LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Ofensiva en una atmósfera de depresión
(La ofensiva de verano del mariscal Alexander en Italia
había de empezar el 26 de agosto de 1S44, La víspera, por la tarde,
Mr. Churchill se trasladó en avión al Cuartel General de campaña
del general Léese, comandante del VIII Ejército.) Antes de
emprender el viaje, pasé unas horas con Alexander en su puesto de
mando. Estando yo allí, llegaron inesperadamente el general Devers y
otro alto jefe norteamericano.
Tensión ínteraliada
La tan debatida operación
«Yunque», rebautizada luego con el nombre de «Dragón»
(desembarco en el sur de Francia), se hallaba entonces en curso bajo
el mando del general Patch; pero Devers, en su calidad de delegado
del general Wilson (comandante en jefe de las fuerzas de la zona
del Mediterráneo), había estado por espacio de varias semanas
retirando despiadadamente unidades y personal valiosísimo del XV
Grupo de ejércitos, y en especial del V Ejército mandado por Mark
Clark. Ya se sabía que el volumen de los efectivos destinados a la operación «Dragón» sería elevado probablemente al de un grupo de
ejércitos y que Devers sería nombrado jefe del mismo.
Como es natural, este último procuraba reunir todas las fuerzas posibles para la gran empresa que se le iba a confiar y darle la máxima amplitud en todos los aspectos. Advertí luego, aunque no se abordó ningún tema enjundioso, que existía una cierta frialdad entre él y Alexander.
Este, sonriente y afable, se excusó a los pocos minutos y me dejó en el comedor de la tienda de campaña con nuestros dos visitantes norteamericanos. Como el general Devers no parecía tener nada de particular que decirme, y yo, por mi parte, no deseaba meterme en terreno espinoso, me limité asimismo a los cumplidos y a las cuestiones de carácter general. Yo esperaba que Alexander volviese pronto, pero no lo hizo, y al cabo de unos veinte minutos Devers se despidió. Le deseé mucha suerte en su nuevo cometido, y así terminó su visita de cortesía. Pude apreciar, no obstante, la tensión que existía entre aquellos altos jefes militares bajo una impecable superficie de corrección.
Como es natural, este último procuraba reunir todas las fuerzas posibles para la gran empresa que se le iba a confiar y darle la máxima amplitud en todos los aspectos. Advertí luego, aunque no se abordó ningún tema enjundioso, que existía una cierta frialdad entre él y Alexander.
Este, sonriente y afable, se excusó a los pocos minutos y me dejó en el comedor de la tienda de campaña con nuestros dos visitantes norteamericanos. Como el general Devers no parecía tener nada de particular que decirme, y yo, por mi parte, no deseaba meterme en terreno espinoso, me limité asimismo a los cumplidos y a las cuestiones de carácter general. Yo esperaba que Alexander volviese pronto, pero no lo hizo, y al cabo de unos veinte minutos Devers se despidió. Le deseé mucha suerte en su nuevo cometido, y así terminó su visita de cortesía. Pude apreciar, no obstante, la tensión que existía entre aquellos altos jefes militares bajo una impecable superficie de corrección.
Alexander regresó unos
minutos después para decirme que era hora, de trasladarnos al
aeródromo. Despegamos en su avión y volamos hacia el Nordeste
durante una media hora, hasta llegar a Loreto. Allí un coche nos
llevó al puesto de mando de Léese, instalado detrás del Monte
Maggiore.
El general Léese nos dijo que
el fuego de barrera destinado a proteger el avance de sus tropas
empezaría a medianoche. Estábamos bien situados para observar la
larga línea de fogonazos lejanos de la artillería. El bramido
sordo, rápido e incesante del cañoneo me recordó la primera
guerra mundial. Realmente la artillería se utilizaba en gran escala.
Antes de acostarme dicté el siguiente telegrama para Smuts, con
quien sostenía correspondencia regular:
«...Hasta ahora el engendro
conocido con el nombre de «Yunque» ha producido el efecto contrario
de lo que imaginaban quienes lo concibieron. En primer lugar no ha
substraído en absoluto fuerzas enemigas del frente en que ataca el
general Eisenhower. Por el contrario, es casi seguro que llegarán al
frente principal de batalla dos o tres divisiones alemanas de
retaguardia antes que las tropas aliadas desembarcadas en la Riviera.
En segundo lugar, ha sido impuesta aquí una situación de estancamiento al detener en plena carrera a estos dos grandes ejércitos, el Quinto y el Octavo, y al retirar de los mismos el personal más valioso.
La consecuencia de esto ha sido la retirada del frente italiano de tres divisiones alemanas, entre ellas una blindada, muy potente, con una fuerza activa de 12.500 hombres. Estas unidades han sido trasladadas directamente a la zona de Chalons, en Francia. Así, pues, han sido desplegadas frente a Eisenhower por lo menos cinco divisiones adicionales, cosa que no habría ocurrido si hubiésemos continuado nuestro avance aquí en dirección al Po y en última instancia sobre la gran ciudad de Viena..»
En segundo lugar, ha sido impuesta aquí una situación de estancamiento al detener en plena carrera a estos dos grandes ejércitos, el Quinto y el Octavo, y al retirar de los mismos el personal más valioso.
La consecuencia de esto ha sido la retirada del frente italiano de tres divisiones alemanas, entre ellas una blindada, muy potente, con una fuerza activa de 12.500 hombres. Estas unidades han sido trasladadas directamente a la zona de Chalons, en Francia. Así, pues, han sido desplegadas frente a Eisenhower por lo menos cinco divisiones adicionales, cosa que no habría ocurrido si hubiésemos continuado nuestro avance aquí en dirección al Po y en última instancia sobre la gran ciudad de Viena..»
Al día siguiente Alexander y
yo salimos hacia las nueve de la mañana. El ataque de la
infantería estaba en marcha desde hacía seis horas y se decía
que nuestras tropas iban avanzndo; pero no era posible todavía
tener una impresión concreta de la situación y empezamos por
escalar con el auto un pico rocoso muy saliente en la cima del cual
había un pueblecito y una iglesia.
Los habitantes, hombres y mujeres, salieron para saludarnos de los sótanos en que habían estado refugiados.
Era evidente que el lugar acababa de ser bombardeado, pues la única calle de la aldea estaba obstruida por los escombros. -—¿Cuánto rato hace que terminó eso? — preguntó Alexander al reducido grupo de personas que se habían congregado en torno nuestro y nos miraban con una sonrisa forzada en los labios. — Hace cosa de un cuarto de hora — respondieron. Desde los baluartes centenarios que allí se alzaban, la perspectiva era verdaderamente espléndida.
Se distinguía todo el frente de ataque del VIII Ejército. Pero aparte el humo de las granadas, que estaban a seis o siete mil metros de distancia de un modo aislado, no había nada digno de ver.
Los habitantes, hombres y mujeres, salieron para saludarnos de los sótanos en que habían estado refugiados.
Era evidente que el lugar acababa de ser bombardeado, pues la única calle de la aldea estaba obstruida por los escombros. -—¿Cuánto rato hace que terminó eso? — preguntó Alexander al reducido grupo de personas que se habían congregado en torno nuestro y nos miraban con una sonrisa forzada en los labios. — Hace cosa de un cuarto de hora — respondieron. Desde los baluartes centenarios que allí se alzaban, la perspectiva era verdaderamente espléndida.
Se distinguía todo el frente de ataque del VIII Ejército. Pero aparte el humo de las granadas, que estaban a seis o siete mil metros de distancia de un modo aislado, no había nada digno de ver.
Alexander me dijo al poco
rato que era preferible que no permanecléramos allí, pues el
enemigo podía de un momento a otro abrir nuevamente fuego contra
los puestos de observación como aquél. Así, pues, nos retiramos
hasta unos cuatro o cinco kilómetros hacia el Oeste y almorzamos
al aire libre en el flanco de una colína. Llegaron noticias de
que nuestras tropas habían avanzado hasta dos o tres kilómetros más
allá del río Metauro. La derrota de Asdrúbal había sellado en
aquel punto el destino de Cartago. Propuse, pues, que también
nosotros cruzásemos el río.
En media hora el coche nos llevó al otro lado del Metauro, donde la carretera discurría por entre unos olivares brillantemente iluminados por el sol. Guiados por un oficial de uno de los batallones que luchaban en aquella zona, avanzamos hasta que el ruido de los disparos de fusil y el tableteo de las ametralladoras nos indicaron que estábamos cerca de la línea de combate. Poco después nos vimos obligados a detenernos. Había allí cerca un campo de minas y era necesario pasar exactamente por donde otros vehículos habían cruzado ya sin consecuencias.
Alexander y su ayudante de campo se dirigieron a efectuar un reconocimiento en un edifcio de piedra gris que nuestras tropas tenían en su poder y desde donde se nos dijo que se podía seguir muy bien la marcha de las operaciones. Tuve la impresión de que la lucha era muy esporádica. Unos minutos más tarde el ayudante de campo regresó para conducirme junto a su jefe, quien había encontrado un sitio muy bueno en el edificio, que en realidad era un viejo castillo situado en lo alto de una pendiente harto escarpada. Evidentemente, desde allí se podía divisar todo lo que había por ver. Apostados entre una espesura al otro lado del valle, cosa de quinientos metros de distancia, los alemanes disparaban con fusiles y ametralladoras. Nuestra línea pasaba exactamente por debajo de donde nosotros nos hallábamos. El fuego era irregular e intermitente. Pero aquélla fue la ocasión en que estuve más cerca del enemigo y oí silbar más balas durante la segunda guerra mundial.
En media hora el coche nos llevó al otro lado del Metauro, donde la carretera discurría por entre unos olivares brillantemente iluminados por el sol. Guiados por un oficial de uno de los batallones que luchaban en aquella zona, avanzamos hasta que el ruido de los disparos de fusil y el tableteo de las ametralladoras nos indicaron que estábamos cerca de la línea de combate. Poco después nos vimos obligados a detenernos. Había allí cerca un campo de minas y era necesario pasar exactamente por donde otros vehículos habían cruzado ya sin consecuencias.
Alexander y su ayudante de campo se dirigieron a efectuar un reconocimiento en un edifcio de piedra gris que nuestras tropas tenían en su poder y desde donde se nos dijo que se podía seguir muy bien la marcha de las operaciones. Tuve la impresión de que la lucha era muy esporádica. Unos minutos más tarde el ayudante de campo regresó para conducirme junto a su jefe, quien había encontrado un sitio muy bueno en el edificio, que en realidad era un viejo castillo situado en lo alto de una pendiente harto escarpada. Evidentemente, desde allí se podía divisar todo lo que había por ver. Apostados entre una espesura al otro lado del valle, cosa de quinientos metros de distancia, los alemanes disparaban con fusiles y ametralladoras. Nuestra línea pasaba exactamente por debajo de donde nosotros nos hallábamos. El fuego era irregular e intermitente. Pero aquélla fue la ocasión en que estuve más cerca del enemigo y oí silbar más balas durante la segunda guerra mundial.
A la mañana siguiente me
llegó trabajo en abundancia, tanto en forma de telegramas como por
la valija. Preocupaba al general Eisenhower la proximidad de las
divisiones alemanas cuya retirada de Italia yo había mencionado a
Smuts. Me complacía que nuestra ofensiva, preparada en una atmósfera
de depresión, hubiese empezado. Redacté un telegrama dirigido al
presidente Roosevelt en el que le exponía la situación tal como yo
la veía. Deseaba hacerle constar, de un modo que no suscitase
polémica alguna, la decepción que sentíamos ante el aniquilamiento
de nuestros proyectos y al mismo tiempo exponerle mis ideas y
esperanzas para el futuro. Con sólo que pudiese reavivar el interés
del Presidente en aquel sentido, quizá habría aún posibilidad de
mantener vigente nuestro plan de avanzar sobre Viena como meta final
de las operaciones en curso.
Del primer ministro británico
al presidente Roosevelt. «28 de agosto de 1944 El mariscal Alexander
ha recibido un telegrama del comandante supremo aliado pidiéndole
que haga esfuerzos para evitar la
retirada de más divisiones (alemanas) del frente italiano. Esta,
naturalmente, se ha producido a consecuencia de la gran debilitación
de nuestros ejércitos destacados en Italia y ha tenido lugar
enteramente desde que empezó el ataque en la Riviera.
En total han abandonado el frente cuatro divisiones, entre ellas una blindada, muy fuerte, en dirección a Chalons. No obstante, a pesar del proceso de debilitación, Alexander empezó hace unas tres semanas a estudiar con Cl*ík la posibilidad de flanquear o cruzar los Apeninos. Con este objeto el XIII Cuerpo de Ejército, formado por cuatro divisiones, ha sido puesto bajo el mando del general Clark y hemos podido proveerle de la artillería necesaria, de la que su ejército había sido despojado. La nueva unidad de ocho divisiones — cuatro norteamericanas y cuatro británicas —se halla agrupada ahora en torno a Florencia, con el eje de marcha orientado hacia el Norte. Desollando literalmente todo el frente y dejando largos trechos del mismo sin más guarnición que algunas unidades de antiaéreos transformadas en una especie de artillería-infantería y apoyadas por unas pocas brigadas de tanques, Alexander ha podido también concentrar diez divisiones británicas o bajo control británico — con elementos representativos de todo nuestro Imperio — en el flanco del Adriático.
Los contingentes avanzados de estas últimas atacaron el 25, antes de medianoche, y el 26, al amanecer, se inició un fuego general de barrera y empezó el avance.
Este ha sido hasta ahora de unos quince kilómetros en un amplio frente, pero nuestras fuerzas no han llegado aún a la posición principal; es decir, a la Línea Gótica. He tenido la gran suerte de seguir de cerca, sobre el terreno, este avance, y, por lo tanto, he podido formarme respecto a las características del campo de batalla moderno una idea más clara que la que cabe formarse desde las alturas en que hasta ahora he permanecido confinado.
El plan consiste en que el VIII Ejército, formado por diez divisiones muy concentradas en profundidad en un angosto frente, trate de perforar la Línea Gótica, penetrando en el valle del Po a la altura de Rímini; pero en el momento oportuno, teniendo en cuenta las reacciones del enemigo, Mark Clark atacará con sus ocho divisiones y una parte de los elementos de ambos ejércitos convergerá sobre Bolonia. Si todo sale bien, espero que el avance será después mucho más rápido y que la constante acción de nuestras fuerzas impedirá que Eisenhower vea recargado el frente enemigo en el Oeste con la retirada de más divisiones alemanas de Italia.
No he olvidado nunca lo que usted me dijo en Teherán acerca de Istria, y estoy seguro de que la llegada de un potente ejército a Trieste y a aquella península dentro de cuatro o cinco semanas tendría unas consecuencias que desbordarían ampliamente el marco puramente militar. La gente de Tito estará esperándonos en Istria. No puedo prever cuál será en aquel momento la situación de Hungría, pero en cualquier caso estaremos en condiciones de explotar a fondo cualquier cambio importante que se produzca allí.»
En total han abandonado el frente cuatro divisiones, entre ellas una blindada, muy fuerte, en dirección a Chalons. No obstante, a pesar del proceso de debilitación, Alexander empezó hace unas tres semanas a estudiar con Cl*ík la posibilidad de flanquear o cruzar los Apeninos. Con este objeto el XIII Cuerpo de Ejército, formado por cuatro divisiones, ha sido puesto bajo el mando del general Clark y hemos podido proveerle de la artillería necesaria, de la que su ejército había sido despojado. La nueva unidad de ocho divisiones — cuatro norteamericanas y cuatro británicas —se halla agrupada ahora en torno a Florencia, con el eje de marcha orientado hacia el Norte. Desollando literalmente todo el frente y dejando largos trechos del mismo sin más guarnición que algunas unidades de antiaéreos transformadas en una especie de artillería-infantería y apoyadas por unas pocas brigadas de tanques, Alexander ha podido también concentrar diez divisiones británicas o bajo control británico — con elementos representativos de todo nuestro Imperio — en el flanco del Adriático.
Los contingentes avanzados de estas últimas atacaron el 25, antes de medianoche, y el 26, al amanecer, se inició un fuego general de barrera y empezó el avance.
Este ha sido hasta ahora de unos quince kilómetros en un amplio frente, pero nuestras fuerzas no han llegado aún a la posición principal; es decir, a la Línea Gótica. He tenido la gran suerte de seguir de cerca, sobre el terreno, este avance, y, por lo tanto, he podido formarme respecto a las características del campo de batalla moderno una idea más clara que la que cabe formarse desde las alturas en que hasta ahora he permanecido confinado.
El plan consiste en que el VIII Ejército, formado por diez divisiones muy concentradas en profundidad en un angosto frente, trate de perforar la Línea Gótica, penetrando en el valle del Po a la altura de Rímini; pero en el momento oportuno, teniendo en cuenta las reacciones del enemigo, Mark Clark atacará con sus ocho divisiones y una parte de los elementos de ambos ejércitos convergerá sobre Bolonia. Si todo sale bien, espero que el avance será después mucho más rápido y que la constante acción de nuestras fuerzas impedirá que Eisenhower vea recargado el frente enemigo en el Oeste con la retirada de más divisiones alemanas de Italia.
general Léese |
No he olvidado nunca lo que usted me dijo en Teherán acerca de Istria, y estoy seguro de que la llegada de un potente ejército a Trieste y a aquella península dentro de cuatro o cinco semanas tendría unas consecuencias que desbordarían ampliamente el marco puramente militar. La gente de Tito estará esperándonos en Istria. No puedo prever cuál será en aquel momento la situación de Hungría, pero en cualquier caso estaremos en condiciones de explotar a fondo cualquier cambio importante que se produzca allí.»
Expresiones de un desacuerdo evidente
No cursé el telegrama arriba transcrito hasta que llegué a Nápoles, de donde salí el 28 de agosto, y no recibí la respuesta hasta tres días después de regresar a Inglaterra.
Del presidente Roosevelt al primer ministro británico:
«31 de agosto de 1944 Me ha complacido mucho recibir
la explicación de usted acerca de la forma en que el general
Wilson ha concentrado sus fuerzas en Italia y ha reanudado ahora
la ofensiva. Mis jefes de Estado Mayor consideran que un ataque
vigoroso utilizando todas las fuerzas disponibles, daría acceso
al valle del Po ¡ es posible que el adversario decida entonces
retirarse completamente del norte de Italia. Como esto permitiría
al enemigo destinar divisiones a otros frentes, hemos de hacer
todo lo necesario para destruir sus fuerzas ahora que las tenemos
a nuestro alcance. Supongo que este es el objetivo del general
Wilson... A mi entender, debemos acosar vigorosamente al Ejército
alemán en ltalia con todos los medios de que podamos disponer y
reservar la decisión respecto al futuro destino de las tropas del
general Wilson hasta que conozcamos mejor los resultados de su
campaña y tengamos información más exacta sobre las intenciones
alemanas. Podremos reanudar nuestra conversación de Teherán acerca
de Trieste e Istria en «Octágono» (la subsiguiente conferencia de
Quebec).» Me sorprendió la insistencia con que en aquel telegrama
se aludía al general Wilson.
Del primer ministro británico al presidente Roosevelt.
Del primer ministro británico al presidente Roosevelt.
«31 de agosto de 1944 Todas las operaciones en
Italia son concebidas y ejecutadas por el mariscal Alexander, de
acuerdo con las directrices generales que recibe del comandante
supremo... En vista de que el enemigo se ha debilitado en el frente
italiano con la retirada de cuatro de sus mejores divisiones, ya no
solicitamos ningún nuevo refuerzo norteamericano aparte de la 92.a
División, que, según tengo entendido, está a punto de llegar allí.
Por lo demás, doy por sentado que no se efectuarán nuevas retiradas
de contingentes aliados de Italia...
En cuanto al futuro, será preciso encontrar el medio de hacer actuar al Quinto y al Octavo Ejércitos contra el enemigo en forma continua una vez que los ejércitos alemanes en Italia hayan sido destruidos o hayan logrado, por desgracia, escapar. Dicho medio sólo puede consistir en un avance primero hacia Istria y Trieste y luego sobre Viena... Felicito a usted por el brillante éxito de los desembarcos efectuados en el sur de Francia. Espero vivamente que los alemanes en retirada podrán ser detenidos en Valence o en Lyón y luego cercados. Según parece, otra turbamulta formada por unos noventa mil hombres está refluyendo desde el Sur por Poitiers.»
En cuanto al futuro, será preciso encontrar el medio de hacer actuar al Quinto y al Octavo Ejércitos contra el enemigo en forma continua una vez que los ejércitos alemanes en Italia hayan sido destruidos o hayan logrado, por desgracia, escapar. Dicho medio sólo puede consistir en un avance primero hacia Istria y Trieste y luego sobre Viena... Felicito a usted por el brillante éxito de los desembarcos efectuados en el sur de Francia. Espero vivamente que los alemanes en retirada podrán ser detenidos en Valence o en Lyón y luego cercados. Según parece, otra turbamulta formada por unos noventa mil hombres está refluyendo desde el Sur por Poitiers.»
Esperanzas
frustradas
Roosevelt me envió otro telegrama el 4 de septiembre:
«Estoy convencido, como usted, de que las divisiones aliadas que actualmente tenemos en Italia son suficientes para cumplir su misión y que su jefe no permitirá que el ritmo de la batalla decrezca ni un instante; con objeto de destrozar a las fuerzas enemigas. Cuando haya sido desbordada la Línea Gótica, emplearemos aquellas divisiones en la forma que sea más útil para facilitar el avance de Eisenhower hasta el corazón de Alemania.
En
cuanto a la utilización de nuestras unidades de Italia en el futuro,
éste es uno de los asuntos que podremos discutir en Quebec.
Acaso
las fuerzas norteamericanas deberían ser orientadas hacia el Oeste,
pero no tengo ninguna idea preconcebida sobre el particular, y en
todo caso esto dependerá del curso de la actual batalla en Italia y
también en Francia, donde yo creo firmemente que no debemos
escatimar en modo alguno las fuerzas necesarias para abrirnos paso
rápidamente a través de las defensas occidentales de Alemania.
El
mérito del gran éxito aliado en el sur de Francia corresponde por
igual a todas las unidades aliadas que han intervenido, y la forma
perfecta en que se ha desarrollado la operación desde el principio
hasta el momento actual se debe a las dotes del general Wilson y su
Estado Mayor interaliado, así como a las de Patch y sus
principales subordinados. Dada la caótica situación en que se
hallan ahora los alemanes en el sur de Francia, confío en que la
unión de nuestras fuerzas del Norte y el Sur podrá realizarse mucho
antes de lo que se había previsto al empezar.»
Ya veremos que ambas esperanzas resultaron vanas. El ejército desembarcado en la Riviera a costa de tan dolorosos sacrificios para nuestras operaciones en Italia llegó demasiado tarde para prestar ayuda efectiva a Eisenhower en su primer choque realmente violento con el enemigo en el Norte en tanto que la ofensiva de Alexander no alcanzó, por escasísimo margen, el éxito que merecía y que tanto necesitábamos.
Ya veremos que ambas esperanzas resultaron vanas. El ejército desembarcado en la Riviera a costa de tan dolorosos sacrificios para nuestras operaciones en Italia llegó demasiado tarde para prestar ayuda efectiva a Eisenhower en su primer choque realmente violento con el enemigo en el Norte en tanto que la ofensiva de Alexander no alcanzó, por escasísimo margen, el éxito que merecía y que tanto necesitábamos.
Italia no iba a quedar totalmente liberada hasta ocho
meses más tarde. La posibilidad de realizar una flexión hacia la
derecha con el fin de llegar a Viena nos fue denegada. Y excepto en
Grecia, se nos esfumó la fuerza militar necesaria para influir, en
la liberación del sudeste de Europa.