dissabte, 13 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill (XII)


LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


La segunda conferencia de Quebec

(Para su segunda conferencia en Quebec, el primer ministro británico y el presidente Roosevelt se reunieron con sus consejeros el 11 de septiembre de 1944. La primera sesión plenaria se celebró dos días más tarde.)

Mr. Roosevelt me rogó que iniciase yo el debate. Hice, pues, un resumen de la situación general de la contienda, que había preparado durante el viaje. Desde nuestra conferencia de El Cairo los asuntos de las Naciones Unidas habían tomado un giro radicalmente favorable.
Todo cuanto habíamos tocado se había convertido en oro, y en el curso de las siete semanas anteriores se había registrado una serie ininterrumpida de éxitos militares.

La «axila» del Adriático
El esfuerzo británico en Europa, teniendo en cuenta el número de divisiones en el campo de batalla, era aproximadamente igual al de Norteamérica.
Teníamos plena confianza en el general Eisenhower y las relaciones de éste con el general Montgomery eran inmejorables, como lo eran las del general Montgomery con el general Bradley. En Italia, el mariscal Alexander habla reanudado la ofensiva a fines de agosto. En aquel escenario de la guerra había en total dieciséis divisiones del Imperio británico: ocho inglesas, dos canadienses, una neozelandesa, una sudafricana y cuatro anglo-indias.
Expuse los temores que yo había sentido de que el mariscal Alexander llegase a carecer de los elementos esenciales para la vigorosa prosecución de su campaña; pero tenía entendido a la sazón que los jefes del Estado Mayor conjunto habían acordado no retirar nuevos efectivos de allí hasta que las tropas de Kesselring hubiesen quedado, destruidas o hubiesen sido expulsadas de Italia.
El general Marshall confirmó esta decisión, y, en consecuencia, yo puse de relieve que, llegado aquel caso sería necesario que  nuestras unidades no quedasen inactivas y habría que buscarles nuevos campos de operaciones. Dije que siempre me había atraído la idea de un movimiento hacia la derecha para asestar a Alemania una puñalada en la axila del Adriático.
Nuestro objetivo debía ser Viena. Si se hundía la resistencia alemana, podríamos, naturalmente, llegar a aquella ciudad con mayor rapidez y facilidad. En caso contrario, contribuiríamos a ello conquistando Istria y ocupando Trieste y Fiume- Otra de las razones que tenía para propugnar aquel movimiento Hacia la derecha era la rápida intrusión que los rusos estaban efectuando en la península balcánica, con la consiguiente extensión de la influencia soviética en aquella zona.
General Bradley

La campaña contra el Japón
Pasé luego revista a la campaña de Birmania.
Doscientos cincuenta mil hombres habían estado luchando allí, y los combates por la posesión de Imphal y Kohima habían sido extraordinariamente encarnizados. Nuestras bajas habían sido de 40.000 en el campo de batalla y 288.000 por enfermedad. Como resultado de aquella campaña, se había mantenido abierta la línea aérea de comunicación con China, y la India estaba ya fuera del alcance de los ataques enemigos.
Las bajas japonesas se calculaban en cien mil hombres.
La campaña de Birmania era la de mayor amplitud librada hasta entonces contra las fuerzas terrestres niponas. A pesar de tales éxitos, proseguí, no era en modo alguno conveniente que la lucha en la jungla birmana continuase indefinidamente. Por ello los jefes británicos de Estado Mayor pensaban realizar la operación «Drácula», que tenía como objetivo la conquista de Rangún.
Existían dificultades para reunir las fuerzas necesarias y transportarlas al sudeste asiático en tiempo oportuno para tomar Rangún antes de que empezara la época del monzón en 1945. La situación en Europa, aun siendo favorable en aquel momento, no permitía retirar tropas de los frentes de lucha. Algunos elementos interesados en suscitar dificultades decían que no pensábamos tomar parte en la guerra contra el Japón una vez Alemania hubiese sido derrotada. Lo cierto era que, lejos de rehuir esta tarea, el Imperio británico estaba deseoso de desempeñar en ella el papel más importante que fuese posible. Teníamos muy buenas razones para obrar así. El Japón era un enemigo tan acérrimo del Imperio británico como de los Estados Unidos. En el curso de la lucha había sido ocupado territorio británico y habíamos sufrido elevadas pérdidas,
La oferta que yo hacía en aquel momento consistía en que grueso de la flota británica tomase parte en las operaciones básicas contra el Japón bajo el mando supremo norteamericano. El Presidente intervino para decir que aceptaba la oferta. Yo añadí que para contribuir más eficazmente a la derrota del enemigo, la R.A.F. estaba dispuesta a tomar parte en el bombardeo en masa del Japón.
En cuanto a las fuerzas de tierra,  cuando Alemania hubiese sido vencida estaríamos probablemente en condiciones de enviar seis divisiones de Europa al Extremo Oriente y. quizá otras seis más tarde. En el sudeste de Asia teníamos dieciséis divisiones, a las cuales se podría recurrir en última instancia. 
Yo había abogado siempre por un avance a través del golfo de Bengala y por la realización de operaciones para reconquistar Singapur, cuya pérdida había sido un duro y afrentoso golpe para el prestigio británico. Naturalmente, esto constituía una mera exposición de ideas. Primero debíamos ocupar Rangún y después estudiar la situación en su conjunto.
Kesselring

Ambiente de cordialidad y comprensión
El Presidente me dio las gracias por el examen que había hecho de los problemas bélicos y dijo que era para él un motivo de profunda satisfacción comprobar que en cada una de las sucesivas conferencias entre norteamericanos y británicos se ponía de relieve una creciente solidaridad de propósitos.
Además había reinado siempre entre nosotros una atmósfera de cordialidad y comprensión. La fortuna militar nos había sonreído, pero aun no era posible prever cuándo terminaría la guerra con Alemania. Había que librar todavía otra gran batalla, y nuestras operaciones contra el Japón dependerían en cierto modo de lo que ocurriese en Europa.
El plan norteamericano consistía en reconquistar las Filipinas y dominar el archipiélago japonés desde allí o desde Formosa, así como desde las cabezas de puente que se lograse establecer en China. Yo dije que todos aquellos proyectos, asi como el de reconquistar Singapur y ocupar Sumatra, estaban en estudio; pero no cabía tomar decisión alguna hasta después de haber ocupado Rangún.
Era preciso no olvidar, por otra parte, que Stalin había afirmado solemnemente en Teherán que Rusia declararía la guerra al Japón en cuanto Hitler fuese vencido.

Al absurdo por la lógica
Cuando llegué a Quebec quedé sorprendido al ver que el Presidente iba acompañado de Mr, Morgenthau, secretario norteamericano del Tesoro, pero que ni el secretario de Estado ni Harry Hopkins se hallaban presentes.
Me alegré, empero, de Que estuviese allí Morgenthau, porque teníamos vivos deseos de discutir los acuerdos financieros, que había que establecer entre nuestros dos países para el periodo comprendido entre la capitulación de Alemania y la derrota del Japón.  No obstante, lo que preocupaba más al Presidente y a su secretario del Tesoro era la forma en que, debía ser tratada Alemania después de la guerra.
Ambos estaban firmemente convencidos de que el poderío militar tenía su base en el poderío industrial. A partir de 1933 habíamos visto cuan fácil era para una Alemania fuertemente industrializada armarse y amenazar a sus vecinos, y afirmaban que un país como Alemania, que podía sin duda alguna alimentarse a sí mismo, no necesitaba tener tantas fábricas.
El Reino Unido había sufrido tan elevadas pérdidas en sus inversiones de ultramar, que al llegar la paz no podría bastarse a sí mismo más que aumentando considerablemente sus exportaciones.
En consecuencia, por razones tanto económicas como militares debíamos restringir la industria de Alemania y fomentar su agricultura. Al principio me opuse violentamente a esta idea. Pero tanto el presidente como Mr. Morgenthau —a quienes teníamos mucho que pedir — insistieron de tal modo, que acabamos por avenirnos a estudiarla. El llamado «plan Morgenthau», que entonces no tuve tiempo de examinar en detalle, llevaba las ideas antes indicadas a conclusiones ultra-lógicas, y por lo mismo impracticables. Aun en el caso de que el plan en cuestión hubiese sido viable, no habría conducido, a nada bueno, a mi entender reducir en tales proporciones el nivel de vida de Alemania.
Pero en aquella época, cuando el militarismo alemán, basado en la industria del país, había causado tan espantosos daños a Europa, no parecía inadecuado aceptar que la capacidad de producción industrial alemana fuese restablecida tan sólo, hasta el punto necesario para darle un nivel de vida idéntico al de sus vecinos.

Informe de los técnicos militares

Celebramos la última reunión el sábado 16 de septiembre, a mediodía. Los jefes del Estado Mayor conjunto habían preparado su informe definitivo, y a petición de Mr. Roosevelt, el almirante Leahy nos lo leyó «in extenso». He aquí los principales apartados del mismo:
«La intención del comandante supremo es la de hacer  todo lo necesario para destruir cuanto antes a las fuerzas  germanas y ocupar el corazón de Alemania.

Considera que la mejor forma de derrotar al enemigo en el Oeste consiste en atacar a fondo en el Ruhr y el Sarre, pues está convencido de que los.alemanes concentrarán todas las fuerzas que les quedan disponibles en la defensa de aquellas zonas esenciales. 
La primera operación consistirá en romper la Linea Sigfrido y establecer cabezas de puente sobre el Rin, Para ello realizará su máximo esfuerzo en el flanco izquierdo. Después tomará las medidas oportunas para efectuar un profundo avance en el interior de Alemania.
Hemos aprobado las proposiciones del general Eisenhower y hemos llamado especialmente su atención:
a) Sobre las ventajas que ofrece la línea septentrional  de acceso al territorio alemán, con preferencia sobre la línea meridional, y
b) Sobre la necesidad de despejar los puertos del Noroeste, en particular Amberes y Rotterdam, antes de que llegue el mal tiempo. Hemos estudiado un informe del general Wilson sobre las operaciones en la zona de su mando. Por lo que se refiere a la lucha en Italia, él cree que las operaciones se desarrollarán en uno de los dos sentidos siguientes:
a) O bien las fuerzas de Kesselring quedarán destruidas, en cuyo caso sería posible proceder a una rápida reagrupación y persecución hacia el pasillo de Liubliana (y por los Alpes a través del paso del Brennero), dejando unas cuantas unidades para limpiar el noroeste de Italia.
b) O bien el ejército de Kesselring logrará efectuar una retirada ordenada, en cuyo caso no parece que sea poposible hacer otra cosa que despejar este año las llanuras de Lombardía. Las dificultades del terreno y las pésimas condiciones atmosféricas en los Alpes durante el invierno impedirían el desencadenamiento de otra ofensiva en gran escala hasta la primavera de 1945. Hemos acordado:
a) Que no se proceda a retirar grandes contingentes de Italia hasta que se conozca el resultado de la actual ofensiva del general Alexander.
b) Que la conveniencia de retirar formacíones del V Ejército norteamericano sea estudiada de nuevo a la luz de los resultados de la actual ofensiva del general Alexander y de una eventual retirada alemana en el norte de Italia.
c) Comunicar al general Wilson que si desea retener para su utilización en la península de Istria las unidades anfibias que actualmente tenemos en el Mediterráneo, debe someter su plan a los jefes del Estado Mayor conjunto lo más pronto posible, y en nigún caso más allá del 10 de octubre...»

Rangún

La subdivisión de Alemania
En cuanto al sudeste de Asia, los altos jefes militares estaban de acuerdo en que el avance por tierra en Birmania desde el Norte había de ser combinado con la ocupación anfibia de Rangún.

El resto del informe fue aprobado casi sin discusión. La fecha prevista para terminar la guerra contra el Japón quedó fijada entonces en dieciocho meses después de la derrota de Alemania.
El siguiente pasaje merece por su importancia ser transcrito literalmente: 
«Desde el punto de vista militar, los jefes del Estado Mayor conjunto consideran aceptable que, al cesar la resistencia organizada del Ejército alemán, se proceda a la siguiente subdivisión de la parte de Alemania no asignada al Gobierno soviético para el desarme, la ocupación y el mantenimiento del orden:
a) Las fuerzas británicas, bajo mando británico, ocuparán la región situada al oeste y al este del Rin, en la parte septentrional de una línea que partiendo de Coblenza y siguiendo por la frontera norte de Hesse y Nassau, llegará al límite de la zona asignada al Gobierno soviético.
b) Las fuerzas de los Estados Unidos, bajo mando norteamericano, ocuparán la región situada al este del Rin, en la parte meridional de la línea que partiendo de Coblenza y siguiendo por la frontera norte de Hesse y Nassau, llegará al límite de la zona asignada al Gobierno soviético. 
c) El control de los puertos de Bremen y Bremerhaven, así como de las zonas inmediatamente Contiguas a los mismos, correrá a cargo del comandante de 1ª zona norteamericana.
d) Además se podrá llegar a la zona norteamericana a través de los puertos de mar del Oeste y el Noroeste, pasando por la zona controlada por las fuerzas británicas.»

La Vanguardia 21-11-1953

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