dilluns, 29 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill XXVIII


LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL



Ante la gran batalla de Alemania
A medida que una guerra de coalición se acerca a su fin los aspectos políticos van adquiriendo importancia creciente.
En Washington especialmente debían haber prevalecido unos puntos de vista más amplios y de mayor alcance. Verdad es que e| pensamiento nortearnericano se desinteresa — y esto es lo menos que puede decirse — de los asuntos que parecen tener relación con adquisiciones territoriales; pero cuando los lobos merodean por los contornos, el pastor debe proteger a su manada, aunque a él personalmente no le guste el carnero.

Angustioso juego de luz y sombras
En aquella época los problemas en litigio no parecían tener importancia capital a los ojos de los jefes de Estado Mayor norteamericanos.
El público no tenía prácticamente ni noticia de tales problemas, que, por lo demás, fueron engullidos de momento por la marea de la victoria.
No obstante — y nadie podrá hoy negarlo—, desempeñaron un papel principalísimo en el destino de Europa y no cabe duda de que a ellos debemos la frustración de la paz duradera por la que habíamos combatido tan larga y duramente. Hoy nos es posible ver con claridad el funesto vacío que se produjo entre el momento en que declinaron las fuerzas del presidente Roosevelt y aquel en que el presidente Truman se dio cuenta por entero de la amplitud del problema mundial.
Durante aquel penoso vacío, uno de los presidentes no podía actuar y el otro no estaba en condiciones de saberlo todo.
Ni los jefes militares ni el Departamento de Estado recibían la orientación que necesitaban. Los primeros permanecían confinados en su esfera profesional y técnica; el segundo no comprendía la magnitud de lo que estaba en juego. Faltó, pues, la indispensable dirección política en el momento en que era más esencial. Los Estados Unidos se hallaban en el escenario de la victoria. dueños de los destinos del mundo, pero sin un objetivo concreto y coherente.
La Gran Bretaña, aunque era aún muy poderosa, no podía actuar sola con carácter decisivo; En aquellos momentos yo no podía hacer otra cosa que advertir e informar. Así, pues, aquella apoteosis de triunfo aparentemente sin límites constituyó para mi un período sumamente penoso.
Me movía entre muchedumbres entusiasmadas, me sentaba ante una mesa cubierta de felicitaciones y bendiciones de todos los pueblos de la Gran Alianza pero tenía el corazón dolido y la mente abrumada por sombríos presentimientos.
La destrucción del poderío militar alemán había traído consigo un cambio fundamental en las relaciones entre la Rusia comunista y las democracias occidentales. Habían perdido su enemigo común, que era casi su único lazo de unión.
A partir de entonces el imperialismo ruso y el credo comunista no vieron ni fijaron limites a su expansión y a su hegemonía final; habían de pasar más da dos años antes de que se encontraran de nuevo frente a una voluntad y un poderío semejantes
Eisenhower

Problemas decisivos de orden practico
Yo no hablaría de estas cosas ahora, que todo es claro y diáfano, si no las hubiese sabido o por lo menos presentido cuando todo era indistinto y confuso, cuando la sucesión de los triunfos no hacía otra cosa que aumentar  la obscuridad interna de los asuntos humanos. Ha de ser el lector quien enjuicie esto.
Las cuestiones decisivas y prácticas de carácter estratégico y político a que pretende referirse el presente relato son las siguientes:
Primero. La Rusia soviética se había convertido en un peligro mortal para el mundo libre. 
Segundo. Era preciso crear sin pérdida de tiempo un nuevo frente para detener su avance,
Tercero. Dicho frente, en Europa, debia estar situado lo más al Este que fuese posible. Cuarto. Berlín constituía el principal y verdadero objetivo de ¡os ejércitos anglo norteamericanos.
Quinto. La liberación de Checoeslovaquia por las tropas norte. americanas y la entrada de éstas en Praga eran de la máxima importancia.
Sexto. Viena, y con ella toda Austria, debían ser regidas por las potencias occidentales, por lo menos en pie de igualdad con los rusos soviéticos.
Séptimo. Había que frenar las pretensiones agresivas de! mariscal Tito respecto a Italia. Finalmente, y por encima de todo, era indispensable resolver todos los grandes problemas pendientes entre el Oeste y el Este en Europa antes de que fuesen disueltos los ejércitos de la democracia y antes de que los aliados occidentales cediesen la menor parcela de los territorios alemanes que habían conquistado o como habría de decirse poco más tarde, liberado de la tiranía totalitaria.

El plan del comandante supremo
Aunque no podía establecerse nada de un modo concreto, la conclusión general a que habían llegado nuestros jefes de Estado Mayor era que seguramente no se produciría una  prolongada campaña alemana, ni siquiera una lucha de guerrillas en gran  escala en las montañas.
Esta posibilidad quedó, pues, relegada por nosotros — con razón, como luego se demostró — a ios archivos de lo improbable. Fundándome en esto, pregunté cuáles eran los planes estratégicos del Cuartel General aliado para el avance de los ejércitos anglonorteamericanos. He aquí la respuesta que obtuve:
De! general Eisenhower al primer ministro britanico. :
«30 de marzo de 194S : En cuanto el IX y el I Ejércitos norteamericanos establezcan contacto y el enemigo cercado en la zona del Ruhr esté imposibilitada de realizar ninguna otra acción ofensiva, tengo intención de dirigirme hacia el Este para establecer contacto con los rusos o para alcanzar la linea general del Elba.
A reserva de las intenciones que tengan los rusos el eje Kassel-Leipzig es el mejor para efectuar el avance, pues garantizará la ocupación de aquella importante zona industrial, hacia la cual se cree están trasladándose los ministerios alemanes; permitirá cortar aproximadamente en dos el bloque de fuerzas alemanas y no nos obligará a cruzar el Elba.
La idea es dividir y destruir la mayor parte de las fuerzas enemigas que quedan en el Oeste, Esta será mi embestida principal, y hasta que tenga la evidencia, de que no es necesario concentrar todo nuestro esfuerzo en ella, estoy dispuesto a utilizar todos los elementos de que: dispongo para garantizar el éxito de la misma. Corresponde a. la zona de Bradley, quien contará con el III, el I y el IX Ejércitos para realizaría, con el XV Ejército, también bajo su mando, en retaguardia, procediendo a las oportunas operaciones de limpieza y consolidación.
Tendrá a Montgomery protegiendo su flanco izquierdo, con unidades británicas y canadienses, al norte de la línea, general Hannover-Wittenberg, mientras Devers protegerá su flanco derecho coa el VII Ejército y el I Ejército francés.
Una vez haya quedado garantizado el éxito del ataque principa!, tengo intención de emprender las operaciones necesarias para ocupar los puertos septentrionales  lo cual, en ei caso de Kiel, supondrá forzar el paso del Elba. Estas tareas correrán a cargo de Montgomery. y pienso aumentar sus fuerzas sí resulta necesario a tal efecto. ... Además, cuando hayan sido tomadas las disposiciones precisas para lo que antecede, el 6.° Grupo de Ejércitos estará preparado a fin de avanzar hacia el Sudeste siguiendo el eje de marcha Nuremberg-Ratisbona con objeto de  impedir toda posible consolidación alemana en el Sur y establecer contacto con los rusos en el valle del Danubio...»

Correspondencia directa Eisenhower-Stalin
Por aquellos días nos enteramos de que Eisenhower había comunicado directamente sus intenciones al mariscal Stalin por medio de un telegrama de fecha 28 de marzo, sin hablar antes del asunto ni a su adjunto, el mariscal jefe de aviación Tedder, ni al Consejo mixto de jefes de Estado Mayor.
Todos consideramos que al actuar así había desbordado los límites dentro de los cuales el comandante supremo aliado en Europa estaba autorizado para negociar con los Soviets, tal como dichos limites habían quedado establecidos hasta entonces.
 El general Eisenhower creyó poder sostener aquella correspondencia directa con el jefe del Estado ruso porque Stalin era también comandante en jefe del Ejército rojo. Sin embargo, no sostenía correspondencia con el presidente de los Estados Unidos, que era también jefe de las fuerzas militares norteamericanas, sino con el general Marshall. En dicho telegrama Eisenhower anunciaba que después, de aislar el Ruhr tenía intención de efectuar su ataque principal a lo largo del eje Erfurt-Leipzig-Dresde, con objeto de cortar en dos al resto de las fuerzas alemanas después de haber establecido contacto con los rusos.
Un avance secundario pasando por Ratisbona y dirigido sobre Linz, donde esperaba asimismo encontrar a los rusos, impediría «la consolidación de la resistencia enemiga en el reducto de la Alemania meridional».
Stalin dio su conformidad sin pérdida de tiempo. Dijo que la propuesta «coincide enteramente con el plan del Alto Mando soviético». «Berlín — añadía —ha perdido su antigua importancia estratégica. Por consiguiente, el Alto Mando soviético tiene intención de destacar fuerzas secundarias en dirección a Berlín.» Los hechos no confirmaron estas palabras.
Los jefes de Estado Mayor británicos se hallaban preocupados tanto por el nuevo plan en sí como por el hecho de haber sido dejadas al margen lo mismo las autoridades militares que las constitucionales.
Redactaron un largo telegrama a sus colegas de Washington, que yo no vi hasta después de haber sido cursado. Esto ocurría a menudo en las negociaciones entre los Estados Mayores. Yo estaba plenamente de acuerdo, en principio, con nuestros jefes de Estado Mayor, Consideré, no obstante, que su telegrama suscitaba demasiadas cuestiones accesorias y ajenas al tema básico y no establecía las bases necesarias para discutir éste a fondo con los jefes de Estado Mayor norteamericano.
Les dirigí, por lo tanto, la siguiente nota: «He estudiado su telegrama y creo que, desde luego, es interesante plantear los problemas militares ante el Consejo Mixto de jefes de Estado Mayor.
Espero, sin embargo, que nos daremos cuenta de que nuestras fuerzas son tan sólo la cuarta parte de las que están invadiendo Alemania y que, por lo tanto, la situación a este respecto ha cambiado notablemente desde junio de 1944... Me parece que la falla más grave del nuevo plan de Eisenhower consiste en desplazar hacia Leipzig y Dresde el eje principal de avance sobre Berlín, con lo cual se plantea la cuestión de si el 21.° Grupo de Ejércitos, al extenderse demasiado, no perderá su potencia ofensiva, especialmente después de haber sido privado del IX Ejército norteamericano.
De este modo podemos vernos condenados a desempeñar un papel casi estático en el Norte e imposibilitados virtualmente de cruzar el Elba hasta que se haya llegado a una fase totalmente nueva de las operaciones.
También quedan anuladas todas las perspectivas de que las fuerzas británicas entren en Berlín con las norteamericanas.
Montgomery, Eisenhower y Tedder,
La validez de tales criticas depende de la amplitud que tenga la resistencia enemiga. Si esta resistencia es de carácter prácticamente formulario por el hecho de estar hundiéndose la capacidad combativa del Ejército alemán, no hay razón alguna para que tanto el avance del grueso de las fuerzas como el del 21.º Grupo de Ejércitos no se realicen en un frente más amplio que hasta ahora. Este es un punto que el comandante supremo debe decidir en última instancia.
Es posible también que el general Eisenhower esté equivocado al suponer que Berlín haya perdido virtualmente su importancia militar y política. Aunque los servicios del Gobierno alemán se hayan trasladado en su mayor parte al Sur, es preciso no desdeñar la trascendencia que ha de tener para las mentes alemanas la caída de Berlín...» Los jefes militares norteamericanos contestaron en esencia que la conducta de Eisenhower al comunicar con los rusos parecía obedecer a una necesidad de orden técnico relativo a las operaciones y que toda modificación susceptible de ser efectuada en la misma había de ser decidida por él mismo y no por ellos. En cuanto a la línea de acción expuesta en su plan, parecía estar de acuerdo con los principios estratégicos que habíamos convenido y con las directrices que él había recibido.
Afirmaban que Eisenhower estaba desplegando al otro lado del Rin, por el Norte, el máximo de fuerzas que era posible utilizar. El esfuerzo secundario en el Sur estaba alcanzando un notable éxito y era explotado tan a fondo como permitían los transportes y los suministros.
La batalla de Alemania, proseguían, había llegado a un punto en que correspondía al jefe que la dirigía sobre el terreno tomar las disposiciones que considerase oportunas. Dejar deliberadamente de explotar a fondo la debilidad del enemigo no parecía adecuado. El objetivo único era lograr una victoria rápida y total.
Aun reconociendo que ciertas cosas no eran de la incumbencia directa del comandante supremo, los jefes militares norteamericanos consideraban que su concepción estratégica era buena y que podía seguir con toda libertad poniéndose en comunicación con el comandante en jefe del Ejército soviético.
Los jefes norteamericanos de Estado Mayor sugerían, empero, cue había que pedir al general Eisenhower que les sometiese una ampliación de su telegrama al mariscal Stalin y demorase su respuesta a cualquier nueva solicitud de información procedente de Moscú hasta que recibiese indicaciones al respecto del Consejo mixto de jefes de Estado Mayor,


La toma de Berlín, punto esencial

Con la plena conformidad de mis colegas militares, repetí al general Eisenhower los puntos esenciales de mi nota.
Del primer ministro británico al general Eisenhower.

31 de marzo de 1945 «...No veo por qué ha de constituir ventaja alguna no cruzar el Elba. Si la resistencia enemiga se debilita, como usted evidentemente espera y como es muy probable que ocurra, ¿por qué no hemos de cruzar el Elba y avanzar tan al Este como sea posible?
Tal maniobra tiene un alcance político importante, pues, según parece, los ejércitos rusos del Sur van a entrar en Viena y a ocupar toda Austria.
Si dejamos deliberadamente Berlín en sus manos, aun cuando lo tengamos al alcance de las nuestras, el doble acontecimiento puede reforzar su convicción, ya evidente, de que ellos lo habrán hecho todo.
Por otra parte, yo no considero que Berlín haya perdido aún su valor militar y desde luego, estoy seguro de que en modo alguno ha perdido su significación política. La caída de Berlín produciría un hondo efecto psicológico en la resistencia alemana en todas las partes del Reich. Mientras Berlín resista, grandes masas de alemanes considerarán que su deber es proseguir la lucha. Por lo demás, no comparto la idea de que la toma de  Dresde y la unión con los rusos en aquella ciudad haya de constituir un importante triunfo...»


Procedí también a resumir la situación en un telegrama dirigido al Presidente.
(En su mensaje, a Mr. Roosevelt, el primer ministro británico expresaba su plana confianza en el general Eisenhower, pero hacía de nuevo hincapié en la importancia política que tenía la toma de Berlín, lo mismo como «suprema señal de derrota para el pueblo alemán"» que como contrapartida de la tovia de Viena por los rusos.)

Incidente zanjado, pero con reservas
(Entre tanto, Mr. Churchül recibió otro telegrama del general Eisenhower señalando que, después de concentrarse en el sector central, tenía intención de permitir al mariscal Montgomery cruzar el Elba y llegar por lo menos hasta Lübeck.
Tanto esta ciudad como Berlín «figurarían entre nuestros objetivos importantes» si se hundía la resistencia alemana.)
Del primer ministro británico al general Eisenhower.
2 de abril de 1945 «Muchas gracias de nuevo por su amable telegrama... No obstante, estoy aún más convencido de la importancia de entrar en Berlín, eventualidad que puede muy bien ofrecérsenos después de leer la respuesta de Moscú a usted, que dice en el párrafo tercero: «Berlín ha perdido su antigua importancia estratégica.» Es preciso leer esta frase a la luz de lo que ya he dicho a propósito de los aspectos políticos de la situación. Considero de la máxima importancia que el contacto con los rusos so establezca lo más al Este que sea posible...»
Creí que tenía la obligación de poner término a aquella correspondencia entre amigos. Del primer ministro británico al presidente Roosevelt,
«5 de abril, de 1945 Sigo creyendo que fue una lástima que Eisenhower enviase su telegrama a Stalin sin decir nada a nuestros jefes de Estado Mayor, ni al mariscal jete de aviación Tedder, nuestro delegado, ni tampoco a nuestro comandante en jefe, el mariscal Montgomery.
Las modificaciones efectuadas en el plan básico han resultado luego ser mucho menos considerables de lo que habíamos supuesto al principio. Mis relaciones personales con el general Eisenhower tienen un carácter sumamente amistoso. Considero el asunto como terminado, y para demostrar mi sinceridad emplearé una de las pocas citas latinas que conozco: «Amantíum írae amoris integratio est». (Las riñas de enamorados son la renovación del amor.)»


La Vanguardia  11-12-1053


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