divendres, 12 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill (XI)

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


La tragedia de Varsovia

(El general Bor Komorovski, jefe del Ejército clandestino polaco, formado por sesenta mil hombres, estaba autorizado por el Gobierno en el exilio para ordenar una insurrección general cuando lo considerase oportuno. El 29 de julio de 1944 la Radio de Moscú difundió un llamamiento de los comunistas polacos al pueblo de Varsovia invitándole «a una lucha directa y activa en las calles», puesto que se oia ya desde la capital el tronar de los cañones soviéticos.
El 1 de agosto, cuando los rusos estaban a menos de quince kilómetros de la ciudad, el jefe del Ejército clandestino polaco dio la orden de insurrección general.)
La noticia llegó a Londres al día siguiente y quedamos ansiosamente en espera de nuevas informaciones. La radio soviética permanecía muda y la actividad aérea rusa cesó.

Angustiosa petición de ayuda
El 4 de agosto los alemanes empezaron a atacar desde posiciones fortificadas que tenían en diversos puntos de la ciudad y sus  suburbios. El Gobierno polaco de Londres nos comunicó que era  de urgencia angustiosa enviar suministros por vía aérea,  en vista de ello, telegrafié a Stalin.
Del primer ministro británico al mariscal Stalin. «4 de agosto de 1944  A petición urgente del Ejército clandestino polaco, nos disponemos a lanzar por medio de paracaidas, si el tiempo lo permite, unas sesenta toneladas de material y municiones en el barrio  sudoeste de Varsovia, donde se dice que los polacos sublevados contra los alemanes se están batiendo ferozmente.
Dicen  que también solicitan ayuda rusa que, según parece, está muy  cerca de ellos. Están siendo atacados por contingentes alemanes i equivalentes a una división y media, lo cual puede facilitar la  operación de ustedes.»  i La respuesta fue rápida y ceñuda.
Del Mariscal Stalin al primer ministro británico. «5 de agosto de 1944 ...Creo que las informaciones que los polacos han comunicado a ustedes son sumamente exageradas y no inspiran confianza. Cabe llegar a esta conclusión, aunque sólo sea teniendo en cuenta el hecho de que los emigrados polacos ya han anunciado que ellos solos estuvieron a punto de ocupar Vilna con unas cuantas unidades dispersas del Ejército interior, e incluso lo han proclamado por la radio.
Pero esto, naturalmente, no corresponde en absoluto a la realidad. El Ejército interior de los polacos consiste en unos cuantos destacamentos que ellos, incorrectamente, llaman divisiones. No tienen ni artillería, ni aviación, ni, tanques. No logro imaginar cómo tales destacamentos pueden apoderarse de Varsovia, a cuya defensa los alemanes han destinado cuatro divisiones blindadas, entre ellas la división «Hermann Goering».
Entre tanto, en Varsovia continuaba la lucha calle por calle contra los tanques «Tigre» alemanes; y el 9 de agosto las fuerzas germanas habían logrado introducir una cuña a través de la ciudad, hasta el Vístula, desmembrando así los distritos ocupados por los polacos en sectores aislados.
Los valerosos intentos de la RJV.F., con tripulaciones polacas, británicas y de los Dominios, para acudir en socorro de Varsovia desde bases italianas eran a la vez desesperados e insuficientes. Dos aviones llegaron hasta la ciudad el 4 de agosto, por la noche, y otros tres aparatos cuatro noches más tarde.

Un mensaje desgarrador
El primer ministro polaco, Mikolajczyk, se hallaba en Moscú desde el 30 de julio tratando de establecer algún acuerdo con el Gobierno soviético, que había reconocido al Comité comunista polaco de Liberación Nacional (establecido en Lublin) como futuro Gobierno del país.
Estas negociaciones prosiguieron durante los primeros días del alzamiento de Varsovia. Mikolajczyk recibía cotidianamente mensajes del general Bor solicitando municiones, armas antiaéreas y ayuda del Ejército rojo.
Entre tanto, los rusos insistían para obtener un acuerdo a propósito de las fronteras de Polonia en la posguerra y sobre la formación de un Gobierno mixto. El 9 de agosto se celebró una última y estéril conversación con Stalin. El día 12 yo telegrafié a éste:
«Me ha sido entregado un mensaje desgarrador do los polacos de Varsovia. Llevan diez días luchando contra importantes fuerzas alemanas, que han cortado la ciudad en tres sectores. Dice así:  «Del vicepresidente del Consejo al presidente de la República, al Gobierno y al comandante en jefe. Décimo día. Estamos librando una sangrienta batalla. La ciudad está cortada en tres sentidos...
Los soldados y la población de la capital miran desesperadamente al cielo, esperando socorro de los aliados. No ven más que aviones alemanes sobre un fondo de humo. Están sorprendidos, se hallan hondamente deprimidos y empiezan a protestar... »¿Han tratado ustedes en Moscú de la ayuda a Varsovia? Repito categóricamente que si no recibimos socorro inmediato en forma de armas y municiones, bombardeo de ¡as posiciones enemigas y desembarcos aéreos, sólo podremos resistir unos cuantos días más. Con la ayuda antes mencionada la lucha continuará.
Espero que harán ustedes el máximo esfuerzo a este respecto.» Imploran el lanzamiento de ametralladoras y municiones. ¿No pueden ustedes ayudarles un poco más, ya que la distancia desde Italia es tan grande?»

Fría negativa soviética
Komorovski,
El 14 de agosto telegrafié a Mr Edén desde Italia, donde me hallaba para inspeccionar el ejército del mariscal Alexander:
«Si toma cuerpo la idea de que los patriotas polacos de Varsovia han sido abandonados, ello puede originar graves inconvenientes para los rusos; pero éstos pueden evitar que ocurra tal cosa mediante operaciones que están perfectamente en condiciones de realizar.
Es, desde luego, muy extraño que los ejércitos rusos hayan detenido su ofensiva contra Varsovia y se hayan replegado a cierta distancia precisamente en el momento en que el Ejército clandestino se ha sublevado. Para ellos, enviar a los polacos todas las ametralladoras y todas las municiones que reclaman a fin de proseguir su heroica lucha supondría tan sólo un vuelo de 150 kilómetros...
Creo que seria conveniente que enviase usted un mensaje a Stalin por mediación de Molotof señalando las reacciones que se están produciendo en diversos círculos y solicitando que los rusos envíen toda la ayuda que puedan... ,
Anoche veintiocho aviones recorrieron los 1.100 kilómetros que separan a Varsovia de Italia. Perdimos tres. Es el cuarto vuelo emprendido desde aquí en condiciones tan excepcionales.».
El 16 de agosto,1 por la noche, Vichinsky rogó al embajador de los Estados Unidos en Moscú que fuese a verle, y después de indicarle que deseaba evitar toda posibilidad de equívoco, le leyó esta. asombrosa declaración:
«El Gobierno soviético no puede, como es lógico, oponerse á qué aviones ingleses o norteamericanos lancen armas en la región de Varsovia, ya que esto sólo afecta a norteamericanos y británicos.
Pero se opone categóricamente a que los aviones norteamericanos o británicos, después de lanzar armas en 3a región de Varsovia, aterricen en territorio soviético, pues el Gobierno soviético no desea asociarse ni directa ni indirectamente a la aventura de Varsovia.»
Aquel mismo día recibí el siguiente mensaje de Stalin, redactado en términos más suaves:
«A raíz de mi conversación con M. Mikolajczyk, ordené al mando del Ejército rojo que efectuase un lanzamiento intensivo de armas en el sector de Varsovia. Fue lanzado también en paracaidas un oficial de enlace, el cual, según informa el Estado Mayor, no pudo llegar a su destino, pues fue muerto por los alemanes. 
Después, habiendo examinado más detenidamente y con carácter personal el asunto de Varsovia, me he convencido de que se trata de una aventura imprudente y terrible que. está costando enormes sacrificios a la población.
Esto no habría sucedido si se hubiese informado al mando soviético antes de emprender la acción de Varsovia y si los polacos se hubiesen mantenido en contacto con el mismo. En vista de la situación que se ha creado, el mando soviético ha llegado a la conclusión de que debe desentenderse de la aventura de Varsovia, respecto a la cual no puede asumir la menor responsabilidad directa ni indirecta.»
Según Mikolajczyk, el primer párrafo de este telegrama es absolutamente contrario a la verdad. Dos oficiales llegaron sanos y salvos a Varsovia y fueron recibidos por el mando polaco. También había estado allí varios días un coronel soviético y había enviado mensajes a Moscú, vía Londres, reclamando con urgencia ayuda para los sublevados.

Otro llamamiento sin éxito
Recurrí a Roosevelt y enviamos: el siguiente llamamiento conjunto, que había sido redactado por el Presidente:
Del primer ministro británico (en Italia) y el presidente Roosevelt al mariscal Stalin. «20 de agosto de 1944 Nos preocupan las repercusiones que tendría en la opinión mundial el hecho de que los antinacis de Varsovia fuesen abandonados a su suerte. Creemos que nosotros tres deberíamos hacer todo lo necesario para salvar la vida a tantos patriotas polacos como fuese posible.
Esperamos que lanzarán ustedes inmediatamente pertrechos y municiones a los patriotas polacos de Varsovia, o que se avendrán a facilitar la tarea de nuestros aviones, dispuestos a hacerlo rápidamente. Confiamos que dará usted su aprobado: a lo indicado. El factor tiempo és de importancia extrema.»
He aquí la respuesta que obtuvimos: Del mariscal Stalin al primer ministro británico y al presidente Roosevelt. «22 de agosto de 1944 He recibido el mensaje cursado por usted y por Mr. Roosevelt acerca de Varsovia.

Deseo exponerles mi opinión. Tarde o temprano todo el mundo sabrá la verdad respecto al grupo de criminales que se han embarcado en la aventura de Varsovia a fin de adueñarse del poder. Esa gente ha explotado la buena fe de los habitantes de Varsovia y ha lanzado a unos hombres casi inermes contra los cañones, los tanques y los aviones alemanes. Se ha creado una situación en la qué cada día que pasa sirve los intereses no de los polacos deseosos de liberar Varsovia, sino de los hitlerianos, que matan despiadadamente a los habitantes de aquella capital.
Desde el punto de vista militar, dicha situación, al orientar cada vez más la atención de los alemanes hacia Varsovia, es tan poco provechosa para el Ejército rojo como para los polacos... No puede caber duda alguna respecto al hecho de que el  Ejército rojo no ahorra esfuerzos a fin de romper la resistencia alemana en torno a Varsovia y liberar aquella ciudad para los polacos. Esto constituirá la mejor y más eficaz ayuda para los polacos que son antinacis.»

Escenas de horror
(Mr. Churchill transmitió al presidente Roosevelt y al embajador soviético en Londres el relato de un testigo acerca de la conducta de las S, S. y la Wehrmacht» en Varsovia, así como de la desesperada lucha que allí seguía registrándose.)
Los diferentes sectores que los polacos tenían en su poder sólo podían comunicarse entre sí a través del alcantarillado. Los alemanes arrojaban granadas de mano y bombas de gas en las bocas de las cloacas.

Se libraban combates en la más profunda obscuridad entre hombres sumidos hasta la cintura en un agua cargada de inmundicias y que luchaban a veces cuerpo a cuerpo armados con  cuchillos o ahogaban a sus adversarios en el cieno. En la superficie la artillería y los cazas alemanes incendiaban amplias zonas de la capital. Consideré que era necesario dar a conocer al mundo algunas de aquellas infamias y de aquellos horrores. Del primer ministro (en Itolio) al ministro de Información. 
«23 de agosto de 1944 ¿Hay algo que impida dar a la publicidad los hechos relativos al martirio de Varsovia? A juzgar por los periódicos, ha quedado prácticamente suprimida toda referencia a los mismos. No nos corresponde a nosotros dirigir reproches, al Gobierno soviético, pero convendría que los hechos hablasen por sí propios...» El Presidente contestó entonces a mi telegrama: Del presidente Roosevelt al primer ministro británico. «24 de agosto de 1944 Gracias por su telegrama en el que describe la inhumana conducta, de los nazis y la espantosa situación de los polacos en Varsovia. La respuesta de Stalin a nuestra proposición conjunta de ayuda a estos últimos no tiene nada de alentadora. Me dicen que no podemos abastecer a los polacos de Varsovia si no se nos permite aterrizar en los aeródromos soviéticos y despegar de los mismos. Las autoridades rusas nos prohiben actualmente utilizarlos para socorrer a Varsovia. No veo qué otras medidas podríamos adoptar por ahora que tuviesen alguna probabilidad de éxito.»
(Mr. Churchill sugirió el envío de un mensaje conjunto a Stalin proponiendo que despegasen de Inglaterra aviones norte americanos para aterrizar detrás, del frente ruso, «a menos que usted (Stalin) se oponga concretamente a ello». Mr. Roosevelt no quiso asociarse a un tal mensaje.)

Suprema apelación

El día 1 de septiembre recibí al primer ministro polaco, Mlkolajczyk, a su regreso de Moscú. Yo tenía pocas noticias buenas para darle.

Me dijo que estaba dispuesto a proponer un acuerdo político con el Comité de Lublin (los comunistas polacos), ofreciéndole catorce puestos en un Gobierno mixto.
Tal propuesta fue discutida, bajo el fuego de la batalla, por los representantes del movimiento clandestino polaco en la propia Varsovia y fue aceptada por unanimidad. La mayoría de los que participaron en aquella conferencia fueron juzgados un año más tarde en Moscú por un tribunal soviético, acusados de «traición».
Cuando el Gabinete de Guerra se reunió el 4 de septiembre por la noche, consideré que el asunto era de tal importancia, que aunque me hallaba en cama con algo de fiebre, abandoné el lecho y bajé a nuestro salón de sesiones subterráneo. Nos habíamos reunido muchas veces para tratar de asuntos desagradables. No recuerdo ni una sola ocasión en que todos los miembros del Gabinete, lo mismo conservadores que laboristas y liberales, se mostrasen tan unánimes en su profunda indignación. Yo hubiese querido decir a los rusos: «Vamos a mandar nuestros aviones para que aterricen en vuestro territorio después de haber lanzado suministros sobre Varsovia.
Si no los tratáis debidamente, suspenderemos acto seguido todos los convoyes.» Pero el lector de estas páginas, años después de aquellos acontecimientos, debe comprender que hay que tener siempre en cuenta la suerte de millones de hombres lanzados a una lucha de amplitud mundial y contraer a veces compromisos terribles e incluso humillantes en interés del objetivo común.
Asi, pues, me abstuve de proponer aquella medida draconiana. Quizá hubiese sido eficaz, porque teníamos que habérnoslas con los hombres del Kremlin, que actuaban guiados por el cálculo y no por él sentimiento. La suspensión de los convoyes en aquel momento crítico de su gran avance acaso habría suscitado en su espíritu las mismas consideraciones de honor, humanidad, decencia y buena fe que por lo general tienen vigencia entra el común de las gentes.
(Mr. Churchill dirigió un nuevo llamamiento a Mr. Roosevelt el 4 de septiembre, sugiriéndole la conveniencia de lanzar pertrechos o los defensores de Varsovia y hacer que los aviones aterrizaran luego en aereáronos soviéticos sin previo consentimiento ruso. Le dio a conocer asimismo el texto del siguiente telegrama, cursado a Moscú aquel mismo día.)
«...El Gabinete de Guerra desea poner en conocimiento del Gobierno soviético que la opinión pública de este país está profundamente impresionada por los acontecimientos de Varsovia y por los terribles sufrimientos que están experimentando allí los polacos. Dejando aparte la razón o la sinrazón del alzamiento de Varsovia, no es posible hacer recaer la responsabilidad de tal decisión sobre los habitantes de la capital polaca. Nuestro pueblo no comprende por qué no se ha prestado socorro material alguno desde el exterior a los polacos de Varsovia.

Empieza a ser del dominio público el hecho de que no ha sido posible, prestar tal ayuda porque el Gobierno soviético se ha negado a permitir que los aviones norteamericanos aterricen en los aeródromos actualmente en poder de los rusos. Si, para colmo de todo esto, los polacos de Varsovia son aplastados por los alemanes, como ocurrirá, según se nos dice, dentro de dos o tres días el choque que esto producirá en la opinión pública de aquí adquirirá proporciones incalculables.
Incluso para el Gabinete de Guerra resulta difícil comprender la negativa del Gobierno sovieticto a tener en cuenta la obligación en que los Gobiernos británico y norteamericano se encuentran de ayudar a los polacos de Varsovia. La actitud del Gobierno soviético al impedir que tal ayudar se lleve a cabo nos parece que está en contradicción con el espíritu de colaboración interaliada al que tanto ustedes como nosotros damos especial importancia lo mismo para el presente que para el futuro. Por consideración al mariscal Stalin y a los pueblos soviéticos, con quienes es nuestro firme deseo colaborar en los años venideros, el Gabinete de Guerra me ha pedido que dirija este nuevo llamamiento al Gobierno soviético para que preste toda la ayuda que le sea posible, y de modo especial para que de facilidades a los aviones norteamericanos a fin de que aterricen a tal efecto en aeródromos soviéticos.»

Demasiado tarde
Monument al "Herois de Varsovia"

El 10 de septiembre, tras seis semanas de martirio polaco, el Kremlin pareció cambiar de táctica. Aquel día, por la tarde, la artillería soviética empezó a disparar sobre los suburbios orientales de Varsovia, mientras reaparecían los aviones rusos sobre la ciudad.
Fuerzas polacas comunistas, bajo mando soviético, se abrieron paso hasta las cercanías de la capital. A partir del 14 de septiembre la aviación soviética lanzó varias veces suministros para los sublevados; pero pocos paracaidas se abrieron y muchos paquetes se estrellaron contra el suelo, con lo cual fue imposible, aprovechar su contenido. Al día siguiente los rusos ocuparon el suburbio de Praga, pero no siguieron adelante.
Querían ver destruidos a todos los polacos no comunistas, pero también dar la sensación de que acudían en su ayuda. Entre tanto, casa por casa, los alemanes continuaban liquidando focos de resistencia polacos dentro de la ciudad. Un hado terrible abatía su maza sobre la población.
Muchas personas eran deportadas por los alemanes. Los llamamientos del general Ror al comandante soviético, general Rokossovsky, no recibían respuesta. Imperaba el hambre por doquier.
Mis esfuerzos para conseguir ayuda norteamericana desembocaron en una operación aislada, pero de gran volumen. El 18 de septiembre volaron sobre la capital ciento cuatro bombarderos pesados lanzando suministros por medio de paracaidas. Pero ya era demasiado tarde. El 2 de octubre, por la noche, el primer ministro Mikolajczyk vino a decirme que las fuerzas polacas de Varsovia estaban a punto de rendirse a los alemanes.

El epílogo del drama
En Londres captamos una de las últimas emisiones radiadas desde la heroica ciudad:
«Esta es la cruda verdad. Se nos ha tratado peor que a los  satélites de Hitler, peor que a Italia, Rumania, Finlandia.

Que el justo Dios dicte sentencia sobre la terrible injusticia sufrida  por la nación polaca, y que El castigue como merecen a todos los culpables. Vuestros héroes son los soldados cuyas únicas armas contra los tanques, la aviación y los cañones fueron sus pistolas y las botellas llenas de bencina. Vuestros héroes son las mujeres que cuidaron a los heridos y llevaron mensajes bajo el fuego incesante, que cocinaron en sótanos bombardeados y destruidos para alimentar a los niños y a los adultos, y que atendieron y confortaron a los moribundos.
Vuestros héroes son los niños que siguieron jugando plácidamente entre las ruinas humeantes. Ese es el pueblo de Varsovia. La nación que es capaz de desplegar semejante heroísmo colectivo es inmortal. Pues los que murieron han vencido, y los que continúan viviendo seguirán luchando, triunfarán y una vez más darán testimonio de que Polonia existirá míentras aliente un solo polaco.»
Estas palabras son indelebles.

La lucha en Varsovla había durado más de sesenta días. De los 40.000 hombres y mujeres del Ejército clandestino polaco, unos 15.000 murieron. De una población de un millón de almas, cerca de 200.000 personas resultaron muertas o heridas. La represión del alzamiento costó al Ejército alemán 10.000 muertos, 9.000 heridos y 7.000 desaparecidos. Estas cifras dan fe del carácter de cuerpo a cuerpo que revistió la lucha. Cuando los rusos entraron en la ciudad, tres meses más tarde, apenas si encontraron otra cosa que calles arrasadas y cadáveres insepultos.
Asi fue como liberaron la Polonia que hoy dominan. Pero la historia no puede terminar aquí.

La Vanguardia 20-11-1953


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