dimecres, 31 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill XXX

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL



Inquietudes al borde de la victoria
El presidente Roosevelt falleció en un momento en que se hallaban en la balanza diversas ventajas de orden político y militar.
El frente occidental de Hitler se había hundido. Eisenhower había cruzado el Rin y penetraba profundamente en Alemania y en la Europa central, frente a un enemigo que en algunos puntos resistía fieramente, pero que ya no podía contener el avance de nuestros ejércitos victoriosos.
Al parecer no había nada capaz de impedir que los aliados occidentales tomasen Berlín. Los rusos estaban tan sólo a sesenta kilómetros al Este de la dudad, pero no se hallaban aún dispuestos para atacar. Entre ellos y Berlín se extendía el Oder.
Los alemanes estaban atrincherados ante el rio, y el Ejército rojo había de librar violenta lucha antes de que pudiese forzar el paso de aquella vía fluvial e iniciar su avance.

Las postreras maniobras militares
Viena planteaba otro problema. Nuestras posibilidades de llegar antes que los rusos a aquella antigua capital mediante un avance desde Italia habían sido abandonadas ocho meses antes, cuando las fuerzas de Alexander quedaron desmanteladas en beneficio del desembarco en el sur de Francia. Praga estaba aún a nuestro alcance.
El 25 de abril de 1945 las vanguardias del I Ejército norteamericano procedentes de Leipzig establecieron contacto con los rusos cerca de Torgau, sobre el Elba. Alemania estaba escindida en dos.

El IX y el I Ejércitos se detuvieron frente a los rusos en el Elba y el Mulde. El Ejército alemán se estaba desintegrando ante nuestros ojos. En las tres primeras semanas de abril habían caído en nuestro poder más de un millón de prisioneros, pero Eisenhower creía que los fanáticos nazis intentarían establecerse en las montañas de Baviera y de Austria occidental, y desvió al III Ejército norteamericano hacia el Sur.
El ala derecha de esta unidad, siguiendo el curso del Danubio, llegó a Linz el 5 de mayo y más tarde se encontró con los rusos que subían desde Viena. Su ala izquierda penetró en Checoeslovaquia hasta Budejovice, Pilsen y Karlsbad. Ningún acuerdo anterior le impedía ocupar Praga si la maniobra era posible desde el punto do vista militar.
(El primer ministro británico telegrafió a Mr. Truman el 30 de abril y al general Eisenhower el 7 de mayo señalando la conveniencia de tener esto en cuenta.)
Pero el plan de Eisenhower consistía en detener su avance en la línea general de la margen occidental del Elba y a lo largo de la frontera checoeslovaca de 1937.
Si la situación lo permitía, pensaba cruzarla hasta establecerse en la línea general Karlsbad-Pilsen-Budejovice.
Los rusos aprobaron este proyecto, y el movimiento fue ejecutado. Pero el 4 de mayo los rusos reaccionaron enérgicamente ante una nueva propuesta en el sentido de que el III Ejército norteamericano continuase su avance hasta el río Moldava, que atraviesa Praga. Esto no les convenía en absoluto.
Así, pues, los norteamericanos «se detuvieron mientras el Ejército rojo limpiaba las márgenes oriental y occidental del río Moldava y ocupaba Praga». La ciudad cayó el 9 de mayo, dos días después de la firma de la rendición general en Reims.

Problemas de demarcación  
Churchill-Eisenhower

Yo trataba desde hacía algun tiempo de convencer al Gobierno de los Estados Unidos de las enormes transformaciones que se estaban produciendo tanto en la esfera militar como en la política.
Nuestros ejércitos iban muy luego a penetrar bastante más allá de los límites de nuestras zonas de ocupación, a medida que los frentes aliados occidental y oriental se aproximaban uno al otro, encerrando a los alemanes entre ambos.
Los telegramas que transcribo a continuación demuestran que yo no sugerí nunca que nos volviésemos atrás en lo convenido respecto a las zonas, siempre que los otros acuerdos fuesen también respetados.
Había adquirido la convicción, empero, de que antes de detener el avance de nuestras tropas, y más aún antes de retirarlas, debíamos tratar de encontrarnos con Stalin cara a cara y tener la seguridad de que estábamos absolutamente de acuerdo a propósito de la totalidad del frente.
Consideraba que sería un desastre que nosotros cumpliésemos todos nuestros compromisos con la máxima buena fe y que, en cambio, los Soviets se apoderasen de cuanto les fuese posible, sin tener para nada en cuenta las obligaciones que habían contraído.
El general Eisenhower habla propuesto que si bien los ejércitos procedentes del Oeste y del Este debían avanzar sin tener en cuenta las líneas de demarcación, en los sectores en que los ejércitos hubiesen establecido contacto cada uno de los bandos estaría facultado para solicitar que el otro  se retirase hasta el otro lado de los límites de su zona de ocupación.
Quedaría a discreción de los comandantes de los grupos de ejércitos solicitar y disponer tales retiradas. A reserva de lo que impusiesen las conveniencias tácticas, la retirada se llevaría a efecto.
Yo consideré que la propuesta en cuestión era prematura y que desbordaba las necesidades militares inmediatas.
Envié, por lo tanto, la siguiente nota a los jefes de Estado Mayor para que les sirviera de orientación al discutir la propuesta del general Eisenhower con sus colegas norteamericanos;
«Cuando las fuerzas establezcan contacto y una ves cambiados los saludos preliminares de rigor, deberán permanecer unas frente a otras en sus respectivas posiciones, excepto en los casos en que las operaciones militares que se desarrollen en las cercanias requieran una acción concertada.
Así, por ejemplo, si cruzamos el Elba y avanzamos hacia Berlín o a lo largo de una línea situada entre Berlín y el Báltico, todo lo cual está claramente dentro de la zona rusa, no debemos ceder, por consideraciones de orden militar, el textorio ocupado. Esta es una cuestión de orden estatal que ha de ser estudiada entre los tres Gobiernos y que está relacionada con lo que hagan los rusos en el Sur, donde pronto habrán ocupado no sólo Viena, sino toda Austria.

No ha de haber tanta prisa en retirarnos de un territorio que hemos ocupado como para que no sea posible esperar los pocos días necesarios para que sean consultados los Gobiernos de Washington y Londres.
Concedo gran importancia a esto y no puedo dar mi conformidad a que asuntos de esta naturaleza sean decididos en una esfera militar. Deben ser sometidos al Presidente y a mi...»

Un asunto enojoso
El fallecimiento del presidente Roosevelt el 12 de abril me indujo a buscar el apoyo de los jefes de Estado Mayor para someter de nuevo todo el problema de las zonas a la consideración de su sucesor.
Del primer ministro británico al presidente Truman.
«18 de abril de 1945  Los ejércitos norteamericanos no tardarán en establecer contacte con las fuerzas soviéticas. Los nuestros lo han hecho ya. Conviene dar cuanto antes instrucciones al comandante supremo acerca de la forma en que es preciso actuar, A mi entender, existen dos zonas:
a) La zona táctica, en la que nuestras tropas deben mantenerse en la línea del frente que hayan alcanzado, a menos que se concierte un acuerdo para un mejor despliegue táctico contra la subsiguiente resistencia del enemigo.
Esto debe disponerlo el comandante supremo a través de nuestros representantes militares en Moscú, o bien, si así conviene, en las propias líneas del frente de combate. El Consejo mixto de jefes de Estado Mayor tiene ya en estudio las instrucciones necesarias para cubrir esta fase.
b) La zona de ocupación, que yo convine con el presidente Roosevelt de acuerdo con el dictamen de los Altos Estados Mayores, A mi juicio dicha zona debe ser ocupada al cabo de un tiempo a partir del día «V. E.» (Victoria en Europa), cuando éste sea proclamado, y deberemos retirarnos con dignidad de los territorios mucho más vastos que las tropas aliadas han conquistado gracias a su audacia y su vigor.
Estoy absolutamente dispuesto a respetar las zonas de ocupación, pero no deseo que nuestras tropas aliadas o sus fuerzas norteamericanas sean obligadas a retirarse mediante una seca orden de un general ruso con mando local.
Hay que tomar las medidas para que esto no ocurra, mediante un acuerdo intergubernamental, dejando un cierto margen a Eisenhower para que decida sobre el terreno en cada uno de los casos.
Las zonas de ocupación fueron definidas un tanto apresuradamente en Quebec, en septiembre de. 1944, cuando no era posible prever que los ejércitos del general Eisenhower efectuarían una penetración tan honda en Alemania. Las zonas sólo pueden ser modificadas mediante un acuerdo con los rusos. Pero cuando llegue el día «V. E.» hemos de procurar establecer la Comisión aliada de control en Berlín y debemos insistir en que se proceda a una distribución lógica de los víveres producidos en Alemania, entre todas las partes del país.
Tal como está ahora la situación, la zona de ocupación rusa es la menos poblada y en cambio, es con mucho la que produce más alimentos.
La zona norteamericana tiene una proporción no muy satisfactoria de víveres con respecto a la población allí existentes, y nosotros, los pobres ingleses, hemos de ocupar todo el destrozado Ruhr y grandes distritos fabriles, que son, como lo somos nosotros mismos, en época normal grandes importadores de alimentos.
Sugiero que este enojoso asunto sea resuelto en Berlín por la Comisión aliada de control antes de que abandonemos las posiciones tácticas que hemos alcanzado ahora...»

Para ahorrar «discusiones ulteriores»
Mr. Eden estaba en Washington y se mostró plenamente de acuerdo con las indicaciones que le telegrafié.
Del primer ministro a Mr. Eden (Washington).

«19 de abril de 1945 Lo que sigue es exclusivamente para conocimiento de usted. Parece ser que los aliados occidentales no están en condiciones de abrirse paso hasta Berlín con carácter inmediato.
Los rusos tienen dos millones y medio de hombres en el sector del frente que se halla al otro lado de la ciudad. Los norteamericanos tienen sólo sus vanguardias, unas veinticinco divisiones, que cubren un frente inmenso y en muchos puntos están en lucha con los alemanes... Se considera de la máxima importancia que Montgomery tome Lübeck lo más pronto posible y que disponga de un cuerpo de ejército norteamericano adicional para reforzar sus movimientos si lo necesita.
Truman-Churchill

Nuestra llegada a Lübeck antes que nuestros amigos rusos procedentes de Stettin ahorraría muchas discusiones ulteriores. No hay razón alguna para que los rusos ocupen Dinamarca, que es un país que ha de ser liberado y al cual hay que devolver su soberanía. Nuestra posición en Lübeck, si ocupamos la ciudad, sería decisiva en este asunto.»

Esfuerzos vanos
La respuesta de Mr Truman, sin embargo, sirvió de poco. Proponía que las tropas aliadas se retirasen a sus zonas de ocupación convenidas en Alemania y Austria en cuanto la situación militar lo permitiese, y pedía mi opinión acerca de un proyecto de telegrama a Stalin en este sentido. El 27 de abril, después de un cruce de correspondencia con el Presidente, envié a Stalin el siguiente telegrama:
«Los ejércitos anglo norteamericanos no tardarán en establecer contacto en Alemania con las fuerzas soviéticas, y el próximo fin de la resistencia alemana impone la necesidad de que los Estados Unidos, la Gran Bretaña y la Unión Soviética establezcan un procedimiento ordenado pan la ocupación por sus fuerzas de las zonas que les corresponderá ocupar en Alemania y en Austria.

Nuestra tarea inmediata es la derrota final del Ejército germano. Durante este período los límites entre las fuerzas de los tres aliados deben ser decididos por los comandantes militares en el terreno de lucha y se regirán par las consideraciones y las necesidades tácticas.
Es inevitable que nuestros ejércitos se encuentren en esta fase final ocupando territorios situados más allá de los límites de sus zonas definitivas de ocupación. Cuando haya terminado la lucha, será preciso establecer las Comisiones aliadas de control en Berlín y Viena y proceder a la redistribución de las fuerzas aliadas y a su acantonamiento en sus respectivas zonas de ocupación.
La demarcación de las zonas de Alemania ha sido ya convenida y es necesario que en la próxima reunión en Viena propuesta por ustedes lleguemos sin demora a un acuerdo sobre las zonas que deben ser ocupadas en Austria... A fin de atender las necesidades de la situación antes aludida, es decir, los acuerdos provisionales y de carácter inmediato para las zonas tácticas, se han cursado al general Eisenhower las instrucciones oportunas.
Son las siguientes:
a) Con objeto de evitar confusiones entre ambos ejércitos e impedir que cualquiera de ellos se extienda por sectores ya ocupados por el otro, ambos bandos deberán detenerse cuando establezcan contacto, teniendo en cuenta los ajustes a retaguardia o en los flancos que sea necesario efectuar, en opinión de los dos jefes de sector de ambos bandos, a fin de hacer frente a toda eventual oposición enemiga subsiguiente.
b) En cuanto a la distribución de fuerzas después de la cesación de las hostilidades en un sector determinado, sus tropas deberán ser situadas de acuerdo con las exigencias militares, sin tener en cuenta los límites de zonas.
Deberá usted, dentro de lo que permita la urgencia de la situación, obtener la aprobación del Consejo mixto de jefes de Estado Mayor antes de proceder a ningún ajuste de gran volumen, en contraste con los ajustes de carácter local por razones administrativas y tácticas. Conviene que dé usted instrucciones similares a sus subordinados en el campo de operaciones.»
Envío este telegrama a usted y al presidente Truman simultáneamente.
La respuesta de Stalin fue cautelosa.
Del mariscal Stalin al primer ministro británico.
«2 de mayo de 1945 He recibido su telegrama del 27 de abril relativo al procedimiento a seguir para la ocupación de Alemania y Austria por el Ejército rojo y las fuerzas armadas anglo norteamericanas. Por mi parte he de informar a usted que el Alto Mando soviético ha cursado instrucciones en el sentido de que cuando las fuerzas soviéticas y aliadas se encuentren, el mando soviético deberá establecer inmediatamente contacto con el mando de las fuerzas norteamericanas o inglesas y que mediante acuerdo mutuo deberán:

a) Definir una línea provisional limítrofe de demarcación táctica, y
b) Adoptar medidas para suprimir toda oposición de las fuerzas alemanas dentro de su línea provisional de demarcación.»

Conflicto interaliado en Viena 
Churchill-Anthony Eden


No hacía mucho tiempo que los rusos estaban en Viena, cuando ya tuvimos ocasión de apreciar lo que ocurriría en una zona ocupada por ellos.
Anunciaron que había sido constituido un Gobierno provisional austríaco y se negaron a permitir que nuestras misiones se trasladaran a aquella capital. Todo esto me hizo temer que estaban explotando deliberadamente su presencia allí para organizar el país antes de que llegáramos nosotros.
En consecuencia, el 30 de abril telegrafié a Mr. Truman en los siguientes términos: «Me parece que si nosotros dos no adoptamos ahora una actitud enérgica, nos resultará muy difícil ejercer influencia alguna en Austria durante el período de su liberación del dominio nazi.
Le ruego me diga si está dispuesto a cursar conjuntamente conmigo al mariscal Stalin un telegrama redactado como sigue: «Nos ha causado grave preocupación el informe recibido de nuestro encargado de Negocios en Moscú en el que señala que, a pesar de la invitación dirigida por usted a Mr. Harriman el 13 de abril, el Gobierno soviético no da ahora su conformidad a que las misiones aliadas se trasladen a Viena hasta que se haya llegado a un acuerdo en la Comisión Consultiva Europea a propósito de las respectivas zonas de ocupación en Viena y el mecanismo provisional de control.
También nos ha sorprendido desagradablemente el anuncio del establecimiento en Viena de un Gobierno provisional austríaco, a pesar de nuestra petición de que se nos diera tiempo para estudiar el asunto.
Siempre hemos considerado que el trato que debe darse a Austria, lo mismo que a Alemania, es un asunto de incumbencia común de las cuatro potencias que han de ocupar y controlar aquellos países.
Consideramos esencial que se permita a los representantes británicos, norteamericanos y franceses trasladarse inmediatamente a Viena a fin de que informen sobre la situación allí existente, sin esperar a que se llegue a un acuerdo definitivo en la Comisión Consultiva Europea sobre los problemas relativos a la ocupación y control del país, y en especial de la propia Viena.
Esperamos que cursará usted al mariscal Tolbujin las instrucciones necesarias para que las misiones aliadas puedan trasladarse sin pérdida de tiempo a Viena desde Italia.» El 3 de mayo el presidente Truman contestó que estaba completamente de acuerdo con mi telegrama y que él mismo enviaba una protesta al Gobierno soviético.

Esta protesta recordaba a los rusos que Stalin había sugerido que unos delegados norteamericanos, británicos y franceses fuesen a Viena en seguida para fijar allí las zonas de ocupación.
Tolbujin

Se habían tomado ya todas las disposiciones necesarias para el viaje de los delegados, y de pronto el Gobierno soviético salía diciendo que la llegada de los mismos a la capital austríaca «no era deseable» hasta que la Comisión Consultiva Europea se hubiese puesto de acuerdo respecto a las zonas de ocupación.
Dicha Comisión no había podido terminar sus tareas, en parte por falta de información. El único medio de obtenerla consistía en estudiar el problema sobre el terreno, pero la negativa soviética a autorizar el mencionado viaje paralizaba los trabajos de la Comisión.
Mr. Truman terminaba su telegrama pidiendo al Gobierno soviético que permitiese a los representantes aliados trasladarse a Viena en seguida. Estas gestiones fueron totalmente ineficaces.

La Vanguardia  13-12-1953


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