dimarts, 16 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill (XV)

SEGUNDA .GUERRA MUNDIAL


  El lápiz azul, de Stalin El «reparto» de los Balcanes
(El primer ministro británico y Mr. Eden fectuaron un nuevo viaje a Moscú en octubre de 1944. El presidente Roosevelt, si bien dio su aprobación a la idea de aquella conferencia, hizo constar que su embajador en Moscú, Mr. Harriman, no estaba autorizado para adquirir compromisos en nombre suyo. Tampoco quería que se tratase la cuestión del voto en la futura Organización de las Naciones Unidas. En el curso de la anterior conferencia de Dumbarton Oaks se había llegado a un punto muerto en aquel asunto.)
Aterrizamos en Moscú el 9 de octubre, por la tarde, y fuimos acogidos muy cordialmente y con gran ceremonial por Molotof y diversos altos personajes rusos. Esta vez fuimos alojados en la misma capital con toda clase de comodidades. Yo disponía de una casita perfectamente instalada, y Anthony otra contigua a la mía. Nos alegramos de poder cenar solos y descansar.


Invitación tajante de Mikolajczyk
Aquella misma noche, a las diez, celebramos nuestra primera reunión importante en el Kremlin. Asistíamos sólo. Stalin, Molotof, Edén, Harriman y yo, con el comandante Birse y Pavlov como intérpretes. Convinimos en invitar al primer ministro polaco, a su ministro de Asuntos Exteriores, M. Romer, y a M. Grabski, un anciano académico de barba gris, muy inteligente y simpático, para que acudiesen a Moscú en seguida.
Telegrafié, pues, a M. Mikolajczyk que le esperábamos a él y a sus compañeros para deliberar con el Gobierno soviético y con nosotros, así como con el Comité polaco comunista de Lublin. Le di a entender claramente que una negativa a participar en aquellas conversaciones equivaldría a rechazar definitivamente nuestros buenos oficios y nos consideraríamos relevados de toda responsabilidad ulterior para con el Gobierno polaco de Londres.
Quebec 1944


En cuanto empezó la reunión consideré que el momento era adecuado para entrar en materia. Dije, por consiguiente: — Arreglemos nuestros asuntos de los Balcanes. Los ejércitos de ustedes están en Rumania y Bulgaria. Nosotros tenemos allí intereses, misiones y agentes. No nos detengamos ante pequeneces. Por lo que se refiere a la Gran Bretaña y Rusia, ¿qué dirían ustedes de un predominio ruso del noventa por ciento en Rumania, un predominio británico en Grecia del noventa por ciento y una base de igualdad para ambos países en Yugoeslavia? Mientras los intérpretes traducían mis palabras, yo escribí en media hoja de papel:
               Rumania:
                     Rusia.............................................................................90%
                     Los otros.....................................................................10%
.
               Grecia
                     Gran Bretaña........................................................90%
                           (De acuerdo con Norteamérica)
                     Rusia.......................................................................10% 
              
               Yugoeslavia.......................................................... 50-50%
              
               Hungría..................................................................50-50%

               Bulgaria
                      Rusia.....................................................................75%
                      Los otros.............................................................25%

Pasé esta nota por encima de la mesa a Stalin, quien entre tanto había oído la traducción de mis palabras. Hubo una ligera pausa. Luego tomó su lápiz azul, puso una gran contraseña en mi hoja de papel en señal de aprobación y me la devolvió. Todo quedó arreglado en menos tiempo del que se tarda en contarlo. Naturalmente, nosotros habíamos estudiado larga, y detenidamente el asunto y en aquellos momentos sólo tratábamos de acuerdos de orden inmediato relativos a la época de la guerra. Todos los grandes problemas quedaban reservados por ambas partes para lo que entonces confiábamos sería una conferencia pacífica después de la victoria. ... Siguió un largo silencio. El papel rayado con lápiz azul continuaba en el centro de la mesa. Por fin dije: — ¿No podría alguien considerar un tanto cínico que diésemos la sensación de haber resuelto en forma tan expeditiva unos problemas de los que depende la suerte de millones de seres? Quememos el papel. — No, guárdelo — repuso Stalin, Planteé asimismo la cuestión de Alemania  y se acordó que nuestros dos ministros de Asuntos Exteriores, junto con Mr. Harriman, la estudiasen. Dije a Stalin que los norteamericanos le expondrían, en el curso de nuestras futuras deliberaciones, su plan de operaciones en el Pacífico para 1945.


El espectro de las guerras civiles


Enviamos luego un telegrama conjunto a Roosevelt acerca de nuestra primera reunión.
«10 de octubre de 1944 Hemos acordado no referirnos en nuestras deliberaciones a los puntos tratados en Dumbarton Oaks y que estos sean estudiados cuando podamos reunimos los  tres. Hemos de considerar el mejor medio de establecer una política concertada a propósito de los países balcánicos, incluyendo  a Hungría y Turquía. Hemos convenido en que Mr. Harriman asista como observador a todas las conversaciones en que hayan de tratarse asuntos de importancia y que el general Deane (jefe de la misión militar norteamericana) se halle presente cuando se planteen cuestiones de carácter militar.  Aprovechamos esta ocasión para saludarle cordialmente y felicitarle por la bravura de las fuerzas norteamericanas y por la forma en que el general Eisenhower dirige las operaciones en el Oeste.»
Quebec 1944

Por mi parte, informé particularmente al Presidente en los siguientes términos:
«11 de octubre de 1944 Hemos encontrado aquí una atmósfera poco común de buena voluntad. Puede usted tener la seguridad de que tratáremos todos los asuntos en forma que su pais no resulte comprometido... Es absolutamente necesario que procuremos establecer una política común respecto a los Balcanes a fin de evitar que estalle la guerra civil en diversos países, en cuyo caso probablemente las simpatías de usted y yo estarían con uno de los bandos y las de U. J. (Stalin en código) con el otro. Le tendré al corriente de todo esto, y no se tomará ningún acuerdo definitivo, sino simplemente acuerdos preliminares entre la Gran Bretaña y Rusia, sujetos a la discusión ulterior con usted... No he recibido aún su nota relativa a, la parte de las operaciones en el Pacífico a que podemos referirnos ante Stalin y sus asesores militares.
Desearía que me ¡a mandara, pues de otro modo al hablar con él podría yo ir más allá de lo que usted desea que se diga. Entre tanto, seré muy cauto. No hemos tocado el tema de Dumbarton Oaks, excepto para decir que, a petición de usted, queda excluido, de las actuales conversaciones. No obstante, hoy, a la hora del almuerzo, Stalin se refirió en términos elogiosos a aquella conferencia y ensalzó los grandes progresos que allí se habían hecho con vistas a un acuerdo. También en el discurso pronunciado después del mismo ágape, Stalin aludió con acritud al Japón, calificándolo de nación agresora. A juzgar por lo que hemos hablado, me cabe poca duda de que le declarará la guerra en cuanto Alemania haya sido derrotada...»


Nadie es profeta... ni en tierra ajena
El II de octubre, por la noche, Stalin asistió a la cena ofrecida en la Embajada británica. Era aquélla la primera vez que nuestro embajador lograba organizar una recepción así. La policía adoptó toda clase de precauciones. 
Uno de mis invitados, Vichinsky, al pasar junto a algunos guardias armados de la N.K.V.D. que montaban guardia en la escalera de acceso al  edificio comentó: «A lo que parece, el Ejército rojo ha alcanzado otra victoria.

Ha ocupado la Embajada británica.» Hasta la madrugada estuvimos pasando revista a todos los temas de discusión en forma extraoficial. Entre otras cosas, hablamos de las elecciones generales que habían de celebrarse en Inglaterra una vez terminada la contienda. Stalin dijo que él no dudaba en absoluto acerca del resultado: ganarían los conservadores. Decididamente es aun más difícil comprender la política de los otros países que la del propio.

Sucesos desagradables
Cablegrafié a Hopkins con referencia a diversos asuntos de interés.  Del primer ministro británico a Mr. Harry Hopkins.
«12 de octubre de 1944 , Aquí se desliza todo en un ambiente muy cordial, pero en los Balcanes están ocurriendo cosas desagradables. Tito, después de haber vivido en la isla de Vis bajo , nuestra protección durante tres o cuatro meses, se marchó de pronto, sin decir adonde iba, pero dejando unos centinelas junto a su cueva para dar la sensación de que aun estaba allí. Se trasladó a Moscú, donde se entrevistó con los magnates soviéticos, y ayer M. Molotof reveló este hecho a Mr. Edén.
Los rusos atribuyen esta descortesía al carácter personal de Tito, desconfiado como buen campesino de origen, y afirman que hasta ahora no nos habían dicho nada por respeto al deseo manifestado por aquél de que se mantuviera secreta su visita. Los búlgaros están tratando mal a nuestra gente. Han detenido a algunos de los oficiales británicos que aun se encuentran en Grecia y Yugoeslavia.
He oído contar que han tratado con suma crueldad a oficiales norteamericanos prisioneros suyos. La actitud de los rusos es la de que,  naturalmente, están dispuestos a castigar a Bulgaria por sus muchos agravios, pero sólo con un espíritu de padre cariñoso. Se interesan mucho por Hungría, país al que aludieron erróneamente como vecino suyo. Reclaman para sí plena autoridad en Rumania, pero están ampliamente dispuestos a desinteresarse de Grecia. Todos estos asuntos están siendo aireados convenientemente por Mr. Edén y Molotof. Bajo graves amenazas, hemos convencido a Mikolajczyk y a los polacos de la necesidad de que acepten la invitación que hemos logrado arrancar a los rusos.
Esperamos que estarán aquí mañana...»

Las esferas de influencia
Churchill, Harriman, Stalin y Molotof

Cursé el siguiente telegrama a mis colegas del Gabinete de Guerra:

«12 de octubre de 1944 El sistema de porcentajes no pretende fijar el número de puestos a ocupar en las comisiones para los diferentes países balcánicos, sino más bien expresar el interés con que los. Gobiernos británico y soviético enfocan los problemas de aquellos países.
No pretende ser otra cosa que una fórmula de orientación y desde luego, no compromete en modo alguno a Norteamérica, ni trata de establecer un sistema rígido de esferas de influencia. Puede no obstante, ayudar a los Estados Unidos a tener una idea de cuál es la tendencia general de sus dos aliados principales respecto a aquellas regiones. 
Es fácil ver que la Rusia Soviética tiene intereses vitales en los países bañados por el Mar Negro, por uno de los cuales, Rumania, ha sido desconsideradamente atacada con veintiséis divisiones, y al otro de los cuales, Bulgaria, la unen lazos antiguos. La Gran Bretaña considera lógico respetar los puntos de vista rusos acerca de aquellos dos países, así como el deseo soviético de asumir en forma práctica la tarea de guiarlos en nombre de la causa común. Paralelamente la Gran Bretaña tiene una larga tradición de amistad con Grecia, así como un interés directo como potencia mediterránea, en su futuro.
En esta guerra la Gran Bretaña perdió treinta mil hombres en sus intentos de oponer resistencia a la invasión germano-italiana de Grecia, y desea desempeñar un papel preponderante en la labor de ayudar a Grecia a salir de sus dificultades presentes, manteniendo el estrecho contacto con los Estados Unidos que hasta ahora ha caracterizado la política anglo-norteamericana en aquella zona. Aquí sé considera que la Gran Bretaña asumirá la dirección en el aspecto militar y tratará de ayudar al actual Gobierno real griego a establecerse en Atenas sobre una base lo más amplia y unida que sea posible. La Rusia Soviética estaría dispuesta a conceder esta posición y esta función a la Gran Bretaña, del mismo modo que la Gran Bretaña reconocería la. íntima relación entre Rusia y Rumania.

Esto impediría la proliferación en Grecia de facciones hostiles entre sí, lo cual provocaría una guerra civil e induciría a los Gobiernos británico y ruso a entrar en discusiones poco gratas. Pasando al caso de Yugoeslavia, el símbolo numérico 50-50 pretende ser el fundamento de una acción conjunta y una política acorde entre las dos potencias hoy estrechamente interesadas en el país, con objeto dé favorecer la creación de una Yugoeslavia unida después de que todos los elementos que allí se encuentran hayan realizado en común el máximo esfuerzo para expulsar a los invasores nazis. Se trata de impedir, por ejemplo, que se origine una lucha armada entre croatas y eslovenos por una parte y poderosos elementos servios por otra.
Se trata asimismo de garantizar que las armas suministradas a Tito sean utilizadas contra el común enemigo nazi y no con fines  de política interna... Teniendo en cuenta que son los ejércitos soviéticos los que están asumiendo el control de Hungría, seria natural que correspondiese a los rusos una mayor parte de influencia, con sujeción, naturalmente, a un acuerdo con la Gran Bretaña y probablemente los Estados Unidos, quienes, aunque no operan de un modo efectivo en Hungría, deben considerar a este país como un Estado centroeuropeo y no como una nación balcánica.
Es necesario insistir en que esta amplia exposición de las ideas soviéticas y británicas respecto a los países antes mencionados es tan sólo una pauta provisional para el futuro inmediato en época de guerra y será revisada por las grandes potencias cuando se reúnan en torno a la mesa del armisticio o de la paz a fin de proceder a un ajuste general de los problemas de Europa.»


La Vanguardia 25-11-1953



L'atac nord-americà de Doolittle contra el Japó va canviar el corrent de la Segona Guerra Mundial

Fa 80 anys: el Doolittle Raid va marcar el dia que sabíem que podríem guanyar la Segona Guerra Mundial. Com a patriòtic nord-americà, durant...