibia, ya fuese en el sur de Francia, en el golfo de Vizcaya o en la parte superior del Adriático.
De momento podía quedar sin decidir el destino que se daría a aquellas fuerzas. Tres días más tarde el general Marshall se trasladó a Italia con objeto de entrevistarse con los altos jefes aliados de aquélla zona.
El general Wilson quedó impresionado al enterarse de que las fuerzas que intervenían en la operación «Overlord» necesitaban más puertos; pero no modificó su punto de vista contrario a la operación «Yunque», y el 19 de junio comunicó al Comité Mixto de jefes de Estado Mayor que seguía creyendo que la mejor contribución al objetivo común era atacar con todos sus recursos a fía de avanzar por el valle del Po. Despuésj con la ayuda de una operación anfibia en la península de Istria, habría interesantes perspectivas de avanzar hacia Austria y Hungría a través del pasillo de Liubliana y asestar un golpe al corazón de Alemania desde otra dirección. Alexander se mostró de acuerdo con este punto de vista.
Puntos de vista inconciliables



El 23 de junio el general Eisenhower recomendó al Comité Mixto de Jefes de Estado Mayor que concentraran nuestras fuerzas para apoyar directamente la batalla decisiva del norte de Francia.
Reconocía que un avance por el pasillo de Liubliana inmovilizaría algunos contingentes de tropas alemanas, pero no obligaría al enemigo a retirar ninguna de sus divisiones de Francia. En cuanto a un desembarco en el golfo de Vizcaya, convenía en que Burdeos estaba más cerca de los Estados Unidos que Marsella, pero sostenía que este último puerto podía ser ocupado con mayor rapidez por las fuerzas que ya estaban en el Mediterráneo y que tal operación abriría un camino directo hacia el Norte para contribuir a la batalla por el Ruhr.
Consideraba urgente por lo tanto, emprender  la operación «Yunque», a expensas, naturalmente, de nuestros ejércitos destacados en Italia, dado que «a mi entender los recursos de la Gran Bretaña y los Estados Unidos no nos permiten mantener dos grandes teatros de operaciones en la campaña de Europa, cada uno de ellos con misiones decisivas».Todos estábamos de acuerdo, desde luego, en que debía darse preferencia a «Overlord»; pero importaba saber en qué forma los ejércitos del teatro de operaciones secundario, Italia, podían contribuir con mayor eficacia a la derrota de Alemania.
Los jefes de Estado Mayor norteamericanos se pronunciaron vigorosamente en favor de la tesis de Eisenhower. Condenaron lo que ellos denominaban «comprometer los recursos del Mediterraneo en operaciones de mayor cuantia en la Italia septentrional y en los Balcanes».
Nuestros jefes de Estado Mayor adoptaron la opinión contraria. El 26 de junio declararon que para las fuerzas aliadas que se hallaban en Italia el mejor medio de ayudar a la operación «Overlord» consistía en destruir a los alemanes que tenían ante si. Para desencadenar la operacion «Yunque» el 13 de agosto había que empezar inmediatamente a retirar fuerzas del frente italiano y antes que desembarcar en la Riviera preferían enviar tropas a  Eisenhower directamente por via marítima.
Señalaban con extraordinara clarividencia «Consideramos que montar la operación « Yunque» con la amplitud suficiente para garantizar su éxito equivaldría a desarmar hasta tal punto las fuerzas de que aun dispone el general Alexandre que en lo sucesivo deberian limitar su actividad a las operaciones de escasa trascendencia»
Insistian en la necesidad de que Alexander realizara a fondo su ofensiva en Italia con objeto de retener y destruir a todas las fuerzas que el enemigo le oponía. Se mostraban de acuerdo en que el general Wilson hiciera cuanto estuviese en su mano para acentuar la amenaza de un ataque

Llamamiento a  Roosevelt



Este conflicto abierto de opiniones, honradamente concebidas y vigorosamente sostenidas por ambas partes, sólo podía ser resuelto, suponiendo que tuviese solución, entre el presidente Roosevelt y yo. Hubo, pues, acto seguido un cruce de telegramas;
«El punto muerto (decía yo el 28 de junio) en que se hallan las deliberaciones de nuestros jefes de Estado Mayor plantea problemas sumamente graves.
Por encima de todo, nuestro deseo es ayudar al general Eisenhower en la forma más rápida y efectiva posible. Pero no creemos que esto haya de entrañar necesariamente la ruina completa de nuestros asuntos en el Mediterráneo, y nos resulta muy duro que se nos exija tal cosa... Le ruego muy seriamente que estudie esta cuestión con carácter personal... Sírvase recordar cómo me habló usted en Teherán acerca de Istria y cómo expuse yo ti problema en la conferencia plenaria...»
Para terminar, resumía mis conclusiones en la forma siguiente para que Roosevelt las estudiara:
«a) Reforcemos «Overlord» directamente, efectuando desembarcos en la costa occidental hasta el límite de nuestras posibilidades.
b) Tengamos en cuenta lo mucho que pueden hacer las fuerzas destacadas en el Mediterráneo y limitémonos a amenazas y pequeñas acciones diversivas para retener al enemigo junto al golfo de Lyón.
c) Dejemos al general Eisenhower todas sus unidades navales de desembarco mientras las necesite para ampliar su campo de operaciones.
d) Garanticemos hasta el máximo las disponibilidades de puertos en la zona de lucha de «Overlord».
e) Decidámonos a no hacer fracasar una gran campaña para atender a otra. Es posible triunfar en ambas.»

El peso de la política interna
La respuesta del Presidente fue rápida y desfavorable. Estaba decidido a proseguir lo que él llamaba «la gran estrategia» de Teherán; es decir: explotar la acción «Overlord» a fondo, efectuar «avances victoriosos en Italia» y desembarcar en seguida en el sur de Francia.
Los Objetivos políticos podían tener importancia; pero las operaciones militares para conseguirlos debían quedar subordinadas a la necesidad de atacar el corazón de Alemania mediante una campaña en Europa. Continuaba diciendo el Presidente:
«Mi interés y mis esperanzas se centran en derrotar a los alemanes que se hallan frente a Eisenhower y penetrar en Alemania, más bien que en limitar esta acción con el fin de, presionar a fondo en Italia.
Estoy convencido de que tendremos fuerzas suficientes en Italia, aun después de retirar trapas destinadas a la operación «Yunque», para arrojar a Kesselring hasta el norte de la línea Pisa-Rímini y mantener dura presión sobre su ejército por lo menos hasta el punto necesario para retener allí las fuerzas de que atora dispone... Podemos — y Wilson lo confirma — retirar inmediatamente cinco divisiones (tres norteamericanas y dos francesas) de Italia en beneficio de la operación «Yunque». Las 21 divisiones restantes, amén de muchas brigadas aisladas, garantizarán sin duda a Alexander la superioridad numérica necesaria.»
Mr. Roosevelt sostenía que un desembarco en el golfo de Vizcaya supondría un despilfarro inútil de buques. Si Eisenhower deseaba más tropas, en los Estados Unidos las había disponibles y no tenía más que pedirlas. Pero sus objeciones contra un ataque a la península de Istria y un avance sobre Viena a través del pasillo de Liubliana ponían de relieve tanto a rigidez de los planes militares norteamericanos como los temores que al propio Presidente inspiraba lo que él llamaba una campaña «en los Balcanes».
Afirmaba que Alexander y Smuts (este último había apoyado la tesis del primero) no tenían en cuenta al parecer dos consideraciones vitales: Que la operación por ellos propugnada infringía los principios de «la gran estrategia», y que su realización exigiría demasiado tiempo y probablemente no podríamos destinar a la misma más allá de seis divisiones.
«No puedo dar mi conformidad (escribía Roosevelt) a la utilización de tropas norteamericanas contra Istria y en los Balcanes, como tampoco puedo imaginar que los franceses estén de acuerdo con la utilización de sus fuerzas a tal efecto...
Por. razones puramente políticas y de orden interior, yo no sobreviviría al más ligero revés que ocurriese en «Overlord» si se supiera que habían sido orientados hacia los Balcanes importantes contingentes de fuerzas.»Ninguno de los que habían intervenido en aquellas discusiones había pensado nunca en enviar tropas a los Balcanes; pero Istria y Trieste constituían posiciones estratégicas y políticas que, como él veía ya muy claramente, podían provocar hondas y, amplias reacciones, sobre todo después de los avances de los rusos.

Una propuesta estéril
En un momento determinado el Presidente sugirió que sometiésemos nuestras respectivas opiniones a la consideración de Stalin. Yo le contesté que no sabía que respondería si le confiábamos la misión de actuar como arbitro.
Desde el punto de vista militar, a buen seguro le interesaría en gran manera que las tropas de Alexander efectuasen un movimiento hacia el Este que, sin penetrar en los Balcanes, afectaría profundamente a todas las fuerzas allí destacadas y que, en conjunción con los ataques que Stalin decidiese realizar sobre Rumania o con Rumania contra Transilvania, podría tener consecuencias de extraordinario alcance. Desde el punto de vista de su política a largo plazo, seguramente preferiría que los ingleses, y los norteamericanos participasen en Francia en los duros combates
Que habían de registrarse aún, y que la Europa oriental, central y meridional cayese naturalmente bajo el dominio soviético. Yo consideraba preferible, no obstante, que resolviésemos al problema por nuestra cuenta y entre nosotros mismos. Estaba seguro de que si hubiésemos podido entrevistarnos personalmente, como yo proponía tan a menudo, habríamos llegado a un acuerdo satisfactorio.

Geometría demasiado elemental



El 2 de julio el Presidente declaró que tanto sus jefes de Estado Mayor como él seguían estando convencidos de que era preciso desencadenar la operación «Yunque» a la mayor brevedad posible y nos rogó que diésemos instrucciones en tal sentido al general Wilson. Añadió que en Teherán él había previsto tan sólo una serie de vigorosas incursiones en Istria si los alemanes iniciaban un repliegue general en el Dodecaneso y en Grecia. Pero esto no había ocurrido aún.
Por lo tanto, la lógica me induce a no dispersar nuestros esfuerzos aplicándolos a un nuevo teatro de operaciones...
Me acuerdo siempre del viejo principio elemental de geometría: «La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos.»
Yo me resigné de momento, y aquel mismo día el general Wilson recibió la orden de desembarcar en el sur de Francia el 15 de agosto. Los preparativos empezaron inmediatamente. Pero he de advertir al lector que la denominación de «Yunque» fue substituida a partir de entonces por la de «Dragón».
Este cambio se efectuó en previsión de que el enemigo se hubiese enterado de lo que significaba el nombre convencional que originalmente habíamos dado a la tan debatida operación. A principios de agosto, empero, se había producido Un cambio notable en el campo de batalla de Normandía y se avecinaban grandes acontecimientos. El día 4 de aquel mes expuse dé nuevo al Presidente la conveniencia de desviar hacia el Oeste las diez divisiones asignadas a la operación «Dragón».
«El curso de los acontecimientos en Normandía y Bretaña, y especialmente las brillantes operaciones del Ejército norteamericano, permiten esperar que toda la península de Bretaña estará en nuestro poder dentro, de poco.
Ruego a usted considere la posibilidad de anular la operación «Dragón» en beneficio del escenario bélico principal, donde las fuerzas destinadas a aquélla estarán en condiciones de desempeñar inmediatamente un importante papel en la gran batalla triunfal en que ahora nos hallamos comprometidos...»


La Vanguardia 12-11-1953

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