LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Yalta: Polonia, una y otra vez
(En lo sesión plenaria del 8
de febrero, en Yalta, había dicho Stalin que los miembros del
Gobierno comunista polaco formado en Lublin eran, populares por el
hecho de haber permanecido en Polonia durante la ocupación
alemana, mientras que el Gobierno exilado en Londres no gozaba de
simpatías en el país.)
La liberación de Polonia por
las tropas soviéticas, declaró Stalin, fue un gran acontecimiento
para el país e hizo cambiar totalmente el panorama interno.
Era bien sabido que los polacos no querían a los rusos, porque éstos hábian contribuido tres veces al reparto de Polonia.
Pero el avance de las tropas soviéticas y la liberación del país habían transformado radicalmente sus puntos de vista. Había desaparecido el antiguo resentimiento, cediendo el paso a la buena voluntad y aun, al entusiasmo respecto a los rusos,
Las elecciones, máxima preocupación
Era bien sabido que los polacos no querían a los rusos, porque éstos hábian contribuido tres veces al reparto de Polonia.
Pero el avance de las tropas soviéticas y la liberación del país habían transformado radicalmente sus puntos de vista. Había desaparecido el antiguo resentimiento, cediendo el paso a la buena voluntad y aun, al entusiasmo respecto a los rusos,
Las elecciones, máxima preocupación
Stalin dijo que tenía la
impresión de que la población polaca consideraba la expulsión de
los alemanes como un gran, acontecimiento patriótico en la vida
nacional y estaba asombrada ante el hecho de que el Gobierno polaco
de Londres no tomase parte alguna en tan fausta celebración.
Veía desfilar por las calles a los miembros del Gobierno provisional, pero se preguntaba dónde estaban los polacos de Londres. Esto minaba el prestigio del Gobierno exilado en Inglaterra y explicaba por qué el Gobierno provisional, aun sin estar compuesto de hombres eminentes, gozaba de gran popularidad.
Stalin creía que no era posible pasar por alto estos hechos si queríamos comprender los sentimientos del pueblo polaco.
Yo había dicho que temía que terminase la conferencia sin que se hubiese concertado un acuerdo. ¿Qué debía hacerse, por consiguiente? Los distintos Gobiernos poseían información diferente y deducían de ella conclusiones asimismo diversas.
Quizá lo primero que convenía hacer era convocar a los polacos de los diferentes campos y escuchar sus argumentos.
Existía un claro descontento, prosiguió, porque el Gobierno polaco de Varsovia no había salido de las urnas. Desde luego, era preferible que sus poderes dimanasen de unas elecciones libres, pero la guerra habla impedido hasta entonces toda consulta de ese género.
No obstante, estaba próximo el día en que sería posible celebrar elecciones. Hasta entonces debíamos tratar con el Gobierno provisional, como habíamos tratado, por ejemplo, con el Gobierno del general De Gaulle en Francia, que tampoco había salido de las urnas. Si abordábamos el asunto sin prejuicios, a buen seguro encontraríamos una base de discusión.
La situación no era tan trágica como yo imaginaba, y el problema podía ser resuelto si no se concedía excesiva importancia a las cuestiones secundarias y nos concentrábamos en los puntos esenciales. — ¿Dentro de cuánto tiempo — pregunté al Presidente — será posible celebrar, elecciones? — De aquí a un mes — repuso Stalin—, a menos que se produzca alguna catástrofe en el frente, lo cual es poco probable.
Yo dije que esto, naturalmente, nos tranquilizaría y nos permitiría apoyar sin reservas a un Gobierno elegido libremente; pero no debíamos pedir nada que pudiese constituir una rémora para las operaciones militares. Estas se hallaban por encima de todo. No obstante, si era posible conocer la voluntad del pueblo polaco en tan breve espacio de tiempo, o aunque fuese en el término de dos meses, la situación cambiaría por entero y nadie podría ya formular objeciones.
Acordamos, pues, encargar a nuestros ministros de Asuntos Exteriores que deliberasen sobre el particular. Estos se reunieron, en efecto, el 9 de febrero, al mediodía, Pero no lograron entenderse.
Veía desfilar por las calles a los miembros del Gobierno provisional, pero se preguntaba dónde estaban los polacos de Londres. Esto minaba el prestigio del Gobierno exilado en Inglaterra y explicaba por qué el Gobierno provisional, aun sin estar compuesto de hombres eminentes, gozaba de gran popularidad.
Stalin creía que no era posible pasar por alto estos hechos si queríamos comprender los sentimientos del pueblo polaco.
Yo había dicho que temía que terminase la conferencia sin que se hubiese concertado un acuerdo. ¿Qué debía hacerse, por consiguiente? Los distintos Gobiernos poseían información diferente y deducían de ella conclusiones asimismo diversas.
Quizá lo primero que convenía hacer era convocar a los polacos de los diferentes campos y escuchar sus argumentos.
Existía un claro descontento, prosiguió, porque el Gobierno polaco de Varsovia no había salido de las urnas. Desde luego, era preferible que sus poderes dimanasen de unas elecciones libres, pero la guerra habla impedido hasta entonces toda consulta de ese género.
No obstante, estaba próximo el día en que sería posible celebrar elecciones. Hasta entonces debíamos tratar con el Gobierno provisional, como habíamos tratado, por ejemplo, con el Gobierno del general De Gaulle en Francia, que tampoco había salido de las urnas. Si abordábamos el asunto sin prejuicios, a buen seguro encontraríamos una base de discusión.
La situación no era tan trágica como yo imaginaba, y el problema podía ser resuelto si no se concedía excesiva importancia a las cuestiones secundarias y nos concentrábamos en los puntos esenciales. — ¿Dentro de cuánto tiempo — pregunté al Presidente — será posible celebrar, elecciones? — De aquí a un mes — repuso Stalin—, a menos que se produzca alguna catástrofe en el frente, lo cual es poco probable.
Yo dije que esto, naturalmente, nos tranquilizaría y nos permitiría apoyar sin reservas a un Gobierno elegido libremente; pero no debíamos pedir nada que pudiese constituir una rémora para las operaciones militares. Estas se hallaban por encima de todo. No obstante, si era posible conocer la voluntad del pueblo polaco en tan breve espacio de tiempo, o aunque fuese en el término de dos meses, la situación cambiaría por entero y nadie podría ya formular objeciones.
Acordamos, pues, encargar a nuestros ministros de Asuntos Exteriores que deliberasen sobre el particular. Estos se reunieron, en efecto, el 9 de febrero, al mediodía, Pero no lograron entenderse.
Sin embargo, cuando la
conferencia se reunió de nuevo en sesión plenaria a las cuatro de
la tarde, Molotof presentó unas nuevas propuestas que estaban mucho
más cerca del proyecto norteamericano.
El Gobierno de Lublin había de ser «reorganizado sobre una base democrática más amplia, con inclusión de dirigentes demócratas escogidos dentro de la propia Polonia, así como entre los que viven en .el extranjero.» Molotof estudiaría con los embajadores británico y norteamericano en Moscú la forma en que habría de hacerse esto. Una vez reorganizado, el Gobierno de Lublin se comprometería a celebrar elecciones libres a la mayor brevedad posible y entonces nosotros reconoceríamos al Gobierno quo saliese de las urnas, fuese cual fuere.
El Gobierno de Lublin había de ser «reorganizado sobre una base democrática más amplia, con inclusión de dirigentes demócratas escogidos dentro de la propia Polonia, así como entre los que viven en .el extranjero.» Molotof estudiaría con los embajadores británico y norteamericano en Moscú la forma en que habría de hacerse esto. Una vez reorganizado, el Gobierno de Lublin se comprometería a celebrar elecciones libres a la mayor brevedad posible y entonces nosotros reconoceríamos al Gobierno quo saliese de las urnas, fuese cual fuere.
Mr. Stettinius había
expresado el deseo de obtener la promesa escrita de que los tres
embajadores en Varsovia podrían observar de cerca el curso de las
elecciones y dar fe de que realmente eran libres y sin amaños; pero
Molotof se opuso a esto, porque, seguro dijo, ofendería a los
polacos.
Con esta reserva y unas cuantas modificaciones de menor cuantía, aceptaba el plan norteamericano. Esto constituía un notable avance, y así lo hice constar, pero consideré que tenía el deber de formular una advertencia de caracter general. Aquélla había de ser la penúltima de nuestras reuniones.
Reinaba una atmósfera de Inteligencia mutua, pero existía tambien el deseo de poner el pie en el estribo y emprender el regresa a casa. Declaré que no podíamos permitirnos el lujo de tratar de resolver con prisas aquellos problemas tan importantes y correr el riesgo de perder todos los frutos de la conferencia por falta de otras veinticuatro horas.
Era necesario que las decisiones no tuviesen un carácter de apresuramiento. Aquellas jornadas podían muy bien ser consideradas entre las más importantes de nuestra vida, Mr. Roosevelt dijo que las diferencias entre nosotros y los rusos eran a la sazón en buena parte una cuestión de palabras y matices, pero tanto él como yo deseábamos en gran manera que las elecciones fuesen realmente honradas y libres.
Yo indiqué a Stalin que estábamos en una clara situación de inferioridad habida cuenta de la escasa información que teníamos acerca de lo que estaba ocurriendo dentro de Polonia, a pesar da la cual nos veíamos obligados a tomar decisiones de gran responsabilidad.
Me constaba, por ejemplo, que entre los polacos existían gravísimas disensiones y que el Gobierno de Lublin había afirmado abiertamente que juzgaría como traidores a todos los miembros del Ejército interior y del movimiento clandestino.
Esto me causaba profunda inquietud. Claro que por encima de todo estaba la seguridad del Ejército rojo, pero rogué a Stalin que comprendiera nuestras dificultades. El único medio que tenía el Gobierno británico de saber con exactitud lo que sucedía dentro de Polonia consistía en hacer que unos cuantos individuos arriesgados se lanzasen en paracaidas. en el interior del territorio y en hacer salir de allí a determinados elementos del movimiento clandestino; pero no nos era grato informarnos por ese sistema.
Discusiones y forcejeos
Con esta reserva y unas cuantas modificaciones de menor cuantía, aceptaba el plan norteamericano. Esto constituía un notable avance, y así lo hice constar, pero consideré que tenía el deber de formular una advertencia de caracter general. Aquélla había de ser la penúltima de nuestras reuniones.
Reinaba una atmósfera de Inteligencia mutua, pero existía tambien el deseo de poner el pie en el estribo y emprender el regresa a casa. Declaré que no podíamos permitirnos el lujo de tratar de resolver con prisas aquellos problemas tan importantes y correr el riesgo de perder todos los frutos de la conferencia por falta de otras veinticuatro horas.
Era necesario que las decisiones no tuviesen un carácter de apresuramiento. Aquellas jornadas podían muy bien ser consideradas entre las más importantes de nuestra vida, Mr. Roosevelt dijo que las diferencias entre nosotros y los rusos eran a la sazón en buena parte una cuestión de palabras y matices, pero tanto él como yo deseábamos en gran manera que las elecciones fuesen realmente honradas y libres.
Yo indiqué a Stalin que estábamos en una clara situación de inferioridad habida cuenta de la escasa información que teníamos acerca de lo que estaba ocurriendo dentro de Polonia, a pesar da la cual nos veíamos obligados a tomar decisiones de gran responsabilidad.
Me constaba, por ejemplo, que entre los polacos existían gravísimas disensiones y que el Gobierno de Lublin había afirmado abiertamente que juzgaría como traidores a todos los miembros del Ejército interior y del movimiento clandestino.
Esto me causaba profunda inquietud. Claro que por encima de todo estaba la seguridad del Ejército rojo, pero rogué a Stalin que comprendiera nuestras dificultades. El único medio que tenía el Gobierno británico de saber con exactitud lo que sucedía dentro de Polonia consistía en hacer que unos cuantos individuos arriesgados se lanzasen en paracaidas. en el interior del territorio y en hacer salir de allí a determinados elementos del movimiento clandestino; pero no nos era grato informarnos por ese sistema.
Discusiones y forcejeos
¿Cómo resolver este problema sin estorbar en modo alguno los movimientos de las tropas soviéticas? ¿Era posible conceder facilidades a los ingleses (y a los norteamericanos, naturalmente) para que viesen la forma en que se solucionaban aquellas discordias entre los polacos?.
Tito habia dicho que cuando se celebrasen elecciones en Yugoeslavia, él no tendría inconveniente en que se trasladasen allí observadores rusos, británicos y norteamericanos para que informaran imparcialmente al mundo de que la consulta se había llevado a cabo con honradez.
En cuanto a Grecia, el Gobierno de Su Majestad acogería gustoso a los observadores norteamericanos, rusos y británicos para que tuviesen la seguridad de que las elecciones se realizaban tal como el pueblo quería.
En Italia se plantearía la misma cuestión. La fórmula británica era idéntica a la propugnada para Grecia. Señalé que no era posible exagerar la importancia que tenía el hecho de velar por la pureza de las elecciones.
Por ejemplo, ¿podría Mikolajczyk regresar a Polonia y organizar su partido antes de las elecciones? «Eso tendrán que estudiarlo los embajadores y M. Molotof cuando se reúnan con los polacos», dijo Stalin. A lo cual repuse: «Yo he de estar en medida de asegurar a la Cámara de los Comunes que las. elecciones se realizarán con toda libertad y honradez.» Stalin subrayó que Mikolajezyk pertenecía al Partido Agrario, el cual, como no era un partido fascista, podría tomar parte en las elecciones y presentar sus candidatos. Yo hice observar que esto sería aún más seguro si el Partido Agrario estaba ya representado en el Gobierno polaco Stalin convino en que en el Gobierno debía figurar un representante de dicha fracción política.
Yo dije entonces que era preciso dejar de momento el asunto como estaba y expresé al mismo tiempo la esperanza de que no había ofendido a nadie con mis palabras, pues en modo alguno habla sido esa mi intención. — Nos queda por oír a los polacos—contestó Stalin.
Yo señalé que deseaba estar en condiciones de hacer aprobar por el Parlamento la cuestión de la frontera oriental y creía que ello me sería posible si el Parlamento tenía la seguridad de que se había dado ocasión a los polacos de decidir por si mismos lo que querían. ---Entre ellos hay personas excelentes — comentó-Stalin—. Son buenos combatientes y. han tenido algunos sabios y músicos notables, pero son muy pendencieros. — Lo único que yo quiero — repliqué —es que todos los sectores puedan hacer oír sus opiniones sin temor. -—Las elecciones — intervino el Presidente — deben estar por encima, de toda sospecha, como la mujer de César. Yo deseo poder dar al mundo alguna clase de garantía a este respecto; pues no querría que nadie pudiese poner en tela de juicio la sinceridad de la consulta electoral.
Es más bien una cuestión de buena política que de principio. — Me temo — dijo Molotof — que si adoptamos el proyecto norteamericano, los polacos tendrán la impresión de que desconfiamos de ellos. Será mejor que discutamos el asunto con ellos. A mí no me satisfacía esto, y decidí plantear de nuevo el problema a Stalin más adelante. La ocasión se presentó al día siguiente.
Tito habia dicho que cuando se celebrasen elecciones en Yugoeslavia, él no tendría inconveniente en que se trasladasen allí observadores rusos, británicos y norteamericanos para que informaran imparcialmente al mundo de que la consulta se había llevado a cabo con honradez.
En cuanto a Grecia, el Gobierno de Su Majestad acogería gustoso a los observadores norteamericanos, rusos y británicos para que tuviesen la seguridad de que las elecciones se realizaban tal como el pueblo quería.
En Italia se plantearía la misma cuestión. La fórmula británica era idéntica a la propugnada para Grecia. Señalé que no era posible exagerar la importancia que tenía el hecho de velar por la pureza de las elecciones.
Por ejemplo, ¿podría Mikolajczyk regresar a Polonia y organizar su partido antes de las elecciones? «Eso tendrán que estudiarlo los embajadores y M. Molotof cuando se reúnan con los polacos», dijo Stalin. A lo cual repuse: «Yo he de estar en medida de asegurar a la Cámara de los Comunes que las. elecciones se realizarán con toda libertad y honradez.» Stalin subrayó que Mikolajezyk pertenecía al Partido Agrario, el cual, como no era un partido fascista, podría tomar parte en las elecciones y presentar sus candidatos. Yo hice observar que esto sería aún más seguro si el Partido Agrario estaba ya representado en el Gobierno polaco Stalin convino en que en el Gobierno debía figurar un representante de dicha fracción política.
Yo dije entonces que era preciso dejar de momento el asunto como estaba y expresé al mismo tiempo la esperanza de que no había ofendido a nadie con mis palabras, pues en modo alguno habla sido esa mi intención. — Nos queda por oír a los polacos—contestó Stalin.
Yo señalé que deseaba estar en condiciones de hacer aprobar por el Parlamento la cuestión de la frontera oriental y creía que ello me sería posible si el Parlamento tenía la seguridad de que se había dado ocasión a los polacos de decidir por si mismos lo que querían. ---Entre ellos hay personas excelentes — comentó-Stalin—. Son buenos combatientes y. han tenido algunos sabios y músicos notables, pero son muy pendencieros. — Lo único que yo quiero — repliqué —es que todos los sectores puedan hacer oír sus opiniones sin temor. -—Las elecciones — intervino el Presidente — deben estar por encima, de toda sospecha, como la mujer de César. Yo deseo poder dar al mundo alguna clase de garantía a este respecto; pues no querría que nadie pudiese poner en tela de juicio la sinceridad de la consulta electoral.
Es más bien una cuestión de buena política que de principio. — Me temo — dijo Molotof — que si adoptamos el proyecto norteamericano, los polacos tendrán la impresión de que desconfiamos de ellos. Será mejor que discutamos el asunto con ellos. A mí no me satisfacía esto, y decidí plantear de nuevo el problema a Stalin más adelante. La ocasión se presentó al día siguiente.
La mayor concesión posible
Poco antes de nuestra última
reunión efectiva, el 10 de febrero, Mr. Edén y yo sostuvimos una
conversación privada con Stalin y Molotof en la Villa Yusupov. Yo
expliqué de nuevo cuan penoso era para nosotros no tener en Polonia
ningún representante capaz de informarnos sobre lo que estaba
ocurriendo.
Necesitábamos tener allí un embajador con el personal necesario, a bien corresponsales de Prensa.
Estos últimos nos interesaban menos, pero subrayé que el Parlamento me interpelaría a propósito del Gobierno de Lublin y a propósito de las elecciones, por lo cual yo debía estar en medida de decirle que sabía lo que sucedía. — Cuando el nuevo Gobierno polaco haya sido reconocido — contestó Stalin— podrán ustedes enviar un embajador a Varsovia si asi lo desean. — ¿Gozará de libertad para circular por todo el país? —En lo que concierne al Ejército rojo, nadie interferirá en absoluto sus movimientos, y yo prometo a usted que daré las instrucciones necesarias; pero aparte de eso, deberán ustedes entenderse directamente con el Gobierno polaco.
Necesitábamos tener allí un embajador con el personal necesario, a bien corresponsales de Prensa.
Estos últimos nos interesaban menos, pero subrayé que el Parlamento me interpelaría a propósito del Gobierno de Lublin y a propósito de las elecciones, por lo cual yo debía estar en medida de decirle que sabía lo que sucedía. — Cuando el nuevo Gobierno polaco haya sido reconocido — contestó Stalin— podrán ustedes enviar un embajador a Varsovia si asi lo desean. — ¿Gozará de libertad para circular por todo el país? —En lo que concierne al Ejército rojo, nadie interferirá en absoluto sus movimientos, y yo prometo a usted que daré las instrucciones necesarias; pero aparte de eso, deberán ustedes entenderse directamente con el Gobierno polaco.
Stalin señaló
asimismo que De Gaulle tenía un representante en Polonia, Acordamos
entonces añadir el siguiente párrafo a nuestra declaración:
«Como consecuencia de lo que
antecede, el reconocimiento llevaría aparejado un intercambio de
embajadores, a través de cuyos informes los respectivos Gobiernos
estarían enterados de la situación en Polonia.»
No pude obtener ninguna otra
concesión mejor.
El tema de las fronteras
Cuando la conferencia volvió
a reunirse a las 4,45 de la tarde, Mr. Eden leyó en voz alta una
nata sobre la cual se habían puesto de acuerdo los tres ministros de
Asuntos Exteriores.
Me inquietó observar que en ella no se hacía mención alguna a las fronteras, y dije que el mundo entero querría saber por qué, En principio, todos estábamos de acuerdo acerca de la frontera occidental.
Lo único que faltaba decidir era el trazado exacto de la línea y la declaración que debíamos formular al respecto. Los polacos recibirían parte de la Prusia oriental y podrían llegar hasta la línea del Oder si querían, pero nosotros no estábamos muy dispuestos a comprometernos más ni a pronunciarnos en forma definitiva sobre él asunto en aquellos momentos.
Comuniqué a los reunidos que habíamos recibido un telegrama del Gabinete de Guerra recomendando con especial interés que no se hiciese referencia a una frontera qué llegase al Neísse occidental, porque el problema del desplazamiento de población era demasiado difícil de resolver. Mr. Roosevelt dijo que él preiería escuchar la opinión del nuevo Gobierno polaco de unión nacional acerca de este particular, y sugirió que se omitiese toda referencia a la frontera occidental. — Pero, desde luego, deberíamos mencionar la frontera oriental —dijo Stalin. Yo le apoyé en este punto, aun sabiendo que ello suscitaría muchas críticas. En cuanto a la frontera occidental, dije que era preciso ante todo conocer los deseos del nuevo Gobierno polaco y que la línea fronteriza, sería fijada cuando se procediese a la estructuración general de la paz.
Tras un rato de discusión, que se vio complicada por el hecho de que la Constitución de los Estados Unidos no autoriza al Presidente a resolver problemas de tal género sin la aprobación del Senado, nos pusimos de acuerdo sobre la línea de conducta que habíamos de seguir.
Me inquietó observar que en ella no se hacía mención alguna a las fronteras, y dije que el mundo entero querría saber por qué, En principio, todos estábamos de acuerdo acerca de la frontera occidental.
Lo único que faltaba decidir era el trazado exacto de la línea y la declaración que debíamos formular al respecto. Los polacos recibirían parte de la Prusia oriental y podrían llegar hasta la línea del Oder si querían, pero nosotros no estábamos muy dispuestos a comprometernos más ni a pronunciarnos en forma definitiva sobre él asunto en aquellos momentos.
Comuniqué a los reunidos que habíamos recibido un telegrama del Gabinete de Guerra recomendando con especial interés que no se hiciese referencia a una frontera qué llegase al Neísse occidental, porque el problema del desplazamiento de población era demasiado difícil de resolver. Mr. Roosevelt dijo que él preiería escuchar la opinión del nuevo Gobierno polaco de unión nacional acerca de este particular, y sugirió que se omitiese toda referencia a la frontera occidental. — Pero, desde luego, deberíamos mencionar la frontera oriental —dijo Stalin. Yo le apoyé en este punto, aun sabiendo que ello suscitaría muchas críticas. En cuanto a la frontera occidental, dije que era preciso ante todo conocer los deseos del nuevo Gobierno polaco y que la línea fronteriza, sería fijada cuando se procediese a la estructuración general de la paz.
Tras un rato de discusión, que se vio complicada por el hecho de que la Constitución de los Estados Unidos no autoriza al Presidente a resolver problemas de tal género sin la aprobación del Senado, nos pusimos de acuerdo sobre la línea de conducta que habíamos de seguir.
Acuerdos sobre el popel
En el comunicado que se
publicó al terminar la conferencia figuraba, pues, una declaración
conjunta acerca de Polonia cuyo texto (aparte del preámbulo) era el
siguiente:
«Se ha creado una situación
nueva en Polonia como consecuencia de su total liberación por el
Ejército rojo.
Esto impone la necesidad de establecer un Gobierno provisional polaco que tenga una base más amplia de lo que era posible antes de la reciente liberación de la Polonia occidental.
El Gobierno provisional que funciona actualmente en Polonia debería, por lo tanto, ser reorganizado sobre una base democrática más amplia, con inclusión de dirigentes demócratas residentes en la propia Polonia y de los polacos que viven en el extranjero. Dicho nuevo Gobierno recibiría el nombre de Gobierno provisional polaco de unión nacional M. Molotof, Mr. Harriman y sir A. Clark Kerr quedan autorizados conjuntamente para celebrar consultas en Moscú con miembros del actual Gobierno provisional y con otros dirigentes demócratas polacos residentes en Polonia y en el extranjero,
Con vistas a la reorganización del actual Gobierno según las líneas antes apuntadas. El Gobierno provisional polaco de unión nacional se comprometerá a celebrar elecciones libres y sin traba alguna, en cuanto sea posible, sobre la base de sufragio universal y voto secreto. Todos los partidos democráticos y anti nazis tendrán derecho a participar en dichas elecciones y presentar candidatos para las mismas.
Una vez haya quedado debidamente formado un Gobierno provisional polaco de unión nacional de acuerdo con las indicaciones que anteceden, el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que ahora mantiene relaciones diplomáticas con el actual Gobierno provisional de Polonia, así como el Gobierno del Reino Unido y el Gobierno de los Estados Unidos, establecerán relaciones diplomáticas con el nuevo Gobierno polaco de unión nacional y procederán al intercambio de embajadores, a través de cuyos informes los respectivos se hallarán en todo momento al corriente de la situación en Polonia.
Los tres jefes de Gobierno consideran que la frontera oriental de Polonia ha de seguir la Línea Curzon, separándose de la misma en algunas regiones en cinco o seis kilómetros en favor de •Polonia. Reconocen que Polonia debe anexionarse considerables porciones de territorio en el Norte y el Oeste.
Consideran que en tiempo oportuno deberá ser consultada la opinión del nuevo Gobierno provisional polaco de unión nacional acerca de la amplitud de tales anexiones, y que la delimitación final de la frontera occidental de Polonia habrá de corresponder a la conferencia de la paz.»
Esto impone la necesidad de establecer un Gobierno provisional polaco que tenga una base más amplia de lo que era posible antes de la reciente liberación de la Polonia occidental.
El Gobierno provisional que funciona actualmente en Polonia debería, por lo tanto, ser reorganizado sobre una base democrática más amplia, con inclusión de dirigentes demócratas residentes en la propia Polonia y de los polacos que viven en el extranjero. Dicho nuevo Gobierno recibiría el nombre de Gobierno provisional polaco de unión nacional M. Molotof, Mr. Harriman y sir A. Clark Kerr quedan autorizados conjuntamente para celebrar consultas en Moscú con miembros del actual Gobierno provisional y con otros dirigentes demócratas polacos residentes en Polonia y en el extranjero,
Con vistas a la reorganización del actual Gobierno según las líneas antes apuntadas. El Gobierno provisional polaco de unión nacional se comprometerá a celebrar elecciones libres y sin traba alguna, en cuanto sea posible, sobre la base de sufragio universal y voto secreto. Todos los partidos democráticos y anti nazis tendrán derecho a participar en dichas elecciones y presentar candidatos para las mismas.
Una vez haya quedado debidamente formado un Gobierno provisional polaco de unión nacional de acuerdo con las indicaciones que anteceden, el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que ahora mantiene relaciones diplomáticas con el actual Gobierno provisional de Polonia, así como el Gobierno del Reino Unido y el Gobierno de los Estados Unidos, establecerán relaciones diplomáticas con el nuevo Gobierno polaco de unión nacional y procederán al intercambio de embajadores, a través de cuyos informes los respectivos se hallarán en todo momento al corriente de la situación en Polonia.
Los tres jefes de Gobierno consideran que la frontera oriental de Polonia ha de seguir la Línea Curzon, separándose de la misma en algunas regiones en cinco o seis kilómetros en favor de •Polonia. Reconocen que Polonia debe anexionarse considerables porciones de territorio en el Norte y el Oeste.
Consideran que en tiempo oportuno deberá ser consultada la opinión del nuevo Gobierno provisional polaco de unión nacional acerca de la amplitud de tales anexiones, y que la delimitación final de la frontera occidental de Polonia habrá de corresponder a la conferencia de la paz.»