LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Empieza la conferencia de
Yalta
(Las sesiones plenarias de la
conferencia de Yalta, en febrero de 1945, se celebraron en el palacio
de Livadia, donde se alojaba el presidente Roosevelt. Stalin y sus
consejeros estaban instalados en el palacio Yusupov, en tanto que los
principales delegados británicos tenían su residencia en la Villa
Vorontzov, a unos ocho kilómetros de allí.)
Los alemanes habían evacuado
aquella región tan sólo diez meses antes, y los edificios
circundantes habían sufrido graves daños. Se nos advirtió que la
zona en cuestión no había sido aún despejada completamente de
minas, excepto por lo que se refería a los terrenos de nuestra
«villa», que. como de costumbre, estaba en todo momento custodiada
por grandes contingentes de patrullas rusas.
Más de un miliar de obreros
habían estado trabajando allí antes de nuestra llegada. Se había
procedido a la reparación de ventanas y puertas, y desde Moscú
habían sido transportados los muebles y enseres necesarios. Nuestro
alejamiento estaba situado en un marco grandioso. Detrás de la.
«villa», de estilo entre gótico y morisco, se alzaban las
montañas, cubiertas de nieve, que culminaban en el pico más alto de
Crimea. Ante nosotros el Mar Negro extendía su sombría y austera
superficie, aunque sus aguas, incluso en aquella época del año,
eran cálidas y agradables.
Unos leones esculpidos en piedra blanca guardaban la entrada de la mansión, y detrás del patio había un parque magnífico, poblado de cipreses y una flora subtropical. En el comedor identifiqué dos cuadros, colgados a un lado y otro de la chimenea, como unos retratos de familia pertenecientes a los Herbert de Wilton.
Según me dijeron, el príncipe Vorontzov se había casado con una hija de aquella familia y al volver de Inglaterra se había llevado consigo los dos retratos. Nuestros anfitriones no regateaban esfuerzo alguno para garantizar nuestra comodidad y tenían en cuenta hasta la observación más inocua, que formulábamos.
En cierta ocasión, Portal después de admirar un gran acuario en el que crecían plantas de diversas clases, señaló que no contenía peces. Dos días más tarde ya estaba lleno de peces de colores. Otra vez aguien dijo incidentalmenté que en los cócteles no había cortezas de limón. Al día siguiente estaba plantado en el vestíbulo un limonero cargado de fruto. Y el caso es que todo aquello había sido necesario trasladarlo allí, desde muy lejos, en avión,
Unos leones esculpidos en piedra blanca guardaban la entrada de la mansión, y detrás del patio había un parque magnífico, poblado de cipreses y una flora subtropical. En el comedor identifiqué dos cuadros, colgados a un lado y otro de la chimenea, como unos retratos de familia pertenecientes a los Herbert de Wilton.
Según me dijeron, el príncipe Vorontzov se había casado con una hija de aquella familia y al volver de Inglaterra se había llevado consigo los dos retratos. Nuestros anfitriones no regateaban esfuerzo alguno para garantizar nuestra comodidad y tenían en cuenta hasta la observación más inocua, que formulábamos.
En cierta ocasión, Portal después de admirar un gran acuario en el que crecían plantas de diversas clases, señaló que no contenía peces. Dos días más tarde ya estaba lleno de peces de colores. Otra vez aguien dijo incidentalmenté que en los cócteles no había cortezas de limón. Al día siguiente estaba plantado en el vestíbulo un limonero cargado de fruto. Y el caso es que todo aquello había sido necesario trasladarlo allí, desde muy lejos, en avión,
El 4 de febrero, a las tres de la tarde, o sea al día siguiente de nuestra llegada, Stalin fue a visitarme y sostuvimos una agradable conversación acerca de la guerra contra Alemania. El se mostraba optimista. Nuestros enemigos andaban ya escasos de pan y de carbón; su sistema de transportes había sufrido daños.
Le pregunté qué harían los rusos si Hitler se trasladaba al Sur, por ejemplo a Dresde. «Le seguiríamos», repuso.
Continuó diciendo que el Oder ya no constituía un obstáculo, pues el Ejército rojo había establecido varias cabezas de puente sobre aquel río y los alemanes estaban utilizando para su defensa tropas del «Volksstürm», faltas de entrenamiento, mal mandadas e insuficientemente equipadas.
Confiaban en retirar sus mejores unidades del Vístula y emplearlas para defender el río, pero los blindados rusos las habían desbordado. En aquel momento sólo tenían una reserva móvil o estratégica de veinte o treinta divisiones de valor mediocre. Cuando pregunté a Stalin qué le parecía la ofensiva de Rundstedt contra los norteamericanos en los Ardenas, la calificó de maniobra estúpida, efectuada únicamente por razones de prestigio y que había perjudicado considerablemente a Alemania.
El organismo militar germano estaba enfermo y no era posible curarlo con tales métodos. Los generales de auténtica valía ya no existían.
Sólo quedaba Guderian, y éste era un aventurero. Si las divisiones alemanas copadas en la Prusia Oriental hubiesen sido retiradas a tiempo, habrían podido ser utilizadas para defender Berlín; pero los alemanes eran unos torpes.
Arribada de Churchill |
El comentario de Stalin fue interesante. Consideraba poco prabable que los alemanes nos atacasen. ¿No podíamos dejar unas cuantas divisiones británicas en el frente y transferir el resto a Yugoeslavia y Hungría para orientarlas directamente sobre Viena? Allí podrían establecer contacto con el Ejército rojo y desbordar a las unidades alemanas que estaban al sur de los Alpes. Añadió que para ello necesitaríamos importantes efectivos.
No le costaba nada decir aquello a la sazón, pero yo no le dirigí ningún reproche. — El Ejército rojo — me limité a contestar — probablemente no nos daría tiempo para terminar la operación,
Reunión «en familia»
El Presidente, Stalin y yo nos
reunimos a las cinco de la tarde para estudiar la situación militar,
especialmente la ofensiva rusa en el frente oriental.
Se nos dio cuenta detallada del avance del Ejército rojo y sentamos las bases para las ulteriores deliberaciones de nuestros respectivos jefes de Estado Mayor. Yo dije que una de las cuestiones que convenía examinar era la de cuanto tiempo necesitaría el enemigo para trasladar ocho divisiones desde Italia al frente de batalla contra Rusia y qué contramedidas habríamos de tomar en tal caso.
Quizá deberíamos trasladar algunas divisiones del norte de Italia para reforzar a nuestras unidades atacantes en otros puntos. Otro problema importante era el de si habíamos de hacer algo para asestar un golpe en la parte alta del Adriático, cruzar el pasillo de Liubliana y establecer contacto con el flanco izquierda ruso. El ambiente de la reunión fue sumamente cordial.
El general Marshall nos hizo una brillante y concisa exposición de las operaciones anglonorteamericanas en el Oeste. Stalin dijo que la ofensiva rusa del mes de enero habia sido desencadenada en cumplimiento de un deber moral, sin relación alguna con las decisiones tomadas en Teherán, y preguntó acto seguido en qué forma podía seguir ayudándonos. Le contesté que aquel era, el momento, puesto que estaban reunidos los tres Estados Mayores, de revisar a fondo el problema de la coordinación de las operaciones militares interaliadas,
Se nos dio cuenta detallada del avance del Ejército rojo y sentamos las bases para las ulteriores deliberaciones de nuestros respectivos jefes de Estado Mayor. Yo dije que una de las cuestiones que convenía examinar era la de cuanto tiempo necesitaría el enemigo para trasladar ocho divisiones desde Italia al frente de batalla contra Rusia y qué contramedidas habríamos de tomar en tal caso.
Quizá deberíamos trasladar algunas divisiones del norte de Italia para reforzar a nuestras unidades atacantes en otros puntos. Otro problema importante era el de si habíamos de hacer algo para asestar un golpe en la parte alta del Adriático, cruzar el pasillo de Liubliana y establecer contacto con el flanco izquierda ruso. El ambiente de la reunión fue sumamente cordial.
El general Marshall nos hizo una brillante y concisa exposición de las operaciones anglonorteamericanas en el Oeste. Stalin dijo que la ofensiva rusa del mes de enero habia sido desencadenada en cumplimiento de un deber moral, sin relación alguna con las decisiones tomadas en Teherán, y preguntó acto seguido en qué forma podía seguir ayudándonos. Le contesté que aquel era, el momento, puesto que estaban reunidos los tres Estados Mayores, de revisar a fondo el problema de la coordinación de las operaciones militares interaliadas,
La primera sesión plenaria
de la conferencia empezó el 5 de febrero, a las cuatro y cuarto de
la tarde. Nos reunimos en el palacio de Livadia y tomamos asiento en
torno a una mesa redonda. Contando los tres intérpretes, éramos
veintitrés en total.
Con Stalin y Molotof estaban Vichinsky,
Maisky, Gíusev (el embajador ruso en Londres) y Gromyko (embajador
ruso en Washington), Pavlov actuaba de intérprete. La delegación
norteamericana estaba presidida por Roosevelt y Stettinius, y
figuraban en. ella el almirante Leahy, Byrnes, Harriman, Hopkíns,
Matthews (director de Asuntos Europeos del Departamento de
Estado) y Bowen (delegado especial del Departamento de Estado), que
desempeñaba también la función de intérprete.
Yo tenía a Eden
junto a mi, y nuestra delegación la formaban sir Alexander Cadogan
(entonce- subsecretario permanente de Asuntos Exteriores), sir Edward
Bridges (secretario del Gabinete) y sir Archibald Clark Kerr, nuestro
embajador en Moscú. El comandante Birse era nuestro intérprete,
como lo había sido siempre desde mi primera reunión con Stalin en
Moscú en 1942. Empezamos por discutir el futuro de Alemania.
Naturalmente, yo había reflexionado ya sobre este problema y había
dirigido la siguiente nota a Mr. Edén un mes antes:
Del primer ministro al secretario de Asuntos Exteriores.
Del primer ministro al secretario de Asuntos Exteriores.
«4 de enero de 1945 Es
demasiado pronto para que podamos tomar decisiones acerca del vasto
problema que constituye el trato que debe darse a Alemania después
de la guerra. Desde luego, cuando haya cesado la resistencia
organizada alemana, la primera fase será la de un riguroso control
militar.
Este puede muy bien durar bastantes meses, o quizá un año
o dos si el movimiento clandestino alemán se muestra activo. Nos
queda por resolver las cuestiones prácticas de la partición de
Alemania, el trato que debe aplicarse a las industrias del Ruhr y el
Sarre, etc. De todo esto hablaremos probablemente en nuestra próxima
reunión, pero dudo de que lleguemos entonces a ninguna conclusión
definitiva. Nadie puede prever en el momento actual en qué estado se
hallarán después de la guerra el continente europeo, las relaciones
entre las grandes potencias y los sentimientos de sus pueblos
respectivos. Estoy seguro de que los odios que Alemania ha suscitado
en tantos países tendrán entonces su contrapartida.
Cada vez que he
sondeado la opinión pública, he quedado impresionado al observar la
honda emoción que provocaría una política encaminada a «levantar
de nuevo a la pobre Alemania». Conozco también perfectamente los
argumentos que ponen en guardia contra «la existencia de una
comunidad emponzoñada en el corazón de Europa». Considero
que, habida cuenta de lo mucho que tenemos aún por hacer en este
momento, no debemos plantear por anticipado estas enojosas
discusiones y escisiones. Ya vendrán por sus pasos contados.
Dentro
de poco tendremos un nuevo Parlamento, cuyas opiniones no podemos
prever. Por mi parte, prefiero que concentremos nuestra atención en
las cuestiones de orden práctico que será necesario resolver en los
próximos dos o tres años, en vez de lanzarnos a discutir sobre las
relaciones a largo plazo entre Alemania y Europa. Me acuerdo
demasiado bien de la mala impresión que la vez pasada me causaron
las brutales opiniones expresadas primero por los electores y luego,
por la Cámara de los Comunes, como recuerdo asimismo que me indigné
cuando Poincaré hizo entrar tropas francesas en el Ruhr.
En pocos
años, sin embargo; el estado de ánimo del Parlamento y del pueblo
se transformó completamente.
Los Estados Unidos prestaron a Alemania muchos millones de dólares. Yo di mi conformidad, a la política de tolerancia respecto al país vencido hasta el tratado de Locarno y durante el resto del mando del , Gobierno Baldwin, política fundada en el hecho de que Alemania no tenía entonces fuerza para perjudicarnos. Pero después la situación varió rápidamente. Empezó la ascensión de Hitler. Y una más me encontré en absoluto desacuerdo con la opinión reinante.
Los Estados Unidos prestaron a Alemania muchos millones de dólares. Yo di mi conformidad, a la política de tolerancia respecto al país vencido hasta el tratado de Locarno y durante el resto del mando del , Gobierno Baldwin, política fundada en el hecho de que Alemania no tenía entonces fuerza para perjudicarnos. Pero después la situación varió rápidamente. Empezó la ascensión de Hitler. Y una más me encontré en absoluto desacuerdo con la opinión reinante.
Es un error tratar de
explicar, en unas notas escritas apresuradamente, cuáles serán las
vastas y complejas emociones de un mundo trémulo aún de
indignación, ya sea inmediatamente después de terminada la lucha o
bien cuando la inevitable templanza de la paz suceda al ardor de la
contienda.
Estos amplios movimientos de opinión dominan el ánimo de
la mayoría de las gentes, y los que sostienen puntos de vista
independientes acaban por convertirse no sólo en elementos aislados,
sino impotentes. En estos problemas de alcance mundial la orientación
va surgiendo paso a paso. Es prudente, pues, reservarse las propias
decisiones todo el tiempo que sea posible hasta que queden de
manifiesto todos los hechos y todas las fuerzas que tendrán carácter
efectivo en el momento oportuno. Quizá nuestras próximas
conversaciones tripartitas arrojarán más luz sobie este
problema.»
Arribada de Stalin |
La desmembración y sus problemas
Stalin preguntó entonces cómo había de ser desmembrada Alemania. ¿Tendríamos un solo Gobierno, varios o simplemente una forma determinada de administración? Si Hitler capitulaba sin condiciones, ¿mantendríamos su Gobierno o nos negaríamos, a tratar con él? En Teherán el presidente Roosevelt había propuesto que Alemania fuese dividida en cinco partes.
Stalin preguntó entonces cómo había de ser desmembrada Alemania. ¿Tendríamos un solo Gobierno, varios o simplemente una forma determinada de administración? Si Hitler capitulaba sin condiciones, ¿mantendríamos su Gobierno o nos negaríamos, a tratar con él? En Teherán el presidente Roosevelt había propuesto que Alemania fuese dividida en cinco partes.
Stalin se había mostrado de acuerdo con esta idea. Yo,
por mi parte, había vacilado y me había declarado partidario de
dividirla en dos, a saber: Prusia y Austria-Baviera, con el Ruhr y la
Westfalia bajo control internacional. Había llegado el momento, dijo
Stalin, de tomar una decisión concreta.
Yo dije que todos estábamos
de acuerdo en que Alemania debía ser desmembrada, pero el sistema
efectivo de llevarlo a cabo era demasiado complicado para que pudiera
quedar establecido en cinco o seis días. Ello requeriría un estudio
muy detallado de las realidades históricas, etnográficas y
económicas, así como prolongadas deliberaciones de un Comité
especial que examinaría las diferentes propuestas y dictaminaría
sobre las mismas. Había mucho que estudiar.
¿Cuál sería la suerte
futura de Prusia? ¿Qué territorios había que ceder a Polonia y a
la U.R.S.S.? ¿Quién controlaría el valle del Rin y las grandes
zonas industriales del Ruhr y el Sarre? Todos estos problemas exigían
un profundo examen, y el Gobierno de Su Majestad quería estudiar
detenidamente la actitud de sus dos grandes aliados. Había qué
crear en seguida un organismo encargado de examinar estas cuestiones
y debíamos contar con su informe antes de adoptar ninguna decisión
definitiva. A continuación especulé con el futuro.
Si Hitler o
Himmler se pusieran en contacto con nosotros y nos ofreciesen la
rendición incondicional, era evidente que nuestra respuesta había
de ser que no estábamos dispuestos a negociar con ninguno de los
criminales de guerra. Si ellos eran las únicas personas que los
alemanes estaban en condiciones de presentarnos como
negociadores, tendríamos que continuar la guerra.
Más probable era
que Hitler y sus compañeros muriesen o desapareciesen y que fuesen
otros individuos los que ofreciesen la capitulación incondicional.
Si ocurría tal cosa, las tres grandes potencias deberían
consultarse inmediatamente entre sí y decidir si tales individuos
eran dignos de que se tratase con ellos o no. Si lo eran, se les
someterían las fórmulas de rendición previamente establecidas.
Si
no, proseguiría la guerra y todo el país quedaría sometido a un
riguroso Gobierno militar. Mr. Roosevelt sugirió que los ministros
de Asuntos Exteriores presentasen un plan para estudiar el problema
en el término de veinticuatro horas y un plan concreto de
desmembración en el término de un mes. De momento el asunto quedó
pendiente.
Para que el caballo tire del carro..,
Se discutieron otras cuestiones, pero no fueron resueltas. El Presidente preguntó si había que dar a los franceses una zona de ocupación en Alemania.
Acordamos que así se hiciera, asignándoles parte de las
zonas británica y norteamericana, y que los ministros de Asuntos
Exteriores estudiasen la forma en que dicha zona debía ser
controlada. A petición de Stalin, M. Maisky expuso entonces un plan
ruso para hacer que Alemania pagase reparaciones y para el
desmantelamiento de sus industrias de material bélico.
Yo dije que
la experiencia de la guerra anterior había sido muy decepcionante.
No creía que fuese posible obtener de Alemania ni siquiera lo que M.
Maisky había sugerido que pagase sólo a Rusia. También la Gran
Bretaña había sufrido muchísimo. Infinidad de edificios habían
sido destruidos.
Nos habíamos desprendido de muchas de nuestras
inversiones en el extranjero y nos enfrentábamos con el problema de
aumentar nuestras exportaciones hasta el punto necesario para pagar
las importaciones de víveres que nos veríamos obligados a efectuar.
Tenía mis dudas acerca de si tales cargas quedarían notablemente
aligeradas con las reparaciones alemanas.
Otros países también
habían sufrido y era preciso tener en cuenta esta circunstancia.
¿Qué ocurriría si Alemania quedaba reducida a una situación de
pueblo hambriento? ¿Nos limitaríamos a señalar que se lo tenía
bien merecido, sin hacer nada para remediarlo, o asumiríamos la
obligación de alimentar a los alemanes? En este último caso, ¿quién
sufragaría los gastos? Stalin dijo que estos problemas surgirían de
todos modos, a lo cual repuse que si uno quiere que su caballo tire
del carro tiene que darle forraje.
Finalmente acordamos que la
propuesta rusa fuese examinada por una comisión especial que
celebraría sus sesiones en Moscú con carácter secreto. Convinimos
luego en reunimos de nuevo al día siguiente y abordar dos puntos que
debían constituir el tema de nuestras discusiones subsiguientes: el
plan de Dumbarton Oaks para la seguridad mundial y el problema de
Polonia.