LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Ante la gran batalla de
Alemania
A medida que una guerra de
coalición se acerca a su fin los aspectos políticos van
adquiriendo importancia creciente.
En Washington especialmente debían haber prevalecido unos puntos de vista más amplios y de mayor alcance. Verdad es que e| pensamiento nortearnericano se desinteresa — y esto es lo menos que puede decirse — de los asuntos que parecen tener relación con adquisiciones territoriales; pero cuando los lobos merodean por los contornos, el pastor debe proteger a su manada, aunque a él personalmente no le guste el carnero.
En Washington especialmente debían haber prevalecido unos puntos de vista más amplios y de mayor alcance. Verdad es que e| pensamiento nortearnericano se desinteresa — y esto es lo menos que puede decirse — de los asuntos que parecen tener relación con adquisiciones territoriales; pero cuando los lobos merodean por los contornos, el pastor debe proteger a su manada, aunque a él personalmente no le guste el carnero.
Angustioso juego de luz y sombras
En aquella época los
problemas en litigio no parecían tener importancia capital a los
ojos de los jefes de Estado Mayor norteamericanos.
El público no tenía prácticamente ni noticia de tales problemas, que, por lo demás, fueron engullidos de momento por la marea de la victoria.
No obstante — y nadie podrá hoy negarlo—, desempeñaron un papel principalísimo en el destino de Europa y no cabe duda de que a ellos debemos la frustración de la paz duradera por la que habíamos combatido tan larga y duramente. Hoy nos es posible ver con claridad el funesto vacío que se produjo entre el momento en que declinaron las fuerzas del presidente Roosevelt y aquel en que el presidente Truman se dio cuenta por entero de la amplitud del problema mundial.
Durante aquel penoso vacío, uno de los presidentes no podía actuar y el otro no estaba en condiciones de saberlo todo.
Ni los jefes militares ni el Departamento de Estado recibían la orientación que necesitaban. Los primeros permanecían confinados en su esfera profesional y técnica; el segundo no comprendía la magnitud de lo que estaba en juego. Faltó, pues, la indispensable dirección política en el momento en que era más esencial. Los Estados Unidos se hallaban en el escenario de la victoria. dueños de los destinos del mundo, pero sin un objetivo concreto y coherente.
La Gran Bretaña, aunque era aún muy poderosa, no podía actuar sola con carácter decisivo; En aquellos momentos yo no podía hacer otra cosa que advertir e informar. Así, pues, aquella apoteosis de triunfo aparentemente sin límites constituyó para mi un período sumamente penoso.
Me movía entre muchedumbres entusiasmadas, me sentaba ante una mesa cubierta de felicitaciones y bendiciones de todos los pueblos de la Gran Alianza pero tenía el corazón dolido y la mente abrumada por sombríos presentimientos.
La destrucción del poderío militar alemán había traído consigo un cambio fundamental en las relaciones entre la Rusia comunista y las democracias occidentales. Habían perdido su enemigo común, que era casi su único lazo de unión.
A partir de entonces el imperialismo ruso y el credo comunista no vieron ni fijaron limites a su expansión y a su hegemonía final; habían de pasar más da dos años antes de que se encontraran de nuevo frente a una voluntad y un poderío semejantes
El público no tenía prácticamente ni noticia de tales problemas, que, por lo demás, fueron engullidos de momento por la marea de la victoria.
No obstante — y nadie podrá hoy negarlo—, desempeñaron un papel principalísimo en el destino de Europa y no cabe duda de que a ellos debemos la frustración de la paz duradera por la que habíamos combatido tan larga y duramente. Hoy nos es posible ver con claridad el funesto vacío que se produjo entre el momento en que declinaron las fuerzas del presidente Roosevelt y aquel en que el presidente Truman se dio cuenta por entero de la amplitud del problema mundial.
Durante aquel penoso vacío, uno de los presidentes no podía actuar y el otro no estaba en condiciones de saberlo todo.
Ni los jefes militares ni el Departamento de Estado recibían la orientación que necesitaban. Los primeros permanecían confinados en su esfera profesional y técnica; el segundo no comprendía la magnitud de lo que estaba en juego. Faltó, pues, la indispensable dirección política en el momento en que era más esencial. Los Estados Unidos se hallaban en el escenario de la victoria. dueños de los destinos del mundo, pero sin un objetivo concreto y coherente.
La Gran Bretaña, aunque era aún muy poderosa, no podía actuar sola con carácter decisivo; En aquellos momentos yo no podía hacer otra cosa que advertir e informar. Así, pues, aquella apoteosis de triunfo aparentemente sin límites constituyó para mi un período sumamente penoso.
Me movía entre muchedumbres entusiasmadas, me sentaba ante una mesa cubierta de felicitaciones y bendiciones de todos los pueblos de la Gran Alianza pero tenía el corazón dolido y la mente abrumada por sombríos presentimientos.
La destrucción del poderío militar alemán había traído consigo un cambio fundamental en las relaciones entre la Rusia comunista y las democracias occidentales. Habían perdido su enemigo común, que era casi su único lazo de unión.
A partir de entonces el imperialismo ruso y el credo comunista no vieron ni fijaron limites a su expansión y a su hegemonía final; habían de pasar más da dos años antes de que se encontraran de nuevo frente a una voluntad y un poderío semejantes
Yo no hablaría de estas cosas
ahora, que todo es claro y diáfano, si no las hubiese sabido o por
lo menos presentido cuando todo era indistinto y confuso, cuando la
sucesión de los triunfos no hacía otra cosa que aumentar la
obscuridad interna de los asuntos humanos. Ha de ser el lector quien
enjuicie esto.
Las cuestiones decisivas y prácticas de carácter estratégico y político a que pretende referirse el presente relato son las siguientes:
Primero. La Rusia soviética se había convertido en un peligro mortal para el mundo libre.
Segundo. Era preciso crear sin pérdida de tiempo un nuevo frente para detener su avance,
Tercero. Dicho frente, en Europa, debia estar situado lo más al Este que fuese posible. Cuarto. Berlín constituía el principal y verdadero objetivo de ¡os ejércitos anglo norteamericanos.
Quinto. La liberación de Checoeslovaquia por las tropas norte. americanas y la entrada de éstas en Praga eran de la máxima importancia.
Sexto. Viena, y con ella toda Austria, debían ser regidas por las potencias occidentales, por lo menos en pie de igualdad con los rusos soviéticos.
Séptimo. Había que frenar las pretensiones agresivas de! mariscal Tito respecto a Italia. Finalmente, y por encima de todo, era indispensable resolver todos los grandes problemas pendientes entre el Oeste y el Este en Europa antes de que fuesen disueltos los ejércitos de la democracia y antes de que los aliados occidentales cediesen la menor parcela de los territorios alemanes que habían conquistado o como habría de decirse poco más tarde, liberado de la tiranía totalitaria.
Las cuestiones decisivas y prácticas de carácter estratégico y político a que pretende referirse el presente relato son las siguientes:
Primero. La Rusia soviética se había convertido en un peligro mortal para el mundo libre.
Segundo. Era preciso crear sin pérdida de tiempo un nuevo frente para detener su avance,
Tercero. Dicho frente, en Europa, debia estar situado lo más al Este que fuese posible. Cuarto. Berlín constituía el principal y verdadero objetivo de ¡os ejércitos anglo norteamericanos.
Quinto. La liberación de Checoeslovaquia por las tropas norte. americanas y la entrada de éstas en Praga eran de la máxima importancia.
Sexto. Viena, y con ella toda Austria, debían ser regidas por las potencias occidentales, por lo menos en pie de igualdad con los rusos soviéticos.
Séptimo. Había que frenar las pretensiones agresivas de! mariscal Tito respecto a Italia. Finalmente, y por encima de todo, era indispensable resolver todos los grandes problemas pendientes entre el Oeste y el Este en Europa antes de que fuesen disueltos los ejércitos de la democracia y antes de que los aliados occidentales cediesen la menor parcela de los territorios alemanes que habían conquistado o como habría de decirse poco más tarde, liberado de la tiranía totalitaria.
Aunque no podía establecerse
nada de un modo concreto, la conclusión general a que habían
llegado nuestros jefes de Estado Mayor era que seguramente no se
produciría una prolongada campaña alemana, ni siquiera una
lucha de guerrillas en gran escala en las montañas.
Esta posibilidad quedó, pues, relegada por nosotros — con razón, como luego se demostró — a ios archivos de lo improbable. Fundándome en esto, pregunté cuáles eran los planes estratégicos del Cuartel General aliado para el avance de los ejércitos anglonorteamericanos. He aquí la respuesta que obtuve:
Esta posibilidad quedó, pues, relegada por nosotros — con razón, como luego se demostró — a ios archivos de lo improbable. Fundándome en esto, pregunté cuáles eran los planes estratégicos del Cuartel General aliado para el avance de los ejércitos anglonorteamericanos. He aquí la respuesta que obtuve:
De! general Eisenhower al
primer ministro britanico. :
«30 de marzo de 194S : En cuanto el IX y el I Ejércitos norteamericanos establezcan contacto y el enemigo cercado en la zona del Ruhr esté imposibilitada de realizar ninguna otra acción ofensiva, tengo intención de dirigirme hacia el Este para establecer contacto con los rusos o para alcanzar la linea general del Elba.
A reserva de las intenciones que tengan los rusos el eje Kassel-Leipzig es el mejor para efectuar el avance, pues garantizará la ocupación de aquella importante zona industrial, hacia la cual se cree están trasladándose los ministerios alemanes; permitirá cortar aproximadamente en dos el bloque de fuerzas alemanas y no nos obligará a cruzar el Elba.
La idea es dividir y destruir la mayor parte de las fuerzas enemigas que quedan en el Oeste, Esta será mi embestida principal, y hasta que tenga la evidencia, de que no es necesario concentrar todo nuestro esfuerzo en ella, estoy dispuesto a utilizar todos los elementos de que: dispongo para garantizar el éxito de la misma. Corresponde a. la zona de Bradley, quien contará con el III, el I y el IX Ejércitos para realizaría, con el XV Ejército, también bajo su mando, en retaguardia, procediendo a las oportunas operaciones de limpieza y consolidación.
Tendrá a Montgomery protegiendo su flanco izquierdo, con unidades británicas y canadienses, al norte de la línea, general Hannover-Wittenberg, mientras Devers protegerá su flanco derecho coa el VII Ejército y el I Ejército francés.
Una vez haya quedado garantizado el éxito del ataque principa!, tengo intención de emprender las operaciones necesarias para ocupar los puertos septentrionales lo cual, en ei caso de Kiel, supondrá forzar el paso del Elba. Estas tareas correrán a cargo de Montgomery. y pienso aumentar sus fuerzas sí resulta necesario a tal efecto. ... Además, cuando hayan sido tomadas las disposiciones precisas para lo que antecede, el 6.° Grupo de Ejércitos estará preparado a fin de avanzar hacia el Sudeste siguiendo el eje de marcha Nuremberg-Ratisbona con objeto de impedir toda posible consolidación alemana en el Sur y establecer contacto con los rusos en el valle del Danubio...»
«30 de marzo de 194S : En cuanto el IX y el I Ejércitos norteamericanos establezcan contacto y el enemigo cercado en la zona del Ruhr esté imposibilitada de realizar ninguna otra acción ofensiva, tengo intención de dirigirme hacia el Este para establecer contacto con los rusos o para alcanzar la linea general del Elba.
A reserva de las intenciones que tengan los rusos el eje Kassel-Leipzig es el mejor para efectuar el avance, pues garantizará la ocupación de aquella importante zona industrial, hacia la cual se cree están trasladándose los ministerios alemanes; permitirá cortar aproximadamente en dos el bloque de fuerzas alemanas y no nos obligará a cruzar el Elba.
La idea es dividir y destruir la mayor parte de las fuerzas enemigas que quedan en el Oeste, Esta será mi embestida principal, y hasta que tenga la evidencia, de que no es necesario concentrar todo nuestro esfuerzo en ella, estoy dispuesto a utilizar todos los elementos de que: dispongo para garantizar el éxito de la misma. Corresponde a. la zona de Bradley, quien contará con el III, el I y el IX Ejércitos para realizaría, con el XV Ejército, también bajo su mando, en retaguardia, procediendo a las oportunas operaciones de limpieza y consolidación.
Tendrá a Montgomery protegiendo su flanco izquierdo, con unidades británicas y canadienses, al norte de la línea, general Hannover-Wittenberg, mientras Devers protegerá su flanco derecho coa el VII Ejército y el I Ejército francés.
Una vez haya quedado garantizado el éxito del ataque principa!, tengo intención de emprender las operaciones necesarias para ocupar los puertos septentrionales lo cual, en ei caso de Kiel, supondrá forzar el paso del Elba. Estas tareas correrán a cargo de Montgomery. y pienso aumentar sus fuerzas sí resulta necesario a tal efecto. ... Además, cuando hayan sido tomadas las disposiciones precisas para lo que antecede, el 6.° Grupo de Ejércitos estará preparado a fin de avanzar hacia el Sudeste siguiendo el eje de marcha Nuremberg-Ratisbona con objeto de impedir toda posible consolidación alemana en el Sur y establecer contacto con los rusos en el valle del Danubio...»
Por aquellos días nos
enteramos de que Eisenhower había comunicado directamente sus
intenciones al mariscal Stalin por medio de un telegrama de fecha 28
de marzo, sin hablar antes del asunto ni a su adjunto, el mariscal
jefe de aviación Tedder, ni al Consejo mixto de jefes de Estado
Mayor.
Todos consideramos que al actuar así había desbordado los
límites dentro de los cuales el comandante supremo aliado en Europa
estaba autorizado para negociar con los Soviets, tal como dichos
limites habían quedado establecidos hasta entonces.
El general
Eisenhower creyó poder sostener aquella correspondencia directa con
el jefe del Estado ruso porque Stalin era también comandante en jefe
del Ejército rojo. Sin embargo, no sostenía correspondencia con el
presidente de los Estados Unidos, que era también jefe de las
fuerzas militares norteamericanas, sino con el general Marshall. En
dicho telegrama Eisenhower anunciaba que después, de aislar el
Ruhr tenía intención de efectuar su ataque principal a lo largo
del eje Erfurt-Leipzig-Dresde, con objeto de cortar en dos al
resto de las fuerzas alemanas después de haber establecido contacto
con los rusos.
Un avance secundario pasando por Ratisbona y dirigido
sobre Linz, donde esperaba asimismo encontrar a los rusos, impediría
«la consolidación de la resistencia enemiga en el reducto de la
Alemania meridional».
Stalin dio su conformidad sin pérdida de
tiempo. Dijo que la propuesta «coincide enteramente con el plan del
Alto Mando soviético». «Berlín — añadía —ha perdido su
antigua importancia estratégica. Por consiguiente, el Alto Mando
soviético tiene intención de destacar fuerzas secundarias en
dirección a Berlín.» Los hechos no confirmaron estas palabras.
Los
jefes de Estado Mayor británicos se hallaban preocupados tanto por
el nuevo plan en sí como por el hecho de haber sido dejadas al
margen lo mismo las autoridades militares que las constitucionales.
Redactaron un largo telegrama a sus colegas de Washington, que yo no
vi hasta después de haber sido cursado. Esto ocurría a menudo en
las negociaciones entre los Estados Mayores. Yo estaba plenamente de
acuerdo, en principio, con nuestros jefes de Estado Mayor, Consideré,
no obstante, que su telegrama suscitaba demasiadas cuestiones
accesorias y ajenas al tema básico y no establecía las bases
necesarias para discutir éste a fondo con los jefes de Estado Mayor
norteamericano.
Les dirigí, por lo tanto, la siguiente nota: «He
estudiado su telegrama y creo que, desde luego, es interesante
plantear los problemas militares ante el Consejo Mixto de jefes de
Estado Mayor.
Espero, sin embargo, que nos daremos cuenta de que
nuestras fuerzas son tan sólo la cuarta parte de las que están
invadiendo Alemania y que, por lo tanto, la situación a este
respecto ha cambiado notablemente desde junio de 1944... Me parece
que la falla más grave del nuevo plan de Eisenhower consiste en
desplazar hacia Leipzig y Dresde el eje principal de avance sobre
Berlín, con lo cual se plantea la cuestión de si el 21.° Grupo de
Ejércitos, al extenderse demasiado, no perderá su potencia
ofensiva, especialmente después de haber sido privado del IX
Ejército norteamericano.
De este modo podemos vernos condenados a
desempeñar un papel casi estático en el Norte e imposibilitados
virtualmente de cruzar el Elba hasta que se haya llegado a una fase
totalmente nueva de las operaciones.
También quedan anuladas todas
las perspectivas de que las fuerzas británicas entren en Berlín con
las norteamericanas.
Montgomery, Eisenhower y Tedder, |
La validez de tales criticas depende de la
amplitud que tenga la resistencia enemiga. Si esta resistencia es de
carácter prácticamente formulario por el hecho de estar hundiéndose
la capacidad combativa del Ejército alemán, no hay razón alguna
para que tanto el avance del grueso de las fuerzas como el del 21.º
Grupo de Ejércitos no se realicen en un frente más amplio que hasta
ahora. Este es un punto que el comandante supremo debe decidir en
última instancia.
Es posible también que el general Eisenhower esté
equivocado al suponer que Berlín haya perdido virtualmente su
importancia militar y política. Aunque los servicios del Gobierno
alemán se hayan trasladado en su mayor parte al Sur, es preciso no
desdeñar la trascendencia que ha de tener para las mentes alemanas
la caída de Berlín...» Los jefes militares norteamericanos
contestaron en esencia que la conducta de Eisenhower al comunicar con
los rusos parecía obedecer a una necesidad de orden técnico
relativo a las operaciones y que toda modificación susceptible de
ser efectuada en la misma había de ser decidida por él mismo y no
por ellos. En cuanto a la línea de acción expuesta en su plan,
parecía estar de acuerdo con los principios estratégicos que
habíamos convenido y con las directrices que él había recibido.
Afirmaban que Eisenhower estaba desplegando al otro lado del Rin, por
el Norte, el máximo de fuerzas que era posible utilizar. El esfuerzo
secundario en el Sur estaba alcanzando un notable éxito y era
explotado tan a fondo como permitían los transportes y los
suministros.
La batalla de Alemania, proseguían, había llegado a un punto en que correspondía al jefe que la dirigía sobre el terreno tomar las disposiciones que considerase oportunas. Dejar deliberadamente de explotar a fondo la debilidad del enemigo no parecía adecuado. El objetivo único era lograr una victoria rápida y total.
La batalla de Alemania, proseguían, había llegado a un punto en que correspondía al jefe que la dirigía sobre el terreno tomar las disposiciones que considerase oportunas. Dejar deliberadamente de explotar a fondo la debilidad del enemigo no parecía adecuado. El objetivo único era lograr una victoria rápida y total.
Aun reconociendo que ciertas cosas no eran de la incumbencia
directa del comandante supremo, los jefes militares norteamericanos
consideraban que su concepción estratégica era buena y que podía
seguir con toda libertad poniéndose en comunicación con el
comandante en jefe del Ejército soviético.
Los jefes
norteamericanos de Estado Mayor sugerían, empero, cue había que
pedir al general Eisenhower que les sometiese una ampliación de su
telegrama al mariscal Stalin y demorase su respuesta a cualquier
nueva solicitud de información procedente de Moscú hasta que
recibiese indicaciones al respecto del Consejo mixto de jefes de
Estado Mayor,
La toma de Berlín, punto esencial
Con la plena conformidad de mis colegas militares, repetí al general Eisenhower los puntos esenciales de mi nota.
Del primer ministro británico al general Eisenhower.
31 de marzo de 1945 «...No veo por qué
ha de constituir ventaja alguna no cruzar el Elba. Si la resistencia
enemiga se debilita, como usted evidentemente espera y como es muy
probable que ocurra, ¿por qué no hemos de cruzar el Elba y avanzar
tan al Este como sea posible?
Tal maniobra tiene un alcance político
importante, pues, según parece, los ejércitos rusos del Sur van a
entrar en Viena y a ocupar toda Austria.
Si dejamos deliberadamente
Berlín en sus manos, aun cuando lo tengamos al alcance de las
nuestras, el doble acontecimiento puede reforzar su convicción, ya
evidente, de que ellos lo habrán hecho todo.
Por otra parte, yo no
considero que Berlín haya perdido aún su valor militar y desde
luego, estoy
seguro de que en modo alguno ha perdido su significación política.
La caída de Berlín produciría un hondo efecto psicológico en la
resistencia alemana en todas las partes del Reich. Mientras Berlín
resista, grandes masas de alemanes considerarán que su deber es
proseguir la lucha. Por lo demás, no comparto la idea de que la toma
de Dresde y la unión con los rusos en aquella ciudad haya de
constituir un importante triunfo...»
Procedí también a resumir
la situación en un telegrama dirigido al Presidente.
(En su mensaje, a Mr. Roosevelt, el primer ministro británico expresaba su plana confianza en el general Eisenhower, pero hacía de nuevo hincapié en la importancia política que tenía la toma de Berlín, lo mismo como «suprema señal de derrota para el pueblo alemán"» que como contrapartida de la tovia de Viena por los rusos.)
(En su mensaje, a Mr. Roosevelt, el primer ministro británico expresaba su plana confianza en el general Eisenhower, pero hacía de nuevo hincapié en la importancia política que tenía la toma de Berlín, lo mismo como «suprema señal de derrota para el pueblo alemán"» que como contrapartida de la tovia de Viena por los rusos.)
Incidente zanjado, pero con reservas
(Entre tanto, Mr. Churchül recibió otro telegrama del general Eisenhower señalando que, después de concentrarse en el sector central, tenía intención de permitir al mariscal Montgomery cruzar el Elba y llegar por lo menos hasta Lübeck.
(Entre tanto, Mr. Churchül recibió otro telegrama del general Eisenhower señalando que, después de concentrarse en el sector central, tenía intención de permitir al mariscal Montgomery cruzar el Elba y llegar por lo menos hasta Lübeck.
Tanto esta ciudad como Berlín «figurarían
entre nuestros objetivos importantes» si se hundía la resistencia
alemana.)
Del primer ministro británico al general Eisenhower.
Del primer ministro británico al general Eisenhower.
2
de abril de 1945 «Muchas gracias de nuevo por su amable telegrama...
No obstante, estoy aún más convencido de la importancia de entrar
en Berlín, eventualidad que puede muy bien ofrecérsenos después de
leer la respuesta de Moscú a usted, que dice en el párrafo tercero:
«Berlín ha perdido su antigua importancia estratégica.» Es
preciso leer esta frase a la luz de lo que ya he dicho a propósito
de los aspectos políticos de la situación. Considero de la máxima
importancia que el contacto con los rusos so establezca lo más al
Este que sea posible...»
Creí que tenía la obligación de poner término a aquella correspondencia entre amigos. Del primer ministro británico al presidente Roosevelt,
Creí que tenía la obligación de poner término a aquella correspondencia entre amigos. Del primer ministro británico al presidente Roosevelt,
«5 de abril, de 1945 Sigo
creyendo que fue una lástima que Eisenhower enviase su telegrama a
Stalin sin decir nada a nuestros jefes de Estado Mayor, ni al
mariscal jete de aviación Tedder, nuestro delegado, ni tampoco a
nuestro comandante en jefe, el mariscal Montgomery.
Las
modificaciones efectuadas en el plan básico han resultado luego
ser mucho menos considerables de lo que habíamos supuesto al
principio. Mis relaciones personales con el general Eisenhower tienen
un carácter sumamente amistoso. Considero el asunto como terminado,
y para demostrar mi sinceridad emplearé una de las pocas citas
latinas que conozco: «Amantíum írae amoris integratio est». (Las
riñas de enamorados son la renovación del amor.)»