LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La gran persecución
De
acuerdo con lo convenido anteriorñiente, el general Eisenhower
asumió el mando directo de las fuerzas terrestres en el norte de
Francia el 1 de septiembre de 1944. Dichas fuerzas comprendían el
21.° Grupo de Ejércitos británico, a las órdenes del , mariscal
Montgomery, y el 12.° Grupo de Ejércitos norteamericano, a las
órdenes del general Omar Bradley, cuyas operaciones había
controlado hasta entonces Montgomery.
Una inmensa oleada de
fuerzas
Eisenhower disponía en total de cinco ejércitos En el 21.° Grupo de Ejércitos de Montgomery se hallaban el I Ejército canadiense, a las órdenes del general Crerar y el II Ejército británico, bajo el mando del general Dempsey.
Un total de catorce divisiones y siete brigadas de tanques. A su derecha, dentro del 12.° Grupo de Ejércitos norteamericano, estaban el I Ejército, mandado por el general Hodges; el III Ejército, mandado por el general Patton, y el IX Ejército, que todavía no había entrado en acción, bajo las órdenes del general Simpson.
Así, pues, Eisenhower tenia autoridad sobre más de treinta y siete divisiones; es decir, aproximadamente medio millón de combatientes. Cada grupo de ejércitos tenía su propia aviación táctica, y la totalidad de aquellas fuerzas aéreas estaba bajo el mando del mariscal jefe de aviación Leigh-Mallory. Aquella inmensa oleada empujaba a lo que quedaba de los ejércitos alemanes en el Oeste, que eran hostilizados día y noche por nuestras unidades aéreas, superiores en número y en calidad.
El enemigo contaba todavía con unas diecisiete divisiones, pero hasta tanto no fue posible reagruparlas y reforzarlas con efectivos procedentes de Alemania, la mayoría de ellas apenas si ofrecieron resistencia organizada. El general Speidel, ex jefe del Estado Mayor de Rommel, ha descrito en los siguientes términos el apuro en que se hallaban:
«Era imposible realizar una retirada ordenada. Los ejércitos motorizados aliados, cercaban a las exhaustas divisiones alemanas de infantería, las desmembraban en pequeños grupos y las aplastaban... No había fuerzas terrestres alemanas en número suficiente para reconstruir el frente, y nuestra acción aérea era casi nula.»
Eisenhower disponía en total de cinco ejércitos En el 21.° Grupo de Ejércitos de Montgomery se hallaban el I Ejército canadiense, a las órdenes del general Crerar y el II Ejército británico, bajo el mando del general Dempsey.
Un total de catorce divisiones y siete brigadas de tanques. A su derecha, dentro del 12.° Grupo de Ejércitos norteamericano, estaban el I Ejército, mandado por el general Hodges; el III Ejército, mandado por el general Patton, y el IX Ejército, que todavía no había entrado en acción, bajo las órdenes del general Simpson.
Así, pues, Eisenhower tenia autoridad sobre más de treinta y siete divisiones; es decir, aproximadamente medio millón de combatientes. Cada grupo de ejércitos tenía su propia aviación táctica, y la totalidad de aquellas fuerzas aéreas estaba bajo el mando del mariscal jefe de aviación Leigh-Mallory. Aquella inmensa oleada empujaba a lo que quedaba de los ejércitos alemanes en el Oeste, que eran hostilizados día y noche por nuestras unidades aéreas, superiores en número y en calidad.
El enemigo contaba todavía con unas diecisiete divisiones, pero hasta tanto no fue posible reagruparlas y reforzarlas con efectivos procedentes de Alemania, la mayoría de ellas apenas si ofrecieron resistencia organizada. El general Speidel, ex jefe del Estado Mayor de Rommel, ha descrito en los siguientes términos el apuro en que se hallaban:
«Era imposible realizar una retirada ordenada. Los ejércitos motorizados aliados, cercaban a las exhaustas divisiones alemanas de infantería, las desmembraban en pequeños grupos y las aplastaban... No había fuerzas terrestres alemanas en número suficiente para reconstruir el frente, y nuestra acción aérea era casi nula.»
Planes
estratégicos contrapuestos
El plan de Eisenhower consistía en avanzar en dirección Nordeste con todas las fuerzas que fuese posible y, aprovechando hasta el máximo el material de que disponía. El esfuerzo principal había de correr, a cargo dtel 21.° Grupo de Ejércitos británico, cuyo avance a lo largo de la costa del Canal de la Mancha no sólo permitiría arrollar los puestos de lanzamiento de las bombas volantes, sino también tomar Amberes.
Sin contar con
el amplio puerto de aquella ciudad na había posibilidad de avanzar u
través del bajo Rin y penetrar en las llanuras de la Alemania
septentrional.
El 12° Grupo de Ejércitos norteamericano había de
perseguir también al enemigo, manteniéndose su I Ejército al nivel
de las tropas británicas, mientras el resto de aquella gran unidad,
presionando hacia el Este en dirección a Verdún y el Mosa
superior se dispondría a atacar hacia el Sarre. Montgomery formuló
dos, contrapropuestas: una a fines de agosto, en el sentido de que su
grupo de ejércitos y el 12.° Grupo norteamericano atacaran
conjuntamente en dirección Norte, con una masa compacta de cerca de
cuarenta divisiones, y la segunda el 4 de septiembre, en el sentido
de que se lanzara un solo ataque, ya fuese en dirección al Ruhr o
sobre el Sarre.
En cualquiera de ambos casos, habría que facilitar a
las fuerzas atacantes todos los recursos y todo el apoyo que
necesitaran. Proponía que el resto del frente se mantuviese en
relativa calma, en beneficio del ataque principal, que deberla ser
dirigido por un solo comandante, que podía ser él mismo o bien
Bradley, según decidiese el jefe supremo.
Charles De Gaulle |
Creía que las fuerzas en
cuestión llegarían probablemente a Berlín, y consideraba que el
Ruhr era preferible al Sarre a estos efectos. Pero Eisenhower se
atuvo a su plan inicial. Alemania tenía aún reservas en su
territorio, y el comandante supremo aliado creía que si lanzaba un
contingente de fuerzas relativamente reducido a través del Rin con
objeto de realizar una penetración profunda en el territorio
nacional alemán, el mismo sería destrozado por el enemigo.
A su
entender, era preferible que el 21.° Grupo de Ejércitos hiciese
todos los esfuerzos necesarios para establecer una cabeza de puente
sobre el Rin, mientras el 12.° Grupo avanzaba hasta donde le fuese
posible contra la Línea Sigfrido.
Avance fulminante hasta Bélgica
Los estrategas suelen debatir largamente estos problemas. Pero la discusión de los mismos no paralizó entonces el avance. No obstante, el número de divisiones que cabía utilizar; así como la, rapidez y el objetivo final de su avance, dependían por entero de los puertos, el transporte y los suministros.
Se estaba utilizando relativamente pocas municiones, pero los víveres y sobre todo la gasolina eran elementos esenciales para asegurar la marcha de las tropas. Cherburgo y la bahía sintética de Arromanches eran los únicos puertos que teníamos en nuestro poder, y éstos iban quedando cada día más lejos. La línea del frente era alimentada aun desde Normandia, y cotidianamente había que transportar unas veinte mil toneladas de suministros a lo largo de distancias cada vez mayores, junto con mucho material para reparar carreteras y puentes y construir aeródromos.
Los puertos de Bretaña, cuando fuesen ocupados, se hallarían aún más lejos; pero los puertos de la costa del Canal de la Mancha, desde El Havre hacia el Nordeste, y en especial Amberes— si podíamos ocuparlo antes de que hubiese sufrido daños demasiado graves, eran objetivos de importancia vital. Así, pues, Amberes constituía la meta inmediata del grupo de ejércitos mandado por Montgomery, a cuya unidad se presentaba con ello la primera oportunidad de mostrar su aptitud para la guerra de movimientos.
El II Ejército avanzaba en vanguardia al norte del Sena en dirección a Bélgica. El 30.° Cuerpo, de Ejército iba a la cabeza; su 11ª División blindada cogió prisionero al comandante del VII Ejército alemán en Amiens el 31 de agosto, mientras desayunaba. No tardaron en ser alcanzadas las poblaciones fronterizas que tan bien conocían el cuerpo expedicionario británico de 1940, y por lo menos de nombre sus predecesores de un cuarto de siglo antes: Arras, Douai, Lille y muchas otras.
Bruselas, evacuada precipitadamente por los alemanes, fue ocupada el 3 de septiembre por la división blindada de los «Guards», y al igual que en toda Bélgica, nuestras tropas fueron magníficamente acogidas y recibieron valiosa ayuda de las bien organizadas fuerzas de la Resistencia.
Desde alli los «Guards» emprendieron la marcha hacia el Este, en demanda de Lovaina, y la 11.a División blindada entró en Amberes el 4 de septiembre, donde, para grata sorpresa nuestra, encontraron el puerto casi intacto. Tan veloz había sido el avance más de trescientos kilómetros en cuatro días escasos, que el enemigo no había, tenido tiempo de llevar a cabo las concienzudas demoliciones que acostumbraba. Más hacia el Oeste, el XII Cuerpo de Ejército topó con mayor resistencia, pero alcanzó su principal objetivo, Gante, el 5 de septiembre.
Como es natural, aquel ritmo no podía durar. Había terminado el avance fulminante, y ya antes de que emprendiéramos el viaje a Quebec la contención era evidente. El enemigo logró destruir los puentes sobre el canal Alberto entre Amberes y Hasselt, y el 30.o Cuerpo de Ejército encontró defendida aquella vía acuática por unos diez batallones, algunos de ellos de refresco. Los «Guards» consiguieron a viva fuerza cruzarlo al oeste de Hasselt el 6 de septiembre, pero hubieron, de sostener una encarnizada lucha y hasta cuatro días más tarde no llegaron al canal Mosa-Escalda y se apoderaron de un puente que aún estaba intacto.
Los estrategas suelen debatir largamente estos problemas. Pero la discusión de los mismos no paralizó entonces el avance. No obstante, el número de divisiones que cabía utilizar; así como la, rapidez y el objetivo final de su avance, dependían por entero de los puertos, el transporte y los suministros.
Se estaba utilizando relativamente pocas municiones, pero los víveres y sobre todo la gasolina eran elementos esenciales para asegurar la marcha de las tropas. Cherburgo y la bahía sintética de Arromanches eran los únicos puertos que teníamos en nuestro poder, y éstos iban quedando cada día más lejos. La línea del frente era alimentada aun desde Normandia, y cotidianamente había que transportar unas veinte mil toneladas de suministros a lo largo de distancias cada vez mayores, junto con mucho material para reparar carreteras y puentes y construir aeródromos.
Los puertos de Bretaña, cuando fuesen ocupados, se hallarían aún más lejos; pero los puertos de la costa del Canal de la Mancha, desde El Havre hacia el Nordeste, y en especial Amberes— si podíamos ocuparlo antes de que hubiese sufrido daños demasiado graves, eran objetivos de importancia vital. Así, pues, Amberes constituía la meta inmediata del grupo de ejércitos mandado por Montgomery, a cuya unidad se presentaba con ello la primera oportunidad de mostrar su aptitud para la guerra de movimientos.
El II Ejército avanzaba en vanguardia al norte del Sena en dirección a Bélgica. El 30.° Cuerpo, de Ejército iba a la cabeza; su 11ª División blindada cogió prisionero al comandante del VII Ejército alemán en Amiens el 31 de agosto, mientras desayunaba. No tardaron en ser alcanzadas las poblaciones fronterizas que tan bien conocían el cuerpo expedicionario británico de 1940, y por lo menos de nombre sus predecesores de un cuarto de siglo antes: Arras, Douai, Lille y muchas otras.
Bruselas, evacuada precipitadamente por los alemanes, fue ocupada el 3 de septiembre por la división blindada de los «Guards», y al igual que en toda Bélgica, nuestras tropas fueron magníficamente acogidas y recibieron valiosa ayuda de las bien organizadas fuerzas de la Resistencia.
Desde alli los «Guards» emprendieron la marcha hacia el Este, en demanda de Lovaina, y la 11.a División blindada entró en Amberes el 4 de septiembre, donde, para grata sorpresa nuestra, encontraron el puerto casi intacto. Tan veloz había sido el avance más de trescientos kilómetros en cuatro días escasos, que el enemigo no había, tenido tiempo de llevar a cabo las concienzudas demoliciones que acostumbraba. Más hacia el Oeste, el XII Cuerpo de Ejército topó con mayor resistencia, pero alcanzó su principal objetivo, Gante, el 5 de septiembre.
Como es natural, aquel ritmo no podía durar. Había terminado el avance fulminante, y ya antes de que emprendiéramos el viaje a Quebec la contención era evidente. El enemigo logró destruir los puentes sobre el canal Alberto entre Amberes y Hasselt, y el 30.o Cuerpo de Ejército encontró defendida aquella vía acuática por unos diez batallones, algunos de ellos de refresco. Los «Guards» consiguieron a viva fuerza cruzarlo al oeste de Hasselt el 6 de septiembre, pero hubieron, de sostener una encarnizada lucha y hasta cuatro días más tarde no llegaron al canal Mosa-Escalda y se apoderaron de un puente que aún estaba intacto.
La última fase
Entre tanto, el I Ejército canadiense
tenia a su cargo la dura y comprometida tarea de despejar el flanco
occidental. Su jefe, el general Crerar, tenía bajo su mando al I
Cuerpo de Ejército británico y al II Cuerpo de Ejército
canadiense, en el que estaba integrada la división blindada polaca.
Su labor principal consistía en liberar los puertos de la costa del Canal de la Mancha desde El Havre hacia el Nordeste, ocupar los puestos de lanzamiento de bombas volantes e instalarse en la,margen meridional del Escalda.
Aunque Amberes estaba en nuestro poder, los buques aliados sólo podían llegar hasta allí a través del sinuoso estuario del Escalda, erizado de dificultades para la navegación, a ambas orillas del cual se encontraban aún los alemanes.
Aquellas costosas y arduas operaciones correspondían de modo especial al citado ejército canadiense, y del éxito de las mismas dependía en gran parte el resultado del avance en aquella zona.
El I Cuerpo de Ejército británico cruzó el Sena cerca de Rüán, orientó hacia la izquierda, y el 2 de septiembre la 51ª División de Highlanders ocupó Saint Valéry, escenario de la tragedia en que fue protagonista su unidad homónima en junio de 1940. El flanco izquierdo de aquel cuerpo de ejército avanzó sobre El Havre, donde resistía ferozmente una guarnición germana de más de once mil hombres. A pesar del bombardeo naval con piezas de grueso calibre y a pesar de las diez mil toneladas de bombas que cayeron sobre ellos desde el aire, los alemanes de El Havre no se rindieron hasta el 12 de septiembre.
Mientras tanto, el cuerpo de ejército canadiense, situado a la derecha de la mencionada, unidad, había avanzado con paso rápido. Dieppe, donde sus fuerzas se desquitaron del descalabro sufrido por ellas en 1942, cayó en su poder el 1 de septiembre, y a continuación Dunkerque corrió la misma suerte. El día 8 de aquel mes el Ejército canadiense había liberado toda la región del Paso de Calais, con sus instalaciones de lanzamiento de bombas volantes, y había llegado a Brujas. La división blindada polaca ocupó Gante. Boulogne, con cerca de diez mil prisioneros, cayó el 22 de septiembre, y Caláis el 30 del mismo mes.
Dunkerque, con su guarnición de 12,000 hombres, sólo quedó sitiado, pues el avance hacia el Escalda era de mucha mayor urgencia. De momento dejaremos de ocuparnos,de los canadienses para explicar los movimientos del grupo de ejércitos norteamericano. Su avance más allá de París había sido conducido también con todo el impulsivo ardor de Bradley y sus enérgicos oficiales.
Despues dé cruzar el Sena a la derecha de las fuerzas británicas, el I Ejército norteamericano se lanzó en dirección a Namur y Lieja. Llegó a Charleroi y Mons el 3 de septiembre, cortando la retirada a treinta mil alemanes, que luego fueron hechos prisioneros al sudeste de la última población citada. Luego, prosiguiendo velozmente hacia el Este, las tropas norteamericanas liberaron Lieja el 8 de septiembre y la ciudad de Luxemburgo dos días más tarde.
La resistencia enemiga iba en aumento, pero el 12 de septiembre alcanzaron la frontera alemana en un frente de noventa kilómetros y perforaron la Línea Sigfrido al sur de Aquisgrán. En quince días habían liberado todo Luxemburgo y el sur de Bélgica.
El III Ejército ocupó Verdún el 31 de agosto y cruzó el Mosa. Una semana después aun teníaa gasolina suficiente para avanzar hasta el Mosela.
El enemigo habia logrado reunir las tuerzas necesarias para defender el río, y en Metz tenía una guarnición considerable y decidida a todo. No obstante, el 16 de septiembre las unidades norteamericanas establecieron cabezas de puente en Nancy e inmediatamente al sur de Metz. El VII Ejército norteamericano y el I Ejército francés, integrados a la sazón en el VI Grupo de Ejércitos mandado por el general Devers, en su marcha hacia el Norte después de su desembarco en el sur de Francia, habían establecido contacto con patrullas del ejército de Patton al oeste de Dijon el 11 de septiembre.
Orientando entonces su marcha hacia el Este, se pusieron al nivel del avance general en una línea comprendida entre Epinal y la frontera suiza.
Aquello fue el final de la gran persecución. Durante los meses inmediatamente subsiguientes sólo pudimos avanzar a costa de violenta lucha. La resistencia enemiga se endurecía por doquier, y nuestras líneas de suministro se habían alargado hasta el límite.
Era preciso reorganizar el sistema de intendencia y transportes, así como reforzar y reagrupar las tropas de vanguardia con vistas a los combates del otoño que iba a empezar.
Su labor principal consistía en liberar los puertos de la costa del Canal de la Mancha desde El Havre hacia el Nordeste, ocupar los puestos de lanzamiento de bombas volantes e instalarse en la,margen meridional del Escalda.
Aunque Amberes estaba en nuestro poder, los buques aliados sólo podían llegar hasta allí a través del sinuoso estuario del Escalda, erizado de dificultades para la navegación, a ambas orillas del cual se encontraban aún los alemanes.
Aquellas costosas y arduas operaciones correspondían de modo especial al citado ejército canadiense, y del éxito de las mismas dependía en gran parte el resultado del avance en aquella zona.
El I Cuerpo de Ejército británico cruzó el Sena cerca de Rüán, orientó hacia la izquierda, y el 2 de septiembre la 51ª División de Highlanders ocupó Saint Valéry, escenario de la tragedia en que fue protagonista su unidad homónima en junio de 1940. El flanco izquierdo de aquel cuerpo de ejército avanzó sobre El Havre, donde resistía ferozmente una guarnición germana de más de once mil hombres. A pesar del bombardeo naval con piezas de grueso calibre y a pesar de las diez mil toneladas de bombas que cayeron sobre ellos desde el aire, los alemanes de El Havre no se rindieron hasta el 12 de septiembre.
Mientras tanto, el cuerpo de ejército canadiense, situado a la derecha de la mencionada, unidad, había avanzado con paso rápido. Dieppe, donde sus fuerzas se desquitaron del descalabro sufrido por ellas en 1942, cayó en su poder el 1 de septiembre, y a continuación Dunkerque corrió la misma suerte. El día 8 de aquel mes el Ejército canadiense había liberado toda la región del Paso de Calais, con sus instalaciones de lanzamiento de bombas volantes, y había llegado a Brujas. La división blindada polaca ocupó Gante. Boulogne, con cerca de diez mil prisioneros, cayó el 22 de septiembre, y Caláis el 30 del mismo mes.
Dunkerque, con su guarnición de 12,000 hombres, sólo quedó sitiado, pues el avance hacia el Escalda era de mucha mayor urgencia. De momento dejaremos de ocuparnos,de los canadienses para explicar los movimientos del grupo de ejércitos norteamericano. Su avance más allá de París había sido conducido también con todo el impulsivo ardor de Bradley y sus enérgicos oficiales.
Despues dé cruzar el Sena a la derecha de las fuerzas británicas, el I Ejército norteamericano se lanzó en dirección a Namur y Lieja. Llegó a Charleroi y Mons el 3 de septiembre, cortando la retirada a treinta mil alemanes, que luego fueron hechos prisioneros al sudeste de la última población citada. Luego, prosiguiendo velozmente hacia el Este, las tropas norteamericanas liberaron Lieja el 8 de septiembre y la ciudad de Luxemburgo dos días más tarde.
La resistencia enemiga iba en aumento, pero el 12 de septiembre alcanzaron la frontera alemana en un frente de noventa kilómetros y perforaron la Línea Sigfrido al sur de Aquisgrán. En quince días habían liberado todo Luxemburgo y el sur de Bélgica.
General Simpson |
El III Ejército ocupó Verdún el 31 de agosto y cruzó el Mosa. Una semana después aun teníaa gasolina suficiente para avanzar hasta el Mosela.
El enemigo habia logrado reunir las tuerzas necesarias para defender el río, y en Metz tenía una guarnición considerable y decidida a todo. No obstante, el 16 de septiembre las unidades norteamericanas establecieron cabezas de puente en Nancy e inmediatamente al sur de Metz. El VII Ejército norteamericano y el I Ejército francés, integrados a la sazón en el VI Grupo de Ejércitos mandado por el general Devers, en su marcha hacia el Norte después de su desembarco en el sur de Francia, habían establecido contacto con patrullas del ejército de Patton al oeste de Dijon el 11 de septiembre.
Orientando entonces su marcha hacia el Este, se pusieron al nivel del avance general en una línea comprendida entre Epinal y la frontera suiza.
Aquello fue el final de la gran persecución. Durante los meses inmediatamente subsiguientes sólo pudimos avanzar a costa de violenta lucha. La resistencia enemiga se endurecía por doquier, y nuestras líneas de suministro se habían alargado hasta el límite.
Era preciso reorganizar el sistema de intendencia y transportes, así como reforzar y reagrupar las tropas de vanguardia con vistas a los combates del otoño que iba a empezar.
La capacidad alemana de resistencia
Durante nuestro viaje a Quebec, nuestro Comité conjunto de información había preparado un informe sobre la «capacidad alemana de resistencia» que a mí me había parecido un tanto optimista. Una vez leído con detenimiento, dirigí la siguiente nota a los jefes de Estado Mayor:
«No he encontrado en el informe de referencia ninguna alusión a hechos que no me fuesen ya conocidos. En líneas generales, considero que adolece de un exceso de optimismo. En estos momentos nos hallamos en un «alto» virtual y en lo sucesivo el avance será muy lento , Aparte de Cherburgo y Arromanches, hasta ahora no hemos ocupado ningún gran puerto.
Los alemanes tienen intención clara de defender la desembocadura del Escalda, y siguen resistiendo en los suburbios septentrionales de Amberes. Brest aun no ha sido conquistado a pesar de la durísima lucha allí registrada, y no estará disponible hasta por lo menos seis semanas después de haber sido ocupado. Lorient aun resiste también.
No se ha hecho
tentativa alguna para ocupar y despejar el puerto de Saint Nazaire,
que es como dos veces mejor que Brest y dos veces más fácil de
tomar.
No se ha adoptado medida alguna para apoderarnos de Burdeos. Si la situación no cambia en forma notable, los aliados se hallarán aún faltos de puertos disponibles cuando empiecen las tempestades otoñales...
El mariscal Montgomery ha expuesto sus dudas acerca del plan del general Eisenhower para el futuro. Es difícil imaginar cómo el 21.° Grupo de Ejércitos podrá avanzar con todo su empuje hacia la frontera alemana hasta que no haya liquidado la obstinada resistencia enemiga en los puertos del Canal de la Mancha y haya acabado con los alemanes que se encuentran en Walcheren y al norte de Amberes... Nadie puede decir lo que nos reserva el futuro. ¿Podrán los aliados avanzar en bloque a través de la Linea Sigfrido y penetrar en Alemania durante el mes de septiembre? ¿O bien el impulso de sus fuerzas se verá limitado por las dificultades de abastecimiento y la falta de puertos hasta el punto de permitir a los alemanes consolidarse en la Línea Sigfrido? No hay que desestimar la importancia que tendría el hecho de que el enemigo se fortificase y se consolidase en la frontera de la tierra natal. Tan posible es por lo menos que Hitlér siga luchando en 1.° de enero del año próximo como que se hunda , antes de aquella fecha. A mi entender, si se hunde antes de entonces, será más bien por motivos políticos que por razones puramente militares.»
Desgraciadamente, mi punto de vista sobre este particular había de quedar justificado por el curso de los acontecimientos.
Durante nuestro viaje a Quebec, nuestro Comité conjunto de información había preparado un informe sobre la «capacidad alemana de resistencia» que a mí me había parecido un tanto optimista. Una vez leído con detenimiento, dirigí la siguiente nota a los jefes de Estado Mayor:
«No he encontrado en el informe de referencia ninguna alusión a hechos que no me fuesen ya conocidos. En líneas generales, considero que adolece de un exceso de optimismo. En estos momentos nos hallamos en un «alto» virtual y en lo sucesivo el avance será muy lento , Aparte de Cherburgo y Arromanches, hasta ahora no hemos ocupado ningún gran puerto.
Los alemanes tienen intención clara de defender la desembocadura del Escalda, y siguen resistiendo en los suburbios septentrionales de Amberes. Brest aun no ha sido conquistado a pesar de la durísima lucha allí registrada, y no estará disponible hasta por lo menos seis semanas después de haber sido ocupado. Lorient aun resiste también.
Le Havre |
No se ha adoptado medida alguna para apoderarnos de Burdeos. Si la situación no cambia en forma notable, los aliados se hallarán aún faltos de puertos disponibles cuando empiecen las tempestades otoñales...
El mariscal Montgomery ha expuesto sus dudas acerca del plan del general Eisenhower para el futuro. Es difícil imaginar cómo el 21.° Grupo de Ejércitos podrá avanzar con todo su empuje hacia la frontera alemana hasta que no haya liquidado la obstinada resistencia enemiga en los puertos del Canal de la Mancha y haya acabado con los alemanes que se encuentran en Walcheren y al norte de Amberes... Nadie puede decir lo que nos reserva el futuro. ¿Podrán los aliados avanzar en bloque a través de la Linea Sigfrido y penetrar en Alemania durante el mes de septiembre? ¿O bien el impulso de sus fuerzas se verá limitado por las dificultades de abastecimiento y la falta de puertos hasta el punto de permitir a los alemanes consolidarse en la Línea Sigfrido? No hay que desestimar la importancia que tendría el hecho de que el enemigo se fortificase y se consolidase en la frontera de la tierra natal. Tan posible es por lo menos que Hitlér siga luchando en 1.° de enero del año próximo como que se hunda , antes de aquella fecha. A mi entender, si se hunde antes de entonces, será más bien por motivos políticos que por razones puramente militares.»
Desgraciadamente, mi punto de vista sobre este particular había de quedar justificado por el curso de los acontecimientos.