divendres, 5 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill (IV)

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Avance en tromba

Sonó al fin la hora de la gran ofensiva norteamericana de ruptura bajo el mando del general Omar Bradley.

Ataque general

El 25 de julio de 1944 su VIl Cuerpo de Ejército atacó hacia el Sur desde Saint Lo y al día siguiente el VIII Cuerpo de Ejército, situado a la derecha de aquél, se incorporó a la batalla. El bombardeo realizado por la aviación norteamericana había sido devastador, y el empuje de ¡a infantería fue fructífero. Los tanques avanzaron rápidamente hasta el punto clave de Coutances. Quedó cortada la carretera de escape hacia el Sur que los alemanes tenían en aquella costa de Normandía, y todo el sistema enemigo de defensa al oeste del río Vire cayó en la confusión y el caos. Los caminos y las carreteras estaban atestados de tropas en retirada, y los bombarderos y caza-bombarderos aliados asolaban las filas de hombres y vehículos. El avance proseguía en forma arrolladora.
Avranches fue ocupado el 31 de julio, con lo cual quedó abierto el camino de la península de Bretaña por la zona costera. Los canadienses, a las órdenes del general Crerar, efectuaron simultáneamente un ataque desde Caen bajando por la carretera de Falaise. Cuatro divisiones blindadas alemanas se opusieron con éxito a esta acción. Montgomery, que ostentaba aún el mando en toda la línea de batalla, transfirió entonces el peso del ataque británico a otro frente y ordenó al II Ejército británico, mandado por el general Dempsey, que lanzara una nueva embestida desde Caumont en dirección a Vire. Precedido otra vez por un intenso bombardeo aéreo, esté ataque empezó el 30 de julio. Vire fue tomado pocos días más tarde.

Comparaciones poco agradables

Cuando se inició la gran ofensiva norteamericana y el cuerpo de ejército canadiense vio frenado su avance en la carretera de Falaise, se establecieron a expensas nuestras algunas comparaciones desagradables.
Del primer ministro al general Montgomery. «27 de julio de 1944 Anoche comunicaron desde el Cuartel General Supremo de las fuerzas expedicionarias norteamericanas que las tropas británicas habían sufrido «un revés bastante grave». No estoy enterado de ningun hecho que justifique semejante afirmación. Tengo entendido que sólo se han producido ligeros repliegues de un kilómetro aproximadamente en el ala derecha de las fuerzas de usted que atacaron hace poco, y me parece que no existe justificación alguna para utilizar dicha expresión.
Esto, como es natural, ha dado mucho que hablar aquí. Me gustaría saber exactamente lo ocurrido a fin de mantener la confianza entre los que dudan o critican en las altas esferas. Considero, desde luego, de la máxima importancia que el Ejército británico ataque de firme y se abra paso. De no ser así, surgirán, comparaciones entre los dos ejércitos que conducirán a peligrosas recriminaciones y afectarán a la eficacia combativa de la organización aliada. Como usted sabe, tengo la más absoluta confianza en usted y ya sabe que puede usted confiar en mí.»

Montgomery contestó:
Patton

«No tengo noticias de ningún «revés grave». El enemigo ha acumulado grandes contingentes de fuerzas al sur de Caen para oponerse a nuestro avance en aquella zona. Ayer y anteayer se combatió con especial dureza, y como consecuencia de ello el cuerpo de ejército canadiense hubo de retroceder cosa de un kilómetro desde las posiciones más avanzadas que había alcanzado.
Mi táctica desde el principio ha consistido en atraer el grueso da las fuerzas blindadas enemigas hacia mi flanco oriental y presentarles allí batalla con objeto de que nuestras operaciones en el flanco occidental puedan discurrir con mayor fluidez. He logrado lo que me proponía. El grueso de las fuerzas blindadas enemigas se hallan ahora desplegadas ante mi flanco occidental, al este del rio Odón, y mis operaciones en el Oeste, se desarrollan con brillantez y los norteamericanos avanzan rápidamente...»

El arte de «abrirse paso»
El optimismo de Montgomery se vio justificado por los acontecimientos. El 3 de agosto le telegrafié:

«Me encanta ver que el desarrollo de su plan, que usted me explicó hace pocos días, ha sido plenamente satisfactorio. Es evidente que el enemigo seguirá presionando en el flanco oriental con desesperado vigor. Me inclino a creer que la península de Brest será conquistada a muy  poco precio. Me alegro de que nuestros blindados y nuestras tropas avanzadas hayan tomado Vire. Por lo que se puede apreciar en el mapa, deben de haber realizado ustedes varios copos importantes...»

El 7 de agosto me trasladé nuevamente por vía aérea al Cuartel General de Montgomery, Después de que éste me hubo explicado la situación con todo detalle a la vista de sus mapas, llegó un coronel norteamericano para acompañarme a ver al general Bradley.

La ruta que debíamos seguir había sido cuidadosamente estudiada para que yo pudiese ver la aterradora devastación de las ciudades y pueblos a través de las cuales se habían abierto paso las tropas de los Estados Unidos. Todas las casas estaban pulverizadas por efecto de los bombardeos aéreos. Llegamos al Cuartel General de Bradley hacia las cuatro de la tarde. El general me recibió cordialmente, pero me di cuenta de que reinaba gran tensión, pues la batalla se hallaba en su punto culminante y llegaban mensajes cada dos o tres minutos. Abrevié, por lo tanto, mi visita y volví en coche hasta el lugar en que me esperaba mi avión.
Me disponía a subir al mismo, cuando, con gran sorpresa por mi parte, llegó Eisenhower. Había ido por vía aérea desde Londres a su cuartel general avanzado, y al enterarse de que yo andaba por allí quiso verme. No había tomado aun de manos de Montgomery el mando efectivo de las fuerzas en campaña, pero lo supervisaba todo con ojo vigilante. Y lo cierto es que nadie sabía mejor que él cómo encontrarse en el escenario de un acontecimiento de magnas proporciones sin menoscabar la autoridad que había delegado en otras personas.

Acción fulminante contra Bretaña

El III Ejército de los Estados Unidos, a las órdenes del general Patton, había sido ya constituido y estaba en plena acción. Patton destacó dos divisiones blindadas y tres de infantería para lanzarlas hacia el Oeste y el Sur con objeto de limpiar la península de Bretaña. Los contingentes enemigos aislados del grueso de las fuerzas se retiraron inmediatamente hacia sus puertos fortificados.
El Movimiento de Resistencia francés, que en aquella zona contaba con treinta mil hombres, desempeñó un notable papel y la península fue rápidamente ocupada. Al terminar la primera semana de agosto los alemanes — 45.000 hombres en servicio de guarnición y los restos de cuatro divisiones habían sido empujados, hasta sus perímetros defensivos en Saint Malo, Brest, Lorient y Saint Nazaire. Allí podía tenérseles acorralados y dejar que se consumieran, ahorrando así las inútiles bajas que habrían ocasionado los ataques frontales inmediatos. El daño causado a Cherburgo había sido enorme, y era seguro que cuando los puertos de Bretaña fuesen ocupados se invertiría mucho tiempo en su reparación.
Los excelentes servicios prestados por el puerto sintético de Arromanches, los fondeaderos en puntos abrigados de la costa, asi como el inesperado partido que se había sacado de muchas pequeñas bahías y calas de Normandía. habían aminorado la urgencia de la ocupación de los puertos bretones, a la que tanta importancia habíamos concedido en nuestros planes iniciales. Además yendo las cosas tan bien como iban, podíamos confiar en disponer pronto de otros puertos franceses mucho mejores, desde El Havre hasta otros situados más al Norte. Brest, empero, que poseía una importante guarnición presidida por un comandante muy enérgico, constituía un peligro que era preciso eliminar. La fortaleza se rindió el 19 de septiembre ante durísimos ataques de tres divisiones norteamericanas.

La «escapada» de Patton



Mientras la Bretaña iba de este modo siendo ocupada, el resto del III Ejército de Patton se lanzaba hacia el Este en el audaz avance en forma de «gancho» que había de llevarle hasta el vacío comprendido entre el Loira y París, y bajando por el curso del Sena hasta Ruán. La ciudad de Laval fue ocupada el 6 de agosto: y Le Mans el día 9 Pocas tropas alemanas encontraron en toda, aquella vasta región las fuerzas norteamericanas Que avanzaban La principal dificultad consistía en abastecer a éstas a causa de las distancias cada vez más largas que las separaban del grueso del cuerpo expedicionario. 

A excepción de un limitado servicio de transporte aéreo, todo había de proceder aún de las playas en qué se efectuó el desembarco inicial y bajar por la parte occidental de Normandía, a través de Avranches, para llegar al frente. Por consiguiente, Avranches se convirtió en el «cuello de botella» que brindaba una ocasión tentadora, para un ataque alemán hacia el Oeste partiendo de las cercanías, de Falaise.
La idea hizo presa en la imaginación de Hitlér, quien ordenó que el mayor contingente posible de fuerzas atacara Mortain, se abriera paso hasta Avranches y con ello cortara las comunicaciones de Patton. Los altos jefes militares alemanes se mostraron, unánimes en su oposición a tal proyecto. Dándose cuenta de que la batalla de Normandía estaba ya perdida, querían utilizar cuatro divisiones que acababan de llegar procedentes del XV Ejército apostado en el Norte para efectuar una retirada ordenada hasta la línea del Sena. Hitler se mantuvo en sus trece, y el 7 de agosto cinco divisiones blindadas y dos de infantería lanzaron un violento ataque contra Mortain desde el Este. El golpe descargó sobre una sola división norteamericana, pero ésta se mantuvo firme y otras tres acudieron acto seguido en su ayuda.
Al cabo de cinco días de dura lucha y concentrados bombardeos aéreos, la audaz embestida fue rechazada, y tal como los generales enemigos habían pronosticado, todo el saliente desde Falaise hasta Mortain lleno de tropas alemanas, quedó á merced de ataques convergentes por tres lados.




La «bolsa» de Falaise: un degolladero

Al sur de dicho saliente, uno de los cuerpos del III Ejército norteamericano había sido destacado hacia el Norte, por Alengon. en demanda de Argentan, adonde llegó el 13 de agosto. El I Ejército norteamericano, mandado por el general Hodges, atacó hacia el Sur desde Vire, y el II Ejército británico en dirección a Conde.
Las fuerzas canadienses, apoyadas nuevamente por bombarderos pesados, siguieron presionando hacia abajo por la Carretera Caeri-Falaise, esta vez con mayor éxito, pues alcanzaron su objetivo el IV de agosto. La aviación aliada machacaba a los alemanes apiñados dentro de la larga y estrecha «bolsa», mientras la artillería abría horribles brechas en sus filas. Los alemanes resistían obstinadamente en los puntos extremos de la tenaza en Falaise y Argentan, y dando preferencia a sus unidades blindadas, procuraban evacuar todas las fuerzas que podían. Pero el 17 dé agosto se rompió toda ligazón de mando y disciplina, y el escenario de la lucha se convirtió en un degolladero.  El 20 de agosto quedó cerrada la tenaza, y aunque a la sazón una buena parte de las tropas enemigas había podido escurrirse hacia el Este, no menos de ocho divisiones germanas fueron aniquiladas. Lo que había sido bolsa de Falaise se convirtió en su tumba.
Liberación de París
Eisenhower estaba decidido a no librar una batalla para conquistar París.
Los ejemplos de Stalingrado y Varsovia habían puesto de relieve los horrores de los ataques frontales y de los alzamientos patrióticos, por lo cual resolvió cercar la capital y obligar a la guarnición a rendirse o huir. El 20 de agosto había llegado la hora de actuar. Patton había cruzado el Sena cerca de Mantés y su flanco derecho había llegado a Fontainebleáu.
El Movimiento de Resistencia francés se había sublevado. La policía estaba en huelga. La Prefectura se, hallaba en manos de los patriotas. Un oficial de la Resistencia llegó al Cuartel General de Patton con informaciones de interés vital que el miércoles 23 de agosto por la mañana fueron entregadas a Eisenhower en Le Mans. 
Junto a las fuerzas de Patton luchaba la 2a División blindada francesa, a las órdenes del general Leclerc, que había desembarcado en Normandía el 1 de agosto y había desempeñado un notable papel en el avance. De Gaulle llegó el mismo día, y el comandante supremo aliado le aseguró que cuando sonara la hora —y tal como se había convenido oportunamente — las tropas de Leclerc serían las primeras en entrar en París. Las noticias de que se estaba luchando en las calles de la capital indujeron a Eisenhower a actuar, y Leclerc  recibió orden de emprender la marcha.
El general Leclerc escribió a Dé Gaulle: «He tenido la sensación... de estar reviviendo la situación de 1940, pero a la inversa: absoluto desorden en el bando enemigo, sorpresa total en sus filas.» Decidió actuar con audacia y eludir más bien que aplastar a las concentraciones alemanas. El 24 de agosto avanzaron sobre la ciudad los primeros destacamentos desde Rambouillet, adonde habían llegado la víspera procedentes de Normandía. El grueso de las fuerzas, dirigido por el coronel Billotte — hijo del jefe del Primer Grupo de Ejércitos francés, que murió en el campo de batalla en mayo de 1940—, subía procedente dé Orleáns Aquella noche un destacamento avanzado de tanques llegó a  Puerta de Italia y a las 9,22 exactamente entró en la Plaza del Ayuntamiento. Al día siguiente a primeras horas de la mañana, las columnas blindadas de Billotte dominaban las dos márgenes del Sena frente a la Cité.
Poco después de mediodía el C. G. del comandante alemán de París, general Von Choltitz, establecido en el Hotel Meurice, se hallaba ya cercado, y Von Choltitz se rindió a un teniente francés, quien le condujo a presencia de Billotte. Entretanto había llegado Leclerc y se había instalado en la Gare Montparnasse. Por la tarde se trasladó a la Prefectura de Policía. Hacia las cuatro, Von Choltitz fue llevado ante él. Era el final del largo camino recorrido de Dunkerque al lago Chad y regreso a los lares patrios.
Leclerc, expresando en voz alta sus pensamientos, musitó: «Maintenant, ca y est...» y luego, en alemán, se dio a conocer al vencido. Tras una discusión breve y seca fue firmada la capitulación de las fuerzas que componían la guarnición. Los elementos de la Resistencia y las tropas regulares ocuparon uno tras otro los restantes puntos clave.

La apoteosis de De Gaulle
La ciudad se entregó a una manifestación de auténtico frenesí. La gente escupía a los prisioneros alemanes, arrastraba por las calles a los colaboracionistas y festejaba a las tropas liberadoras. En medio de aquellas escenas de un triunfo largamente esperado llegó el general De Gaulle. A las cinco de la tarde descendió de su automóvil en la Rué St. Dominique y estableció su Cuartel General en el Ministerio de la Guerra.
Dos horas después en el Ayuntamiento apareció por primera vez como jefe de la Francia Libre ante la jubilosa muchedumbre en compañía de las principales figuras de la Resistencia y de los generales Leclerc y Juin. Se produjo un espontáneo estallido de loco entusiasmo.  Al día siguiente, 26 de agosto, por la tarde, De Gaulle hizo su entrada oficial a pie por los Campos Elíseos hasta la Plaza de la Concordia y desde allí en automóvil hasta Notre Dame. Hubo un tiroteo provocado por algunos colaboracionistas apostados en las azoteas de unas casas. La multitud se dispersó, pero tras unos momentos de pánico, continuó hasta el fin la solemne ceremonia de la liberación de París.

Balance de la campaña
El 30 de agosto nuestras tropas cruzaban el Sena por varios puntos. Las pérdidas enemigas habían sido terribles: 400.000 hombres, la mitad de ellos prisioneros, 1.300 tanques, 20.000 vehículos y 1.500 piezas de artillería de campaña. El VII Ejército alemán y todas las divisiones que habían sido enviadas para reforzarlo quedaron deshechos.
La ofensiva aliada de ruptura desde la cabeza de playa había sido demorada por el mal tiempo y la errónea decisión de Hitler. Pero una vez hubo terminado la batalla, todo fue como una seda y nuestras tropas llegaron al Sena seis días antes de lo que se había previsto. Como queda dicho, surgieron críticas relativas a la lentitud de los movimientos en el frente británico de Normandía.
Los espléndidos avances norteamericanos en las fases ulteriores de la batalla parecían indicar, en efecto, un mayor éxito por parte de nuestros aliados que por la nuestra. Es preciso, por lo tanto, recalcar que todo el plan de campaña consistía en que el frente británico sirviese de pivote y atrajese hacia sí a las reservas enemigas con objeto de facilitar de este modo el movimiento envolvente norteamericano. En el plan original la misión del II Ejército británico quedaba señalada en los siguientes términos: «Proteger el flanco de los ejércitos norteamericanos mientras éstos vayan ocupando Cherburgo, Angers, Nantes y los puertos de la Bretaña».
Esto se logró gracias a la decisión y al ardor combativo de nuestras tropas. El general Eisenhower, que apreciaba en todo su valor la acción de sus camaradas británicos, escribió en su informe oficial: «Sin los grandes sacrificios realizados por los ejércitos anglo-canadienses en  las atroces y agotadoras batallas de Caen y Falaise, los espectaculares avances de las tropas aliadas en otros puntos no se habrían producido.»


La Vanguardia 04-11-1953








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