dijous, 25 de maig del 2017

Memorias de Winston S. Churchill XXIV

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

El atolladero polaco
(Los deliberaciones sobre Polonia ocuparon siete de las ocho sesiones plenarias de la conferencia de Yalta.
Mr. Churchill habla hecho que se reunieran en Moscú, en el otoño de 1944, los representantes del Gobierno polaco afincado en Londres y los del «Comité nacional polaco», de filiación comunista, cuya sede estaba en Lublin. Posteriormente, los rusos habían reconocido a este último como Gobierno provisional del país. Entre tanto, Mikólajczyk, primer ministro polaco, que había asistido a la reunión de Moscú, había dimitido por haber sido desautorizado por sus colegas de Londres.)
El Gobierno polaco de Lublin, patrocinado por los Soviets, o Gobierno «de Varsovia», como los rusos preferían denominarlo, mostraba una violenta animosidad hacia el Gobierno polaco de Londres.
Las relaciones entre ambos, lejos de mejorar, habían ido envenenándose más y más desde nuestra reunión de Moscú en el mes de octubre.

Los términos del problema
Las tropas soviéticas cruzaban Polonia y el Ejército clandestino polaco era acusado abiertamente del asesinato de soldados rusos, de efectuar sabotajes y ataques contra sus zonas de retaguardia y sus líneas de comunicación.
A las potencias occidentales se les negaba tanto el acceso al país como toda clase de información.

En Italia y en el frente occidental, casi medio millón de polacos luchaban valerosamente en pro de la destrucción final de los ejércitos nazis. Aquellos y otros muchos compatriotas suyos dispersos por Europa aguardaban ansiosamente la liberación de su país y el regreso a la patria después de un exilio voluntario y honroso. La gran comunidad polaca residente en los Estados Unidos esperaba con impaciencia que las tres grandes potencias llegasen a un acuerdo,

Las cuestiones que discutimos en Yalta pueden quedar resumidas en la siguiente forma:    

 Cómo constituir un Gobierno provisional único en Polonia.
 Cómo y cuándo había de procederse a la celebración de elecciones libres.                 
 Cómo establecer las fronteras polacas, tanto en el Este como en el Oeste.
 Cómo garantizar la seguridad de las zonas de retaguardia y las líneas de comunicación   de los ejércitos soviéticos que avanzaban.

Roosevelt: «Punto de vista muy lejano»
Al reunimos el 6 de febrero, el presidente Roosevelt inició la discusión diciendo que, como venía de América, su punto de vista del problema polaco era muy lejano. En los Estados Unidos residían de cinco a seis millones de polacos, "en su mayoría ya hijos de emigrados, y una buena parte de ellos se mostraban cada vez más favorables al establecimiento de la Línea Curzon.
Sabían que tendrían que acabar cediendo la Polonia oriental. A cambio de esto desearían la Prusia oriental y una parte de Alemania, o por lo menos algo que les sirviese de compensación.

Como él mismo había dicho en Teherán, su tarea sería más fácil si el Gobierno soviético hacía alguna concesión, la de Lvov, por ejemplo, y algunos terrenos petrolíferos para contrapesar la pérdida de Koenigsberg. Pero el punto más importante era el de establecer un Gobierno permanente en Polonia. En los Estados Unidos la opinión general era contraria al reconocimiento del Gobierno de Lublin porque sólo representaba á una pequeña parte del país y del pueblo polacos.
Se pedía un Gobierno de unión nacional, formado quizá a base de los cinco principales partidos políticos. El Presidente no conocía a ninguno de los miembros del Gobierno de Londres ni del Gobierno de Lublin.
Había quedado gratamente impresionado por la personalidad de Mikólajczyk durante la visita de éste a Washington y le consideraba un hombre honrado. Esperaba, por lo tanto, que se procedería a la creación de un Gobierno de Polonia verdaderamente representativo y que contase  con el apoyo de la gran mayoría do los polacos, aunque sólo fuese un Gobierno provisional. Había muchas maneras de formarlo. Una de ellas, establecer un Consejo presidencial reducido que asumiera el mando con carácter temporal y estableciese una institución de estructura más permanente.

Churchill: «Una cuestión de honor»
Yo dije entonces que tenía el deber de exponer la actitud del Gobierno de Su Majestad. En mis declaraciones tanto parlamentarias como públicas había afirmado diversas veces mi resolución da apoyar los deseos de la U.R.S.S. de que se estableciera la Línea Curzon tal como el Gobierno soviético la interpretaba.
Grabski

Esto suponía incluir la ciudad de Lvov (Lcmberg) en el territorio de la U.R.S.S. Semejante postura nos había valido, tanto a mí como al secretario de Asuntos Exteriores, acerbas críticas en el Parlamento y en el seno del Partido Conservador. Pero yo había considerado siempre que después del martirio sufrido por Rusia al hacer frente a la invasión alemana y después de las grandes proezas realizadas por ella al rechazar al enemigo y liberar Polonia, aquella reclamación no estaba basada en la fuerza, sino en el derecho.
No obstante, si Rusia accedía a hacer un gesto magnánimo respecto a un país mucho más débil que ella y a otorgarle ciertas concesiones territoriales como las que había sugerido el Presidente, nosotros admiraríamos y aclamaríamos este acto de los Soviets. Pero una Polonia fuerte, libre e independiente tenía mucha mayor importancia que el establecimiento de tal o cual frontera.
Yo quería que los polacos pudiesen vivir en libertad y gobernarse a su gusto. Este era el objetivo que había oído siempre proclamar al mariscal Stalin con la máxima firmeza, y precisamente porque tenía confianza en sus declaraciones respecto a la soberanía, la independencia y la libertad de Polonia, yo consideraba de menor importancia la cuestión de las fronteras.
La libertad y la soberanía de Polonia nos eran especialmente gratas: por ellas habíamos declarado la guerra a Alemania. Nadie ignoraba el terrible riesgo que habíamos corrido a! empuñar las armas en 1939 a pesar de lo mal preparados que estábamos. Ello había estado a punto de costamos la vida no sólo como Imperio, sino como nación. La Gran Bretaña no tenía absolutamente ningún interés material en Polonia. El honor era lo único que nos había inducido a desenvainar la espada con objeto de ayudar a Polonia a defenderse de la brutal agresión de Hitler.
No podríamos, pues, aceptar jamás una solución que no asegurase su existencia como país libre, independiente y soberano.. Polonia debía ser dueña de su territorio, y señora de su alma. Tal libertad no debía amparar ningún designio hostil por parte de Polonia ni de grupo polaco alguno contra Rusia. Por lo demás, la Organización mundial que iba a constituirse no toleraría en modo alguno semejante acción ni dejaría a la Rusia soviética sola frente a tal amenaza.
En aquel momento existían dos Gobiernos de Polonia. Las tres grandes, potencias serían duramente criticadas si permitían que aquellos Gobiernos rivales provocasen una aparente discordia entre ellas, cuando tenían tan grandes tareas que realizar y tantas esperanzas en común. ¿No podíamos crear un Gobierno o un organismo gubernamental susceptible de ser reconocido por todos en espera de que se celebrasen elecciones generales y libres? Semejante Gobierno podría tomar las disposiciones necesarias para que el pueblo polaco decidiese acerca de su futura constitución y administración.
Si lográbamos ponernos de acuerdo a este respecto, habríamos dado un gran paso adelante en el camino de la futura paz y prosperidad-de la Europa central.
Dije, finalmente, que tenía la seguridad de que era posible proteger y garantizar las líneas de comunicación del Ejército ruso, a la sazón lanzado victoriosamente en persecución de los alemanes.

Stalin  «Cuestión de honor y de seguridad»
Tras una breve suspensión de la sesión, habló Stalin. Dijo que comprendía el sentimiento del Gobierno británico de que Polonia era para su país una cuestión de honor; pero era necesario considerar que para Rusia era a la vez una cuestión de honor y de seguridad. De honor, porque los rusos habían tenido muchos conflictos con los polacos y el Gobierno soviético deseaba eliminar las posibles causas de tales conflictos.
De seguridad, no sólo porqué Polonia se alzaba en la frontera de Rusia, sino porque a lo-largo de toda la historia aquel país había servido de corredor a través del cual habían pasado los enemigos de Rusia. 
En el curso de los últimos treinta años los alemanes habían cruzado Polonia por dos veces. La causa de ello había sido la debilidad de Polonia. Así, pues, Rusia quería que este país fuese fuerte y poderoso, a fin de que estuviese en condiciones de cerrar aquel corredor por sus propios medios.

Rusia no podía mantenerlo cerrado desde el exterior. Esto sólo podía hacerse desde el interior de la propia Polonia, y esta era la razón por la cual dicha nación debía ser libre, independiente y poderosa. Aquello era un problema de vida o muerte para el Estado soviético. Su política difería grandemente de la del Gobierno zarista. Los zares habían querido suprimir y asimilar a Polonia.
La Rusia soviética había iniciado una política de amistad, y por añadidura de amistad con una Polonia independiente. Toda la actitud soviética se fundaba en el hecho concreto de que quería ver a Polonia libre, independiente y fuerte. .

Las fronteras nacionales
Stalin pasó luego a referirse a algunos de los puntos que Mr Roosevelt y yo habíamos abordado.  Dijo que el Presidente había sugerido que debía efectuarse alguna modificación en la Linea Curzon y que Lvov y quizá algunos otros distritos; habían de ser cedidos a Polonia.
Añadió que yo, por mi parte, había afirmado que esto constituirla un gesto magnánimo. Pero era necesario tener en cuenta que la Línea Curzon no la habían inventado los rusos.
Había sido trazada por Curzon, Clemenceau y representantes de los Estados Unidos en la conferencia de 1918, a la que Rusia no había sido invitada.
La Línea Curzon, prosiguió, fue aceptada contra la voluntad de Rusia, tomando como base una serie de datos etnográficos. Lenin no la aprobó. No quería que se cediese a Polonia la ciudad de Bialystok y su provincia.
Los rusos habían abandonado, pues, la actitud intransigente de Lenia a este respecto, a pesar de lo cual determinadas personas querían ahora que Rusia se quedase con menos de lo que Curzon y Clemenceau habían concedido. Esto sería vergonzoso. Cuando los ucranianos fuesen a Moscú, dirían que Stalin y Molotof eran unos defensores menos tenaces de Rusia que Curzon y Clemenceau.
Más valía que la guerra se prolongase algo, aunque ello costase a Rusia mucha sangre, para que Polonia pudiese recibir compensaciones territoriales a expensas de Alemania. Cuando Mikolajczyk había ido a Moscú en octubre del año anterior, había preguntado qué frontera estaba dispuesta Rusia a reconocer a Polonia en el Oeste, y habíase mostrado encantado al saber que el Kremlin consideraba que la frontera occidental de Polonia debía extenderse hasta el Neisse. Stalin precisó que había dos ríos de este nombre, uno cerca de Breslau y el otro más al Oeste. El se refería al Neisse occidental, y pedía a los allí reunidos que apoyasen su proposición. >

Los de Lublin «tan demócratas como De Gaulle»
Stalin señaló entonces que no podíamos crear un Gobierno polaco sin el consentimiento de los propios polacos, Mikolajczyk y Grabski habían ido a Moscú durante mi estancia allí.
Después de entrevistarse con los delegados del Gobierno de Lublin, habían llegado en cierto modo a un acuerdo y Mikolajczyk había vuelto a Londres con intención de regresar a los pocos días; pero sus colegas la habían obligado a dimitir simplemente porque preconizaba un acuerdo con el Gobierno de Lublin.
El Gobierno polaco de Londres era hostil incluso a la idea de que existiera el de Lublin, de cuyos miembros, decía que eran una partida de bandidos y criminales. El Gobierno de Lublin había pagado al de Londres en la misma moneda y en aquellos momentos era ya muy difícil hacer nada para resolver tal situación.
Los miembros del Gobierno de Lublin, o de Varsovia como debía llamársele ya, no querían trato alguno con el Gobierno de Londres. Le habían dicho a él (Stalin) que estarían dispuestos a aceptar al general Zeligowski y a Grabski, pero no querían ni oír hablar de que Mikolajczyk fuese primer ministro.
«Hablen ustedes con ellos — añadió Stalin —. Yo les pondré en contacto aquí o en Moscú, pero pueden estar seguros de que son tan demócratas como De Gaulle y están en condiciones de mantener la paz en Polonia e impedir que estalle la guerra civil y que se realicen ataques contra el Ejército rojo.»
El Gobierno polaco de Londres no podía hacer tal sosa. Sus agentes habían matado a doscientos doce soldados rusos; estaban en relación con los grupos polacos clandestinos de resistencia y habían efectuado incursiones en los parques militares para conseguir armas. Sus estaciones radiofónicas funcionaban sin autorización y sin haber sido inscritas legalmente en los correspondientes registros.
Los agentes del Gobierno de Lublin se habían mostrado útiles y en cambio, los agentes del Gobierno de Londres habían hecho mucho daño. Era de importancia vital para el Ejército rojo tener garantizada la seguridad de las zonas de retaguardia, y el tomo militar, sólo podía apoyar al Gobierno que estuviese en condiciones de aportar tal garantía.

Necesidad de un acuerdo político
Zeligowski
La hora era ya avanzada; y el presidente Roosevelt propuso que suspendiésemos las deliberaciones hasta el día siguiente.
Yo consideré oportuno hacer constar, no obstante, que el Reino Unido y el Gobierno soviético tenían fuentes de información diferentes en Polonia y habían recibido relatos que no concordaban entre sí acerca de lo que allí había ocurrido.
Dije que, según nuestras noticias, el Gobierno de Lublin no contaría con el apoyo de más de una tercera parte de la población de Polonia si ésta pudiese expresar libremente su opinión.
Este cálculo, desde luego, se fundaba en la mejor información que podíamos obtener y cabía la posibilidad de que estuviésemos equivocados en algunos detalles. Aseguré a Stalin que habíamos temido en gran manera una colisión entre el Ejército clandestino polaco y el Gobierno de Lublin.
Habíamos temido que esto originase odios, efusión de sangre, detenciones y deportaciones, y esta era la razón por la cual habíamos tenido tanto interés en que se llegara a un acuerdo pacífico.
Nos inspiraban temor las repercusiones que todo esto tendría en el problema polaco, ya bastante complicado por sí mismo. Reconocíamos, naturalmente, que los ataques contra el Ejército rojo debían ser castigados. Pero de acuerdo con los datos que yo tenía a mi disposición, no podía considerar que el Gobierno de Lublin tuviese derecho a decir que representaba a la nación polaca. 
El Presidente deseaba ya en gran manera poner término a la discusión. «Polonia — indicó — ha sido una fuente de dificultades por espacio de más de quinientos años.» «Razón de más —repuse yo — para que hagamos cuanto nos sea posible para poner fin a tales dificultades.» Después de esto levantamos la sesión.

La Vanguardia 06-12-1953


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